EL DÍA DESPUÉS

Puede haber socialistas que quieran borrar la era Zapatero: como si no hubiera existido. Pero existió, ¡vaya si existió!

Artículo de José María Carrascal  en “ABC” del 04 de abril de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Fiel a su modo de ser, tras prometernos que «se dejaría la piel contra la crisis», lo primero que ha hecho tras anunciar que no se presentaría a la reelección, fue engolfarse en la campaña electoral, arremetiendo contra el PP. Este es nuestro hombre, capaz de desdecirse sin inmutarse y de hacer lo contrario de lo que acaba de decir. Claro que ya no engaña a nadie, ni siquiera en su partido.

Hablando de su partido, ha sido el PSOE, no el PP, quien le ha obligado a irse. Los llamamientos del PP incluso le animaban a quedarse. Pero los gritos angustiosos socialistas —«¡Nos ahogamos!»—, le han obligado a tirar la toalla. La toalla, pero no los hábitos. El primero, la deslealtad. No ya con España, esa nación «discutida y discutible» que le importa bien poco como demostró al negociar con nacionalistas y terroristas, sino con su propio partido. Bastaba ver las caras atribuladas de su Comité Federal para darse cuenta del miedo que no les cabía en el cuerpo. Incluso los que le habían pedido que se fuera tragaban saliva, sin atreverse a mostrar satisfacción. Y es que el anuncio no podía haber sido hecho en peor momento ni de peor manera. Cuando se inicia una campaña electoral dificilísima y con el añadido del suspense venenoso de unas primarias que auguran, quieran que no, una lucha fratricida. Como si Zapatero haya querido vengarse de los suyos por haberle obligado a irse, poniéndoles en una situación aún más difícil de la que ya se encuentran.

No lo tienen mejor sus potenciales sucesores. Empezando por los que figuran en cabeza. Tanto Rubalcaba como Chacón están contaminados por Zapatero. Han sido sus leales colaboradores y les toca la parte alícuota de responsabilidad en los errores cometidos por el gobierno, que han sido muchos y graves. Algo que no les perdonará un electorado que sufre en sus carnes las consecuencias de esos errores, cuya vigencia se alargará más allá de las elecciones generales, según todos los indicadores. Tanto es así que me atrevo a vaticinar que de aparecer un rostro nuevo, fresco, no infectado por el zapaterismo, se le saludaría con entusiasmo por parte de un partido cuyas esperanzas se cifran hoy alcanzar una «derrota decente» y evitar la catástrofe.

Lo malo es que no sé si habrá un o una valiente que se atreva a lanzarse al ruedo en las circunstancias actuales. Claro que, para estos casos, siempre está Bono, aliño de todas las salsas y zurcidor de todos los rotos. No se sonrían. La ruleta ha empezado a dar vueltas y la bola puede caer en cualquier número. Incluso en el de quien, hace siete años, vio como un chico de León al que nadie conocía, le birlaba la candidatura. Puede haber socialistas que quieran borrar la era Zapatero de esta forma: como si no hubiera existido. Pero existió, ¡vaya si existió! Basta comprobar el lastimoso estado de nuestra nación para comprobarlo.