DESPERTAR LA FIERA

 

 Artículo de José María CARRASCAL  en  “La Razón” del 25/01/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

De bastantes años a esta parte, toda la violencia política en España la viene protagonizado la izquierda. Manifestaciones, concentraciones, pedradas, golpes, proceden de sectores claramente identificados con ella, e incluso con alguno de sus partidos. Y, naturalmente, el objetivo de tal violencia vienen siendo sus adversarios políticos. ¿Cuántas sedes del PP han sido asaltadas? ¿Cuántos políticos populares han sufrido vejaciones, zarandeos, puñetazos, o no han podido asistir a actos públicos por no sentirse seguros o por consejo de los propios organizadores? Incontables. Sin que nadie, nadie de la izquierda, le diera mayor importancia, diría incluso que más de uno, o una, lo consideraba lógico. «¿No es un facha? Pues lo tiene merecido», era el tono que traducían ciertas actitudes.
   De repente, las tornas se han vuelto, y la violencia llega del otro extremo. Y quienes antes sonreían displicentes se llevan ahora las manos a la cabeza. ¿Pero es que creían que la violencia es un monopolio, casi un derecho, de la extrema izquierda? ¿Pero es que no sabían que en España hay extrema derecha? ¿Pero es que no se habían dado cuenta de que hay un segmento de la población harto de recibir insultos, de ver despreciado lo más sagrado para él? ¿Pero creían que iba a quedarse eternamente tranquilo y calladito? ¿Pero es que se habían olvidado de que la extrema derecha española es tan bestia como la extrema izquierda y puede que mayor en número? Pues el sábado han tenido un buen recordatorio para que no se olviden.
   Estábamos jugando con fuego. Mejor dicho, estaban. Tanto a la izquierda oficial como al progresismo social le había dado últimamente por el deporte de alancear a sus adversarios y regodearse con ello en todos los terrenos, el político, el cinematrográfico, el educativo, el artístico, en todos, como digo. Sin darse cuenta de lo peligroso que es eso en todas partes y en España especialmente. Se puso de moda desenterrar muertos de la guerra civil, sin pensar que también en la otra parte hubo muertos. Se dio en tachar de antidemocrática a una derecha que había hecho un enorme esfuerzo para aceptar la democracia. Se pisoteaban costumbres, ideas y creencias muy arraigadas en la gente. Se estaba, en fin, cometiendo los errores de la II República, cuando habíamos conseguido vencer nuestra pobreza endémica y logrado un marco de convivencia para todos, independientemente de como pensasen. Pero, al parecer, a algunos no les bastaba y se empeñaban en deslegitimar al rival. Haciendo surgir la fiera en él.
   Habrá quien diga que con esto trato de justificar la violencia en la manifestación del sábado. Todo lo contrario. Mi intención es que no vuelva. Pero para eso tiene que acabar toda violencia. Y no me refiero, en este caso, a la de ETA.