ALGO, MUCHO, HA CAMBIADO

Artículo de José María Carrascal en “ABC” del 02 de marzo de 2009

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Cambio en Galicia y ¿en el País Vasco? Esto es lo que apuntan los primeros datos fidedignos de las elecciones en ambas comunidades, que de confirmarse significarían un auténtico terremoto en el mapa político español, ya que los perdedores no serían Touriño y Quintana: sería la política que representan, la alianza del socialismo con el nacionalismo que ha impuesto Zapatero allí donde ha podido y que recibiría el primer rechazo en las urnas, después de haber sido revalidada hace un año a escala nacional. Ayer les hablaba de una grieta en su armadura. Hoy puede hablarse de desgarro.

Aunque el recuento de votos no ha acabado, resultan significativos los avances del PP en las cuatro provincias gallegas, incluidas aquellas donde se hallaba a la defensiva, mientras PSG y Bloque retroceden en todas ellas. Lo que confirma los temores de ambos y las llamadas con tintes de desesperación a sus líderes para que acudieran en su auxilio y las apelaciones urgentes a sus seguidores para que acudieran a las urnas. Ni una ni otra ayuda parece haberles sido suficiente. Y es que, por debajo de la aparente calma que reinaba en Galicia, bullía un descontento sordo hacia un bipartito que se había presentado como el abanderado del cambio, pero que se limitó a caer en los peores vicios de la política gallega: caciquismo, dejadez, incompetencia, a los que se añadía en este caso la vena fanática del Bloque nacionalista, que con la excusa de defender el gallego intentaba eliminar el español de la enseñanza y de la vida pública. Pocos aman a su tierra y a su lengua más que los gallegos. Pero pocos también saben, como emigrantes que son de antiguo, lo mucho que les ayuda el español por esos mundos de Dios o del diablo. Así que Quintana creó un problema donde no lo había -en Galicia nunca ha habido problema de idiomas- y demostró conocer muy poco a sus paisanos, una falta imperdonable en quien se presenta como el defensor de sus intereses. Y es que los nacionalistas, en Galicia y en todas partes, los únicos intereses que defienden son los suyos. Los de los demás no sólo no los defiende, sino que los atacan. Y han tenido que ser los gallegos quienes entre todos los españoles se dieran por primera vez cuenta de ello.

En el País Vasco, la situación está bastante más confusa, pese a la victoria del PNV, compensada en buena parte por el avance del PSV. Si Ibarretxe continúa como lendakari dependerá de si Patxi López se decide a pactar con el PP para desalojar a los nacionalistas del Gobierno vasco. O de si Zapatero se lo permite, ya que eso significaría la puntilla a la política que ha puesto en práctica desde que llegó a La Moncloa de pactar con éstos y aislar al PP. Pero Zapatero, a partir de anoche, no sólo manda menos, sino también es menos. Menos presidente, menos fuerte y menos creíble. En todas esas cosas, todo es empezar. Algo, mucho, ha cambiado este primero de marzo no ya en Galicia, en España.