Artículo de José María Carrascal en “ABC” del 22 de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
«Italia,
mi ventura, Flandes, mi sepultura». Así rezaba el lema de los Tercios
españoles. Cuatro siglos después, Bruselas puede ser la tumba de Zapatero, a
poco que ejecute la política que se había trazado como presidente de la UE. El
plan era tan sencillo como ingenioso: Europa empieza a recuperarse, mientras
España no lo hace. Él se asigna el mérito de la recuperación europea para calmar
el desasosiego español, gana tiempo hasta que sintamos sus efectos y llega a
las elecciones de 2012 en condiciones de competir. Por eso empezó la
presidencia tan farruco.
Pero
como todas las cuentas de Zapatero -la negociación con ETA, los nuevos estatutos-,
éstas le están saliendo también como las de la lechera. A los europeos no puede
engañarles tan fácilmente como a los españoles y de entrada, le han marcado el
terreno con líneas rojas. Esas propuestas suyas, tan sonoras, tan vacías, tan
altisonantes, han hecho sonar los timbres de alarma en Bruselas y Estrasburgo,
donde conocen a los fantasmones antes incluso de que abran la boca. De ahí que
no hayan perdido tiempo en llamarle al orden. El varapalo, recogido y aumentado
por los medios de comunicación más prestigiosos, ha sido tan fuerte que lo ha
acusado incluso un autista como él a toda sugerencia extraña. Zapatero se
presentó el miércoles ante el Parlamento europeo en su versión más humilde,
modosa, apocada. Aún así, las advertencias siguieron: ¿cómo quiere arreglar la
economía europea si no consigue arreglar la española?, fue el disparo ante la
proa. Obligándole a buscar refugió en lo más melifluo de su programa, contra lo
que no podía estar nadie: «cooperación», «pacto social», «actitud a la altura de
las circunstancias», sin atreverse a hacer propuestas concretas. Alguien ha
debido de explicarle que aquel parlamento, incluso medio vacío, no era el
español.
Pero
Zapatero no sería Zapatero si siguiese en esa línea candorosa. Además de seguir
en esa línea, todo su plan se le viene abajo, al no poder adjudicarse la
recuperación europea. Así que, tarde o temprano, más lo segundo que lo primero
conociéndole, volverá a las andadas, con sus planes de «economía sostenible»,
«diálogo social» e «interconexiones de mercado», que, al abarcar todo, no
abarcan nada y resultando tan peligrosos como una pistola cargada en las manos
de un niño.
Europa,
en fin, le tiene tomadas las medidas y no va a permitirle que haga en ella las
barbaridades que ha hecho en España. Claro que si Europa no se lo permite,
¿cómo va a poder seguir haciendo barbaridades en España? Ese es hoy su dilema,
del que sólo podrá sacarle Berlusconi ofreciéndole un buen empleo en su
imperio, como a tantos izquierdistas españoles, que hasta hace poco le denigraban
o presumían de nuestro sorpasso. Italia nuestra
ventura, Flandes nuestra sepultura. En España no ocurre nada nuevo, no ya en
décadas, sino en siglos.