TAL COMO ÉRAMOS
Artículo de José María Carrascal en “ABC”
del 26 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Se quejaba
Ortega de que, en medio de la mayor crisis económica internacional del siglo,
el Parlamento español estuviese debatiendo la secularización de los
cementerios. Que no han cambiado tanto las cosas en España lo demuestra que, en
medio de la mayor crisis económica desde aquélla, lo que se debate en el Senado
sea la renovación del Tribunal Constitucional. Seguimos como hace ochenta,
cien, puede que doscientos años, recreándonos en nuestras trifulcas internas,
llevando a hombros nuestros muertos, echando al contrario las culpas de todos
los males. Diría incluso que estamos peor, porque hemos estado a punto de
hundir el euro y, a diferencia de entonces, todas las instancias
internacionales nos apuntan con el dedo, indicándonos los deberes que nos
quedan por hacer. Pues saben que, de dejarnos solos, no los haríamos.
Preferimos
seguir librando las guerras de nuestros antepasados, acariciar las viejas
heridas, alimentar los viejos agravios, cultivar los viejos vicios. Me refiero
a nuestra incapacidad de ver más allá de nuestros estrechos límites, al
desprecio de cuanto no conocemos (que es casi todo), al instinto cainita de
considerar al vecino como el mayor enemigo. ¿Quieren el último ejemplo? Para
escuchar a Montilla en el Senado, no estaban ni Mas ni Durán, los líderes del primer partido de la
oposición catalana. Y eso que el president iba a
defender el nuevo estatut. Pero su rivalidad
particular prevalecía sobre su interés general. Y eso que son catalanes, que se
consideran distintos a los españoles. ¿O es que no consideran catalán a
Montilla? ¡Vaya usted a saber! Bucear en los complejos de superioridad e
inferioridad que se alternan en el alma española requeriría un Freud, y no sé
si bastaría.
¿Quieren
otro ejemplo? Tanto el PSOE como el PP miran ya más a las próximas elecciones
que a la crisis en que nos encontramos. Mientras en todos los demás países se
forman coaliciones para afrontarla, lo que aquí se fabrican son trampas para
ver si el contrario cae en ellas, como ese súbito interés por renovar un
Tribunal Constitucional que lleva cuatro años sin que nadie le haga caso y
ahora todo el mundo quiere acelerar, de mentirijillas, claro, pues aquí nadie
dice una verdad ni borracho.
Se ha
borrado la poca cultura de consenso forjada en la Transición, al presentársela
como una muestra de debilidad, como una exigencia de los «espadones», como un
trágala impuesto por la «derechona», lo que, aparte
de falso, es suicida en una democracia, donde el consenso es tan necesario como
el aire que se respira.
Yo no sé
en qué va a acabar esto. Pero, visto como se están comportando partidos,
agentes y clases sociales, empiezo a pensar que lo mejor sería que Bruselas,
Washington y el FMI se hicieran cargo de España y empezáramos a funcionar como
un fideicomiso. Por lo pronto, nos libraríamos de una clase política
impresentable. Lo malo es que dudo que alguien quiera cargar con el talego.