NI ALARMISTAS, NI INGENUOS

 

 Artículo de FRANCESC DE CARRERAS   en “La Vanguardia” del 10/01/2005

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)



El pasado día 30, tras oír el resultado de la votación del proyecto de reforma del Estatuto vasco, más de uno debió experimentar aquella indefinible sensación a la que se suele describir con una frase latina: Alea jacta est.

Efectivamente, como se ha podido comprobar estos días, la suerte está echada.

Debido, entre otras cosas, a la tenacidad de Ibarretxe y de su partido, al pasotismo de cierta sociedad vasca, al frívolo dandismo posmoderno de parte del Tribunal Constitucional, a la constante bronca política entre el PP y el PSOE y, finalmente, a la inteligencia de Arnaldo Otegi y sus compañeros, la propuesta de nuevo Estatuto comenzará en las próximas horas su tramitación parlamentaria en el Congreso de los Diputados.

El plan Ibarretxe ya está, pues, en Madrid. Dado que el Gobierno parece seguir pensando que la aprobación por el pleno del Parlamento vasco es un mero acto-trámite de un largo procedimiento legislativo y, en consecuencia, considera que no es jurídicamente adecuada su impugnación ante el Tribunal Constitucional, todo hace pensar que el texto del proyecto de reforma será debatido por el pleno del Congreso para su toma en consideración.

Éste será el primer triunfo de los partidos que han apoyado el proyecto en el Parlamento vasco -incluido, por tanto, lo que queda de Batasuna- y de los demás le darán soporte en el Parlamento español: el plan tiene presunción de constitucionalidad. También podrá comprobarse la lamentable incongruencia de IU-ICV. A partir de ahí, lo más previsible es que el proyecto sea rechazado por más del 90 por ciento de los votos de la Cámara. Pero, en el imaginario nacionalista, ello no será asumido como una aplastante derrota, sino todo lo contrario: será una nueva constatación de que España no respeta la voluntad del País Vasco. Y que, en su caso, haría lo mismo con Catalunya, Galicia, Navarra... Terminado este trámite,comenzará en serio la campaña electoral. Antes o después, muy probablemente ETA declarará una tregua. Otra tregua trampa, por supuesto.

Un Estado de derecho se puede ir desmoronando poco a poco debido a la actuación de dos tipos de gobernantes: los que no se atreven a defenderlo y los que se burlan de él. La acción combinada de ambos suele resultar letal.

No hace falta insistir en que el proyecto de reforma del Estatuto vasco, ya a primera vista, es inconstitucional. Sin embargo, el Gobierno no se atreve a utilizar los recursos jurisdiccionales que tiene a mano: prefiere que se pase a debatir políticamente, no en la sociedad -lo cual es sano y legítimo-, sino en un órgano constitucional como es el Congreso. Un texto grotescamente inconstitucional es tratado así con la pátina de honorabilidad que posee aquello que es presuntamente constitucional. ¡Asombrosa candidez!

Mientras, el señor Ibarretxe se explaya haciendo declaraciones en las que reclama negociaciones con el Gobierno, cuando sabe que ello no es lo adecuado a la legalidad; o da por supuesto que si el Congreso rechaza su plan, planteará un referéndum cuando sabe que no es competente para ello. Ibarretxe, un personaje tan de fiar que en los últimos cuatro años ha dicho exactamente lo contrario de lo que ha acabado haciendo. Todo ello, eso sí, con esa cara de chico sencillo, noble, ¡tan majo él!

La demagogia ha comenzado a instalarse en la política española. No hay que ser alarmistas, de acuerdo. Pero tampoco ingenuos.