EL ESTROPICIO

 

 Artículo de Francesc de Carreras  en “La Vanguardia” del 13/01/2005


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

La aprobación por el Parlamento vasco del proyecto de nuevo estatuto de autonomía, más conocido como plan Ibarretxe, es un torpedo en la línea de flotación de la compleja red de relaciones entre partidos políticos que se había ido articulando desde las elecciones de marzo pasado o estaba en vías de hacerlo durante las próximas semanas y meses.

Con un rápido repaso a la situación podremos comprobar el estropicio causado por los tres famosos votos, emitidos, por cierto, con autorización explícita de Josu Ternera.

Comencemos por examinar las nuevas condiciones de estabilidad parlamentaria en las que ha de desenvolverse el Gobierno socialista. Hasta ahora, a pesar de gobernar en minoría, Zapatero no había encontrado serías dificultades para aprobar ni el presupuesto ni las leyes presentadas. En realidad era el PP quien parecía hallarse aislado en el Congreso, aunque la mayoría en el Senado aliviara, de vez en cuando, su visible soledad.

Sin embargo, este aislamiento del PP era algo engañoso, ya que las minorías que arropaban al PSOE era muy probable que se distanciaran de él en cuestiones tan fundamentales como algunos aspectos de la reforma constitucional y de la reforma de los estatutos -ambos proyectos estrella de Zapatero- que afectaban a la España autonómica.

En estas materias, pues, las posiciones socialistas tendrían que aproximarse a las del PP -por otra parte no tan alejadas- para que resultasen aprobadas. Hasta ahora, sin embargo, Zapatero había ido sorteando con gran habilidad todos los escollos.

Ahora bien, la tramitación parlamentaria en el Congreso del plan Ibarretxe trastoca considerablemente esta apacible situación al enfrentar al Gobierno con sus aliados habituales y presentarlo como estrechamente unido al PP.

Incluso en otro muy delicado e inmediato asunto, el referéndum de la Constitución europea, el PSOE también irá del brazo del PP y tendrá enfrente, entre otros, nada menos que a IU y a ERC. ¿Cómo justificarán todos estos partidos, ante sus respectivos electorados, estos incesantes cambios de pareja?

¿No refleja todo ello una excesiva incoherencia política e ideológica y muestra unas alianzas parlamentarias excesivamente frágiles y ocasionales, fundadas únicamente en el mero deseo de compartir el poder? ¿No expresa, simplemente, tal situación una gran dificultad para articular mayorías mínimamente sólidas que permitan elaborar políticas coherentes? ¿Podrán el Gobierno yERC cerrar un pacto de legislatura consistente con el plan Ibarretxe en el horizonte inmediato?

No menores novedades, como es lógico, aporta la aprobación del plan Ibarretxe en el País Vasco. El cambio de Arzalluz por Imaz, en detrimento de Egibar, apuntaba a un PNV que se alejaba del pacto de Lizarra y se acercaba los socialistas.

Éstos, a su vez, después de descabalgar a Nicolás Redondo, hacían también notables esfuerzos de aproximación al PNV propugnando una reforma del Estatuto al estilo Maragall para que fuera pactado con un devaluado plan Ibarretxe que previsiblemente debía ser rechazado en el propio parlamento vasco.

Pero todo cambió el 30 de diciembre pasado: el PNV está de nuevo en la línea Lizarra de coalición nacionalista frente al PSOE y al PP; el poder de Imaz disminuye claramente a favor de Ibarretxe, convertido hoy en líder indiscutible del nacionalismo vasco; el proyecto maragalliano de Patxi López, en el que no creían ni los mismos socialistas y que sólo servía de excusa para colaborar con el PNV de Imaz, ha quedado, de momento, sin función ni objetivos. Y lo peor de todo: una ETA agonizante ha renacido de sus cenizas y Arnaldo Otegi vuelve a ser un hombre clave en la vida política vasca.

Por último, el plan Ibarretxe también afectará, quiérase o no, a la política catalana. Téngase en cuenta que ERC no sólo defenderá las posiciones de los nacionalistas vascos, sino que tan sólo hace un año presentó en su programa electoral una reforma del Estatut casi calcada del plan Ibarretxe: ¿cómo podrá convencer a los suyos de que lo que vale para el País Vasco no vale para Catalunya?

¿Habrá un punto medio en la reforma estatutaria en el que podrán ponerse de acuerdo el partido de Carod, partidario del plan Ibarretxe, con los socialistas catalanes, que rechazarán con contundencia el proyecto vasco en el Congreso de los Diputados? Finalmente, a CiU se le plantea una nueva dificultad: ¿qué nivel de adhesión al proyecto vasco deberá mantener para seguir intentando recuperar electores moderados sin que continúe su sangría de votos hacia ERC?

Muchos interrogantes plantea este artículo porque creo que muchos interrogantes plantea la actualidad política tras lo sucedido en la Cámara de Vitoria un día antes de acabar el año. Tantas posibles variables indican, en todo caso, que las alianzas políticas que mantenían estable al Gobierno Zapatero eran más débiles de lo que aparentaban.

Quizás el presidente deberá replantearse algunos aspectos de su estrategia parlamentaria que le permitan cumplir -"ZP, no falles"- con los principales retos que se había propuesto al comenzar su mandato. De repente, todo ha comenzado a aparecer como provisional y frágil, demasiado frágil.


FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.