IBARRA IRRITA DE NUEVO AL PSC DE MARAGALL, PERO ESTA VEZ COMO MENSAJERO DE MONCLOA

 

 Artículo de Antonio Casado  en “El Confidencial Digital” del 12.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Rodríguez Ibarra se ha convertido en heraldo de la presunta firmeza de Zapatero. O de los esfuerzos desplegados por Moncloa y el PSOE para convencer a la opinión pública de que habrá firmeza frente a los excesos y las provocaciones contenidos en el borrador del Estatut.

“Este es el Estatut del Parlament, no el que saldrá del Congreso dentro de un año”, le ha dicho Zapatero mientras le confesaba estar muy molesto con Maragall por haber ido éste más allá de lo convenido, yo te ayudo, tú me ayudas, pero el president no cumplió su parte.

¿Abuso de confianza? Así lo cree el presidente extremeño, que ayer salió de Moncloa como requeté después de comulgar. Si el PSOE buscaba un mensajero para desmentir la flojera de Zapatero y rebajar la preocupación en las filas socialistas, no pudo encontrarlo mejor.

Pero si al tiempo esperaba mantener el buen rollito con el PSC de Maragall, no pudo encontrarlo peor. Salvo que el mensaje incluya la voluntad de rebatir de una vez por todas el nacionalismo adosado al PSC (“Zapatero no permitirá que se denomine nación a Cataluña”, dijo Ibarra), como un cuerpo extraño en la historia del socialismo español.

No lo descartemos. Sería, una vez más, la metáfora del síndrome esquizoide que Maragall –socialismo en la biografía, nacionalismo en los genes- ha endosado a Zapatero por cuenta de la ‘España plural’. Véase la reacción del PSC a las declaraciones de Ibarra. “Aliado del PP” y “Experto en deslealtades”, le dijeron ayer al presidente de Extremadura.

Si prosigo la argumentación y el rastreo de los mensajes de Ibarra tras su paso por Moncloa, he de preguntarme si estas lindezas se quedan en su destinatario facial o alcanzan también a Zapatero.

La contradicción sigue viva. Llegados a este punto vuelve a ser clamorosa la dificultad, por no decir la imposibilidad, de casar los objetivos e intereses de Zapatero con los de Maragall, en relación a la suerte que ha de correr el proyecto de Estatut.

Por eso creo que uno de los dos se quedará en el camino en cualquiera de las dos posibilidades: inadmisión del proyecto en el Congreso o adaptación constitucional en trámite de enmiendas. La primera, defendida en solitario por el PP, no es verosímil. La segunda, patrocinada por el PSOE, equivale a desnaturalizar el espíritu y la letra del proyecto aprobado por el Parlament.

Zapatero y su estado mayor –“El Estatut será constitucional o no será”, dicen- confían en encontrar la forma de hacer un ajuste fino entre los dos elementos capitales del análisis. Por un lado, el imperativo de encajar el texto en la Constitución. Por otro, la necesidad de no desairar a ERC y al PSC, sobre los que descansa el pedestal de Zapatero.

Hay un tercer escenario posible: el descarrilamiento del Estatut –retirada sobrevenida-, por desistimiento de sus patrocinadores, si dejan de reconocerse en un texto desfigurado por las enmiendas. Las consecuencias políticas solo podrían medirse en una convocatoria anticipada de elecciones, al menos en Cataluña.