LA FRAGILIDAD IDEOLÓGICA DE ZAPATERO, EL SÍNDROME DE PILOTO BORRACHO Y LA OFENSIVA DEL PP

 

 Artículo de Antonio Casado  en “El Confidencial.com” del 21-10-05

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)

 

 

Uno de mis numerosos fracasos como analista político, y espero por mi bien que no sea el último, fue anticipar antes de las elecciones generales que esta Legislatura iba a estar presidida por la buena química entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, al margen de que fuese uno u otro quien ocupase la Moncloa.

No contaba con el factor 11-M porque aún no había pasado el jueves de sangre, pero, aun así, ni de lejos hubiera imaginado tal grado de inquina entre ambos, aunque mejor disimulada por Zapatero y sin ningún disimulo por Rajoy.

No lo digo por las relaciones políticas, sometidas a la tensión propia, normal, previsible, lógica, legítima, obligada incluso, entre Gobierno y oposición. Me refiero a la invasión de lo político en lo personal hasta rozar la falta de respeto. O sea, el desprecio a la persona como un elemento más del debate político.

El miércoles, en el Congreso, Rajoy dijo que no iba a pedirle ideas al presidente del Gobierno porque no le gusta pedir imposibles. Y ayer, en los desayunos de Europa Press, que “Zapatero no cree en nada”. Así inocula en la opinión pública la sospecha de que el presidente del Gobierno lleva sobre los hombros una cabeza deshabitada.

Es el principal vector de la ofensiva centrada en la figura del presidente. Rajoy y otros dirigentes del PP han manejado, de momento con éxito, el sistemático desdén intelectual y político del presidente.

El síndrome del piloto borracho se ha trasladado al pasaje. Zapatero necesitará algo más que expresar su confianza en los españoles para que, sobre todo quienes deseamos que acierte, tengan motivos para expresar su confianza en él y él deje de darlos para que en su propia demarcación política no cunda la misma sospecha, aprovechada por el adversario para tacharle de “radical”.

Craso error. No es radicalismo sino desnutrición ideológica hablar a estas alturas del partido en nombre de “la causa de los dominados”, sin su correspondiente anclaje: ¿El republicanismo de Pettit?, ¿La II Internacional?, ¿El Manifiesto Comunista?, ¿El Evangelio de Cristo? ¿La Declaración de los Derechos Humanos...?

No se sabe. Aparte de un maltraído salto entre las ilusiones malogradas de la Segunda República y su improbable hoja de ruta como líder político, servidor detecta en este tipo de confesiones una levedad tan alarmante como cuando se autocalifica de “rojo” y “feminista”, mientras renueva su fe en la “utopía” como “motor de los cambios en el mundo”.

Viento en las alas de sus adversarios: rojo peligroso, frívolo, amigo de separatistas, irresponsable, sin ideas, que se ha propuesto romper España y dinamitar la Constitución. Mientras, él juega a ser apóstol del feminismo, redentor de homosexuales y puente entre dos civilizaciones.

Quienes esperan su ruina política están encantados con esta munición que les regala. Los que deseamos que acierte, simplemente lamentamos que su fragilidad ideológica le haya convertido en el pim pam pum de propios y extraños.