EL PROBLEMA NO ES PARTE DE LA SOLUCIÓN

Artículo de Carlos E. Rodríguez en “La Estrella Digital” del 16 de febrero de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web

 

Todos los declives políticos son complejos. En nuestra etapa democrática, el más suave, a pesar de las circunstancias, pero por la nobleza del personaje, fue el de Adolfo Suárez. El de Felipe González llegó con vientos huracanados. El de José María Aznar, igualmente huracanado, merecería análisis aparte. Ahora, el declive de Rodríguez Zapatero amenaza con arrastrar hacia el ojo del huracán no sólo la economía del país, en situación visiblemente penosa, sino incluso lo que ni siquiera el "golpismo" fue capaz, es decir, las instituciones y, en concreto, la que encabeza nuestro sistema constitucional, esto es, la Corona. De hecho, ya empiezan a aparecer informaciones y comentarios, de plumas habitualmente moderadas, con afirmaciones tremendas. Ayer mismo se acusaba al todavía presidente del Gobierno de "utilizar nada menos que a la Corona, y en concreto al Rey Juan Carlos".

Naturalmente, la Corona está a cubierto, porque no cabe olvidar los impagables servicios prestados muy personalmente, con riesgo y determinación, por el Rey Juan Carlos a la estabilidad y permanencia de la democracia en tiempos y horas particularmente difíciles. Pero haría mal la Corona en menospreciar la indignación que visiblemente crece en la ciudadanía, a tenor de las encuestas, incluso las oficiales del CIS, no sólo por la manifiesta incompetencia económica del actual Gobierno, sino también por su agobiante sectarismo en demasiados temas que parecían superados por el éxito de la transición.

Vaya por delante que el problema no es el PSOE, sino la persona que coyunturalmente lo encabeza. Es innegable que a Rodríguez Zapatero se le podría aplicar con justeza la terrible frase que, en la inolvidable película Tempestad sobre Washington, un viejo, honrado y experimentado senador lanzaba contra un político que parece el vivo retrato de nuestro actual presidente del Gobierno: "Es un hombre malo que divide al país". Cierto que es muy grave que el Gobierno lleve tan mal y con tendencia a peor las riendas de la economía en estos años de muy profunda crisis. Pero esto, con ser muy grave, no es lo peor, sino la profunda quiebra que el actual presidente está produciendo en el éxito de la transición y por tanto en la médula misma de nuestra convivencia civil.

El gran éxito de la transición fue la reconciliación nacional que abrió paso a una España democrática, plural, abierta a la convivencia sincera de todas las ideologías. Nada menos que esto corre peligro cierto de entrar en un bucle regresivo hacia las divisiones y los radicalismos históricos de este maravilloso pero difícil país. Después de varias décadas de una transición tan real y sincera que asombró al mundo, con Rodríguez Zapatero se perciben crecientes signos y ruidos de la división incivil que en tiempos por fortuna lejanos lastró nuestra historia como país. Sucede además ahora que Rodríguez Zapatero se ve ahogado por una crisis económica contra la que evidentemente carece de criterio y de programa, y asustado por unas encuestas que ya colocan al PP, en el ámbito nacional, más de seis puntos por delante del PSOE y creciendo.

Rodríguez Zapatero ha dejado degradar tanto la situación que, a estas alturas, muchos piensan que ya ni siquiera sería útil ese pacto de Estado al que tan tenazmente se ha venido negando y que ahora, con parámetros confusos, parece que pretende poner sobre los escaños del Congreso en la semana a punto de iniciarse. ¿Qué pacto de Estado? ¿Un toque a rebato de las campanas de la crisis para exigir, de ese sentido de la responsabilidad que el propio Gobierno no ha tenido, el cierre de filas de las fuerzas políticas en torno precisamente al Gobierno que ha hundido en simas profundas la economía española y ha promovido intencionadamente el retorno a la fragmentación incivil de nuestra peor historia y que, hasta el 2004, se había superado felizmente?

La verdadera solución, que es además necesaria y urgente, está en la convocatoria de elecciones generales anticipadas, para que sea la ciudadanía la que se pronuncie y configure el modelo de Gobierno que el país necesita y desea para salir de la crisis. Acaba de recordar un gran periodista, José Antonio Zarzalejos, cómo Adolfo Suárez, a menos de dos años de haber ganado las elecciones, en enero de 1981 dimitió por entender que él formaba parte del problema de España, colapsada económica y políticamente. ¡Qué terrible contraste con las maneras y formas con que se ha encadenado al poder un Rodríguez Zapatero de quien cada vez más españoles piensan, incluso entre los electores socialistas, que no forma parte del problema, sino que precisamente "él es el problema".

Don Juan Carlos ha debido implicarse en conciliar posturas en asistencia a un Gobierno cuyo presidente carece de la solvencia precisa para aunar posiciones y conseguir los pactos que requiere el país. Rodríguez Zapatero, como es el problema mismo, no puede ser parte de la solución, pero sobran en el PSOE dirigentes de la seriedad y el nivel de Joaquín Almunia, Javier Solana, Josep Borrell y muchos más que formarían una larga lista, para que el PSOE sí pueda formar, como a todos conviene porque es un gran partido que representa a un gran porcentaje de la ciudadanía, parte de la solución.