LA GRAN COALICIÓN

 

 Artículo de Cayetano Gonzalez en “El Mundo” del 03.10.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

¿Por qué razón hay que conformarse con que 2.200.000 ciudadanos -los que votaron a partidos nacionalistas en las últimas elecciones generales- sigan condicionando tanto la idea y la concepción que de España tienen la inmensa mayoría de los 20.000.000 que dieron su voto a los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, en esas mismas elecciones?

 

Se podrá argumentar, y con razón, que si alguien es responsable de haber dado en esta legislatura tanto peso y protagonismo a los nacionalistas ese alguien es, ¡oh desgracia!, el presidente del Gobierno de España como tanto gusta repetir ahora a la propaganda gubernamental. Y, efectivamente, en el lado más negro del balance de lo que han sido estos años de Zapatero en La Moncloa quedará que sus principales pactos políticos, que fundamentalmente buscaban el aislamiento del PP, los ha hecho con aquellos partidos que quieren que España deje de ser España.

Si el presidente del Gobierno, en uso de su prerrogativa constitucional, no adelanta las elecciones, quedarán cinco meses para las mismas. Ya se sabe que todo lo que está mal es susceptible de empeorar y por eso no hay que descartar que, de aquí a marzo, el clima político y social se vaya volviendo todavía más espeso. De momento, la cosa no está mal: los independentistas, radicales y antisistema se dedican un día sí y otro también a quemar fotografías del Rey, en lo que supone no un ataque, que también, a la persona de Don Juan Carlos de Borbón, sino a la unidad de España simbolizada en la Corona. Ayuntamientos e instituciones gobernadas por nacionalistas vascos, catalanes y gallegos y en algunos casos por socialistas, se niegan a poner la bandera de España. Carod-Rovira fija el año 2014 como la fecha para votar la independencia de Cataluña; Ibarretxe, que no quiere ser menos, no se conforma con un referéndum, sino que propone dos: uno en octubre de 2008 y otro en 2010.

A la vista de esta breve recopilación de daños, no tan colaterales, de la política de Zapatero, no parece exagerado afirmar que las próximas elecciones generales tienen en sí mismas una trascendencia que va más allá de lo que supone una cita más con las urnas. Todas las encuestas arrojan un denominador común: ninguno de los dos grandes partidos nacionales tiene asegurada la victoria, en ningún caso por mayoría absoluta, por lo que el PP o el PSOE necesitarían de otros apoyos para poder gobernar.

Y antes de tener que volver a buscar esos apoyos en los partidos nacionalistas, convendría que tanto el PP como el PSOE se plantearan seriamente lo que ya se antoja como una necesidad: un gobierno de coalición. De momento, esa posibilidad tiene un serio obstáculo: José Luis Rodríguez Zapatero. Si pierde las elecciones, todo sería más fácil, porque surgiría en su partido más de una voz que reclamaría ese pacto con el PP. Si gana, tendría que producirse una gran mutación en quien ha hecho del entendimiento con los nacionalistas, para aislar a los populares, su eje de actuación política desde que llegó a La Moncloa.

¿Y Rajoy? Si pierde, se tendrá que ir a su casa y, si gana, cometería un error imperdonable si se empecinara en buscar el apoyo de los nacionalistas. No se trata de una cuestión de escaños para completar una mayoría. El problema es que la ofensiva nacionalista que está planteada en toda regla, o el final de ETA sin pagar un precio político, sólo lo puede afrontar con garantías de éxito un gobierno que aglutine la representación del 80% de los españoles y no un Ejecutivo que tenga que depender ni de quienes no quieren saber nada de España, ni de quienes nunca han hecho nada o muy poco por la derrota de la banda terrorista.