COSAS DE ROSA DÍEZ

Artículo de Lorenzo Contreras en “La Estrella Digital” del 13.04.08

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Ha sido significativo que Rosa Díez, diputada única de UPyD, se haya estrenado parlamentariamente, durante el debate de investidura de Zapatero, con una denuncia de la situación discriminatoria que padece el castellano en los colegios públicos de Cataluña, en realidad el exponente más significativo de lo que espera al idioma oficial de España —y eso ya está en curso— en otras comunidades bilingües. La fundadora del partido Unión, Progreso y Democracia demostró así su alarmada prisa en señalar un problema capital de la actual democracia española. Un problema, entre otros muchos, que apenas asomó pálidamente durante los debates de la investidura zapateril, pero que gracias a la diputada pudo cobrar alguna relevancia, cuando ya la sesión inicial para la investidura del presidente agotaba su tiempo. La tesis de Rosa Díez sobre el efecto del problema como factor de ruptura de España tropezaba con el criterio relativista y pretendidamente tranquilizador exhibido por Zapatero, pregonero inesperado de su pasión hasta ahora inédita por España, y según el cual “nadie ve amenazada su identidad ni existe una forma única y obligatoria de ser y sentirse español”.

Eso que se lo expliquen —en los aspectos culturales y lingüísticos— a no pocas familias catalanas castellano-parlantes o emigradas a Cataluña. Ya Rosa Díez, en el debate, se ha apresurado a señalar que “la supresión práctica del bilingüismo en Cataluña impide la libre circulación de las familias”, con el añadido de la “exigencia abusiva del conocimiento de la lengua cooficial para concursar a puestos públicos”. Esta discriminación la conocen también, obviamente, muchos vascos y numerosos gallegos.

El problema es suficientemente conocido en la práctica totalidad de España. Otra cosa es que la opinión general haya sabido reaccionar debidamente, y menos aun que lo hayan hecho las autoridades llamadas españolas. El clásico encogimiento de hombros de la ciudadanía, precisamente cuando se cumplen doscientos años del mayor gesto de la españolidad que nuestro país desplegó en pro de las esencias patrióticas frente a los invasores napoleónicos, incluidos los catalanes en el gesto, puede que suene ahora a recuerdo patriotero. En cuanto al problema que hoy afecta a España, incluido un Zapatero colocado de perfil, todo es cuestión de esperar. Desgraciadamente.

El problema no es de ahora. Arrastra ya algunos años. Hay que remontarse a la llamada inmersión lingüística en las escuelas, que era sólo un primer paso para arrancar a los niños castellano-hablantes de sus más esenciales raíces. La nota infamante se acentuó con el Decreto de la Generalidad 75/92, de 9 de marzo, que no sólo establece el catalán, sin mayores matizaciones, como “lengua vehicular y de aprendizaje de la educación infantil, de la educación primaria y de la educación secundaria obligatoria”, sino que además, en su artículo 4.3, dice que a partir del segundo ciclo de educación primaria (8-9 años) “se introducirá la enseñanza de las lenguas extranjeras, que tendrá continuidad a lo largo de toda la educación obligatoria”.

¿Y del castellano, también denominado español, qué? Pues que, en su cualidad de “lengua no propia de Cataluña”, es una lengua extranjera o recibe trato como tal, con el correspondiente agravio para la propia población de Cataluña, que es bilingüe.

Esto, según Zapatero, como antes quedó indicado, significa que “nadie ve amenazada su identidad ni existe una forma única y obligatoria de ser y sentirse español”. O sea, que cada cual puede defender su identidad, previo pago de su importe en centros privados, porque lo que se dice “públicos” eso no es cosa que preocupe a pudientes. El nacionalismo catalán ha inventado el ciudadano español de importación sin idioma oficial propio. Eso sí, la “lengua materna” que te la den amamantándote. Y dice Rosa Díez que se va a desprender un trozo del mapa de España. ¡Qué exagerada!