EL ENTIERRO DEL REFERÉNDUM

 

 Artículo de Lorenzo Contreras en   en “La Estrella Digital” del 18.05.2006

 

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Cuatro millones de firmas acreditadas y contrastadas naufragaron el martes, como respaldo de una proposición no de ley del PP, en el Congreso de los Diputados. Pedían los firmantes un referéndum en toda España sobre el Estatuto de Cataluña, y sobre la unidad de España. La respuesta mayoritaria del Congreso fue cero en la práctica, si se exceptúan los votos de la oposición mayoritaria, que en este caso estaba condenada a ser minoría y, por tanto, carne de derrota. Una derrota por vía de ninguneo y además despachada en cuestión de minutos, tal vez ni una hora, con un discurso, eso sí, del líder del PP, Mariano Rajoy, que dijo cosas tan elocuentes como inútiles.

De esos cuatro millones de firmas, un gran porcentaje que no ha sido cuantificado dista de corresponder estrictamente al PP, es decir, no se relaciona con una actitud partidista e ideológica, sino sencillamente patriótica o, si se prefiere, española aunque se la llame españolista, que es una manera de restar significado a la expresión de voluntad.

En nuestro país, que va dejando de llamarse España para denominarse Estado Español, o sea una construcción administrativa y un adjetivo acompañante, no hay movilizaciones de masas que se sientan reclamadas por el problema y el drama del desvanecimiento de España como realidad y como concepto. Aquí las grandes convocatorias vienen determinadas por los eventos deportivos y por cuestiones sociales tan importantes como el uso público del famoso botellón, y si acaso por el problema de los parquímetros de Madrid y por la tala de árboles en torno al Museo Thyssen, en el eje madrileño de los paseos de Recoletos y del Prado.

La cuestión es grave, aunque parezca que no pasa nada. España, la antigua España, se fragmenta en naciones que han inspirado a Maragall, presidente de la Generalitat catalana, una primera valoración con honores de ecuación para la historia: “En España veo tres naciones seguras y una probable”. Las seguras ya se sabe que, por estar así definidas, con Cataluña, Euskadi y Galicia. Y la probable tiene todos los visos de ser Andalucía, definida como “realidad nacional” en su proyecto de Estatuto. Es decir, se está modificando y liquidando el modelo de Estado construido por la Constitución de 1978, que se dice todavía vigente cuando en realidad ha dejado de serlo en la práctica. El artículo segundo de esa Constitución decía –más que dice— que la unidad de la Nación española es indisoluble, indivisible y patria común de todos los españoles. De esa formulación que los españoles aprobaron en referéndum hace algunos lustros sólo queda un moribundo recuerdo. Y ni eso. Institucionalmente vivimos como si eso fuera verdad. Se juran cargos sobre ella, se promete ella y hasta se celebra en diciembre un Día de la Constitución, que es puro papel mojado.

Y encima, cuando le preguntan a Maragall, en La Vanguardia de Barcelona, si no habría sido mejor aprobar el Estatut después de la “reforma” de la Constitución, responde con una confesión de intenciones que prueban la conspiración previa existente en su día: “Habría sido mejor poder llevar a cabo la idea que compartía —él, Maragall— con José Luis Rodríguez Zapatero y Francisco Rubio Llorente de hacer primero los cambios constitucionales que incluyeran la modificación del articulo 2 de la Carta Magna para reconocer la existencia de tres nacionalidades históricas singulares, Catalunya, Euskadi y Galicia. Todo habría sido diferente”.

Entonces el periodista pregunta: “¿Eso lo tenían decidido con Zapatero?”. Respuesta de Maragall: “Si”. Nueva pregunta “¿Y por qué no se ha llevado a cabo?”. Respuesta de Maragall: “Porque eso se habló antes de que Zapatero fuera presidente del Gobierno y Rubio Llorente, presidente del Consejo de Estado. Creo que el reconocimiento de la diferencia continúa siendo la asignatura pendiente…”.

Pero si todo esta prácticamente hecho y perpetrado! ¡Si se ha cambiado la Constitución sin proceso constituyente! ¿De qué habla el señor Maragall? Como ha señalado la Hoja Mensual Informativa de Acción Cultural Miguel de Cervantes, el presidente de la Generalitat declaró el pasado día de San Jorge que la reforma del Estatut ha sido el “fruto del pacto entre la soberanía popular catalana y la soberanía española”.

Y con tanta herejía anticonstitucional, con tanta heterodoxia en nombre de la superlegalidad, va el Congreso de los Diputados y se fuma en unos minutos cuatro millones de firmas de españoles que pedían un referéndum sobre el Estatuto de Cataluña. Un referéndum, por supuesto, de todos los españoles y no de un par de millones de votantes catalanes condicionados o, en todo caso, un fragmento del electorado español, directamente afectado por una Constitución catalana disfrazada de reforma del anterior Estatuto, que ya ha sido enterrado. Eso sí, limpio como una patena.