DE LA MEMORIA COMO ARMA POLÍTICA

 

 Artículo de Pedro G. Cuartango en “El Mundo” del 10.10.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Todos los regímenes han intentado buscar su legitimidad en la Historia. Incluso los democráticos. Ahí están los casos de Francia e Italia, países que tuvieron que reescribir su pasado en 1945 para ocultar que una parte importante de su población había colaborado con la ocupación nazi.

Hay noticias de que Hatsheput, la primera mujer faraona, borró los obeliscos de Karnak para legitimar la postergación de su hijo Tutmosis. La victoria de Julio César convirtió al temido y poderoso Pompeyo en un proscrito. Tras la ejecución del rey Carlos, Cromwell anatemizó la dinastía de los Estuardo, que llevaban tres siglos reinando en Inglaterra. Y la Revolución Francesa ideó incluso un nuevo calendario para borrar de la memoria al viejo régimen de los Borbones.

Reescribir el pasado para legitimar el presente es tan antiguo como la existencia de la Humanidad. Por tanto, no debería sorprendernos este intento de Zapatero de sacar adelante una Ley de la Memoria Histórica que, en última instancia, se propone demonizar al bando nacional y al franquismo y presentar a los que lucharon por la República como víctimas de un cruento golpe de Estado.

No voy a entrar en el inagotable debate sobre la Guerra Civil, pero quiero apuntar dos cosas que me parecen obvias y que enlazan con el afán de reinterpretar la Historia. La primera es que, al derogar todas las leyes represoras del franquismo, Zapatero está intentando trazar una continuidad entre la II República y la democracia que nace tras la muerte de Franco, ignorando deliberadamente las cuatro décadas de permanencia en el poder del dictador. Este ejercicio de amnesia le permite a Zapatero presentarse subliminalmente como el heredero político del régimen republicano.

La segunda de las reflexiones es que, como sucede siempre en estos casos, la reinterpretación de la Historia supone la dignificación del bando propio en detrimento del rival político, al que se le asocia con todos los horrores del pasado. Es lo que quieren hacer el PSOE y sus aliados con el PP.

Se argumenta para justificar este proyecto de ley que los vencedores de la contienda impusieron su propia memoria desde 1939 a 1975. Ello es cierto, ¿pero pretendemos ahora hacer lo contrario para compensar? ¿Acaso el maniqueísmo es la fórmula para acabar con otro maniqueísmo de signo contrario?

La Historia la deben escribir los historiadores y no los Gobiernos y los partidos, que siempre intentan manipularla para reforzar su poder. La memoria no puede estar al albur de las mayorías parlamentarias, por lo que esta ley es un error.