PARTE DEL PSOE QUIERE NEGOCIAR CON ETA

 

 Artículo de Carlos Dávila en  “La Razón” del 06/12/2004


Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

De pronto, todo el mundo ha respirado tranquilo porque lo del viernes en Madrid fue sólo terrorismo «de baja intensidad».Un análisis más torpe no se puede hacer. Comparar las explosiones de la capital con un fin de semana agitado de «kale borroka» es, por lo menos, una irresponsabilidad.

Si ETA, sus cuates y sus servidores, tienen capacidad para colocar cinco pucherazos, también la tiene para asesinar por la espalda o para volar cualquier centro cívico. Es cierto que el ministro del Interior, felizmente colocado en el puesto, no ha ofrecido ni un síntoma de optimismo en las declaraciones realizadas ayer a este periódico.

Alonso ya sabe que una cosa es la fanfarria pseudoprogresista que le acompañaba cuando ejercía de juez o de miembro del Consejo del Poder Judicial, y otra muy diferente ser el jefe de la Seguridad del país. Ahí está el cambio. Ahora, desde el viernes, comprenderá muy bien a sus antecesores, singularmente a Ángel Acebes, al que machacó con singular impericia y muchísimo rencor, cuando le sucedió en la cartera más complicada del Gobierno.

Alonso ya se ha encontrado con ETA otra vez en Madrid, y la escasa relevancia de los atentados –¿o son otra cosa?– de estos días no le pueden cegar la dura realidad: que ETA quiere seguir sembrando el pánico y que lo puede hacer deportivamente en Madrid.

Estamos avisados. ETA lo puede hacer y, además, cuenta ya con todo el nacionalismo dispuesto a cubrir a la banda, a «comprenderla», Y en algunos casos evidentes a apoyarla. No es cosa menuda que el mismo día en que la banda reapareció en la capital, sus encubridores y secuaces de Egunkaria montaran un número inadmisible a las puertas de la Audiencia Nacional.

Allí, como se conoce muy bien, no estaban únicamente los palmeros de siempre, la Goricelaya y su coro sanguinario; no, estaba Arzalluz y también, de una u otra forma, nada menos que un ex presidente del Gobierno Vasco, Carlos Garaicoechea. Arzalluz pasó la mano por el lomo de los proetarras de Egunkaria y se dedicó a fustigar la heroica tarea de los jueces y fiscales de la Audiencia.

O sea, una vergüenza literalmente inhumana. Sin embargo, a estas alturas aún hay quien defiende al PNV en su política con ETA, y hay quien sostiene, por tanto, que su tesis de negociación con el terrorismo es la única valida para el definitivo derrocamiento de la banda.

Las gentes de Egunkaria que precedieron únicamente a los etarras en su visita a Madrid no desean, según portavoces de toda solvencia, que ahora mismo se sepan las conversaciones –¿conversaciones?, ¿negociaciones?, da lo mismo– que reputados militantes, con responsabilidad ejecutiva, del PSOE vasco están manteniendo con la Batasuna que, entre otras organizaciones, engloba a ETA y a Egunkaria.

¿Se compadece esto con la fortaleza que Alonso quiere mantener contra ETA? De ningún modo: es una contradicción clamorosa e infiable. El PNV puede poner en un aprieto extraordinario al PSOE de Zapatero, si éste, por boca de Rodríguez Ibarra o algún otro arriesgado, le afean la costumbre de criticar a ETA y sus métodos.

Arzalluz continúa manteniendo buenos contactos en los alrededores de la banda y no tiene duda de que en este momento la insistencia de siempre de su partido, más negociación y menos persecución, cuenta con adeptos importantes en el PSOE. ETA y su pandilla de indeseables probablemente no fuerzan su máquina por eso mismo: porque está a punto, a pesar de su extremada debilidad, de lograr, en su peor momento, que, como sugiere sin ambages Otegui, las «partes en conflicto» se sienten a hablar. Los petardazos del viernes son una advertencia: o negociación o bombas.

 La pregunta es si este penosísimo Gobierno, que tiene estupefacta a media España, se avendrá directamente a lo primero. Los signos son –y no es extraño en Rodríguez Zapatero– antitéticos: por una parte, Alonso, y su inmersión realista, por otra, los amigos de Zapatero que pregonan, y obran en consecuencia, la «solución pacífica del conflicto». Como Arzalluz, como Batasuna.