EL ATENTADO DE MARZO NO ESTÁ ACLARADO

 

 Artículo de Carlos DÁVILA  en  “La Razón” del 13/12/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Zapatero, con la mejor de sus sonrisas Netol y su ultramoderno peinado a lo «Yo Claudio», también con «respeto y humildad» según su procaz autopresentación, se dispone a cerrar hoy la Comisión de Investigación del 11 de marzo. Le ayudan en el menester sus correligionarios, naturalmente, y una colección de adosados de ocasión, desde Izquierda Unida a Convergencia, a los que lo ocurrido en aquel enorme atentado les importa más bien poco. Cambió el Gobierno de la Nación y eso valió para que, por ejemplo, un partido independentista, amigo de ETA, sea hoy el árbitro de la España política. Los socialistas creen que la comparecencia de Zapatero no pasará más allá del almuerzo y que ella será un ejemplo de transparencia democrática, buen talante y mucha mirada al futuro. Este concepto: el futuro, será la clave de las intervenciones de ZP, pero, ¿cómo mirar al futuro si allí, en la Comisión, lo que se necesita esclarecer es el pasado? Es curioso: al PSOE se le han derrumbado durante todos estos meses de investigación dos argumentos, mejor aún, dos acusaciones miserables: la mentira y la imprevisión. Por eso han buscado otra añagaza en la que basar su posición. La martingala es ahora ésta del futuro y ese pacto contra el terrorismo islámico que está de más. Porque, ¿quién esta a favor de tan repugnante terrorismo?. ZP trata con este nuevo ardid de clausurar cualquier posibilidad de conocer las relaciones de los asesinos del 11-M con ETA. Trata de eso y de cerrar con ese pacto, una Comisión que, puridad, está más abierta que cuando empezó sus muy discutibles trabajos.
   No hay noticia alguna, por ejemplo, de la autoría intelectual, o sea de los grandes responsables de los atentados (los criminales fueron únicamente los matarifes), porque ya hace muchos meses que Zapatero dictaminó que «los hechos están clarísimos». Frente a la opinión de algún estulto resentido por no se sabe qué trato del Gobierno de Aznar, si algo ha dejado claro la Comisión es, primero, que los moritos de Lavapiés fueron sólo los ejecutores de la execrable carnicería, y, segundo, que quien se ha aprovechado de aquel atentado no fue precisamente el Gobierno del Partido Popular. Revelaciones como las amenazas, nítidas y sin aspavientos, de Mohamed VI al ministro, entonces de Exteriores, Josep Piqué, y declaraciones como las de «El Egipcio» situando la iniciación del atentado en el 2002, y festejando la caída, fruto del propio atentado, de Aznar y su partido, no son excrecencias –por muy repugnantes que resulten– baladíes; son realidades sobre las que hay que construir toda una nueva investigación. Por tanto, ni está nada claro, ni se puede cerrar la Comisión, ni hay derecho (sobre todo por parte de las víctimas), a que se dictamine precipitadamente que un grupo de homicidas de tercera perpetraron la mayor catástrofe terrorista que haya sufrido nunca España. Las manifestaciones de Blanco no dejan lugar a dudas: el PSOE quiere presentar al PP, ahora que ya no le imputa mentira o imprevisión, como un partido sin alma que desoye y minimiza el grito de los muertos de Atocha, y está interesado sólo por los gritos de Génova. Una insidia nada arcangélica. Cuando ya se ha demostrado que aquel Gobierno honrado no mintió, y cuando ya está visto como Rubalcaba, Vera y García Farreras (hoy, Pérez sabrá por qué, alto ejecutivo del Real Madrid) prepararon el asalto a las sedes del Partido Popular, el PSOE no se atreve a hablar de «imprevisión» en la política antiterrorista de Acebes. Porque, ¿cómo hacerlo sin recordar los bombazos de ETA del pasado puente de la Constitución?. No, esta Comisión tiene mucho trabajo por delante y su presidente, hasta el momento ejemplar, debe negarse a su clausura, por mucha presión que desaten sobre él, José Luis Rodríguez Zapatero, el Partido Socialista y la artillería de medios que les soportan. Porque, eso sí, soportar a este Gobierno es tarea imposible para nadie que no se declare un humorista y viva de ello.