EL 2005, UN AÑO CLAVE PARA ESPAÑA

 

 Artículo de Carlos DÁVILA  en  “La Razón” del 27/12/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)


Lo mejor que se puede decir de este año 2004 es que ya sólo tiene cinco días de vida. Por resumir: ha sido el año en el que a España le ha dado miedo y verguenza de ir bien. Hace unos meses afirmaba un gran empresario. «Para una vez que marchábamos estupendamente, la hemos j.....». Pues eso, la hemos j..... Es cierto que un conjunto de criminales mandados aún no se sabe por quién, abrió lar carnes del país en el pasado marzo, y que ese fatal acontecimiento, tan imprevisible como cualquier otro atentado terrorista, nos ha dejado destrozados. Sus consecuencias ya están dichas: un partido púber y sin formación alguna, compuesto por retales (algunos de desecho) se alzó improvisadamente con el poder y desde entonces únicamente ha hecho otra cosa que descoser todo lo que se había zurcido en ocho años de gran gestión y de pésima comunicación. Eso es cierto, tan cierto como legítimo y desagradable. El jefe de esta cegada alternativa se ha encargado en poco más de ocho meses de poner al país patas arriba, de forma que ahora mismo ya se discute todo: desde la propia realidad de España hasta la convivencia nacional. Nunca, desde la Transición se expuso de manera más irresponsable al país a una confrontación desatada. La concordia ha saltado por los aires, y parece que las tópicas dos Españas han vuelto al ruedo de la España más cañí, estúpida y desazonadora.
   Y llega el 2005. Llega y no nos va a proporcionar un respiro. Ese va ser el ejercicio más peligroso para la unidad de la Patria (ojo, no hago otra cosa que recoger lo inscrito en la Constitución) que haya pasado nunca España. Los mariachis de Ibarreche, alentados frívolamente por los socialistas vascos y por los terroristas de Batasuna, se disponen a aprobar un plan independentista radical, mientras en Cataluña, Maragall, sus próximos aliados de CIU, y los secesionistas de Esquerra, preparan un Estatuto idéntico, como una gota de agua a otra, al del visionario lendakari. Para esta doble agresión Zapatero, siempre con su sonrisa Netol, y ya con su título extravagante de «Español del año» bajo el brazo, no tiene más respuesta que la vaga y descalificada contestación, presuntamente científica, que declara, ¡Dios mío con este hombre!, obsoleto el concepto de nación. Hasta hace unos meses, Jiménez de Parga en el Tribunal Constitucional garantizaba que la barbaridad de los nacionalistas y la estulticia de José Luis Rodríguez Zapatero no tuvieran posibilidad alguna de éxito; ahora, la Presidencia de la esposa del asesor de Ibarreche en el Constitucional, avalan las ansias desintegradoras de todos los dinamiteros de España. El panorama no puede ser más desolador. Este problema, que algunos esforzados de la ambigüedad, denominan «de territorialidad», va a ser el meollo clave de nuestra vida nacional, pero, curiosamente, no parece preocupar en demasía a los españoles. Lo que se habla en la calle no tiene nada que ver con ello, de donde podría deducirse que a los españoles nos importa un bledo que nuestro país se trocee como un queso partido. Los socialistas podrán seguir malgobernando mientras –se dice– la cartera nacional e individual no sufra demasiado, mientras se puedan seguir pagando las hipotecas y veraneando al menos tres veces al año. ¿Cuánto falta para que llegue ese mal momento?. El 2005 nos los dirá, pero los augures más asépticos aseguran que las pésimas noticias llegarán pronto.
   La sociedad dividida por tantas cosas: el modelo de convivencia, la religión, las guerras lejanas, la permanencia de la Nación... ya se ve que sólo reaccionará si adelgaza el euro. La pela es la pela también en España. En eso confía el Partido Socialista que, por lo demás, se apresta, con afán políticamente criminal, a intentar el destrozo del Partido Popular, siguiendo el modelo que tantos réditos le proporcionó con UCD. A este Partido Popular, al que se le sitúa en soledad clamorosa frente a una coalición radical socialista e independentista, le ha caído la misión de oponerse nada menos que a la destrucción de la propia España. No es parco menester para un partido todavía en estado de estupor por la increíble derrota de marzo.