ZAPATERO ESTÁ MUERTO, PERO ES UN VIVO
Artículo de Carlos Dávila en “La Gaceta” del 10 de octubre de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
"Zapatero está
muerto, pero es un vivo. Ojo con sus coletazos, que no perdonan ni a los suyos.
Aquí, si no se va, habrá para todos. No sólo para nosotros, que, desde luego,
recibimos estopa por orden suya con rencor”
Lean,
como el presente, espantados: “Puede, quiere y sabe”. Es la sentencia de la
inquisidora De la Vega sobre el aún su jefe: José Luis Rodríguez Zapatero. Con su simpatía habitual,
no exenta de maneras autocráticas, la todavía vicepresidenta del Gobierno
agónico de España contestó así a una enojosa pregunta sobre el futuro político
del presidente. Un día después de que los socialistas de Madrid le arrearan un
sopapo escandaloso a la enchufada del “yo, lo que me diga el presi”, a esta
señorita Trini, que cada vez que se presenta a algo
pierde más que el Zaragoza en la Liga BBVA. Eso lo dijo un día después, pero
podía haberlo respondido el mismo día en que el Fondo Monetario
Internacional (un
organismo cutre de chicha y nabo según los socialistas) desmintiera los
alocados pronósticos del Gobierno.
Todo
eso, decía Fernández, mientras su sostén, el Zapatero con ojeras ya en forma de alforjas y
rostro patético, anunciaba trémulamente en Telecinco que aquí de crecer nada,
que el año venidero va a ser horroroso y que ya veremos después. Agustín de Foxá –siempre maltratado por los progres de este país, que
constituyen una caterva de analfabetos– no tenía, que dijéramos, una buena
opinión de la coyunda marital; por eso se refería a ella de este modo: “En el
matrimonio, el primer año es malo... y después todos los demás”.
Rubalcaba se la jugó
Pues
así pensaba el abajofirmante al escuchar en una radio
amiga a Torquemada Fernández alabar el estado anímico y político de Zapatero. Casi es la
única que opina de esta forma, aunque José Blanco se une a ella en público,
pero en privado es otra cosa según nos cuentan. Blanco empieza a maliciarse
que, en la operación señorita Trini, el malvado Rubalcaba
se la jugó. Esta misma
semana, un periodista afecto a la causa (no hablo de Urbaneja), y de los
poquísimos que han tenido la gentileza de expresar un cierto cariño ante la
brutalidad del acoso que estamos sufriendo en Intereconomía, me confesaba: “Hace falta
ser muy tonto para no darse cuenta de que en esta peripecia Rubalcaba ha jugado
a dos barajas; si le salía bien lo de Trini, miel
sobre hojuelas; si le salía mal, como le ha salido, siempre puede ir diciendo
que Zapatero ya no es quién en el PSOE, que ya no se le hace caso”. Barreda, a punto de perder el
sillón que heredó de Bono, ya ha saltado a la yugular de su admirado líder.
Pero
dice la vicepresidenta que quiere, puede y sabe. Desde luego, él se lo cree.
Desde Franco no hemos escuchado una frase tan altiva, tan desmedida, tan
inapropiada, tan de orate como ésta con la que Zapatero obsequió el miércoles a
un periodista tan pulcro –siempre en todos los sitios hace lo que puede– como
Pedro Piqueras: “Es más importante el futuro del país que el mío personal”.
¡Pues naturalmente que sí!, por tanto no hace falta que se esmere por nosotros,
está absolutamente comprobado que España puede vivir sin él; es más, él es un
estorbo para España. Ya está caldeado y cubierto con su aura de gobernante
providencial y está convencido –eso ya no lo duda nadie– de que o él nos salva
o no nos salvará nadie. Hace muchos años oí a un colega tan jocundo y fecundo
como Miguel Ángel Aguilar decir lo siguiente: “Es que estos socialistas no se
conforman con gobernarnos, es que nos quieren salvar”. Pues eso: Zapatero nos
quiere salvar, así que échense todos a temblar.
Sus
derrotas fingidas
Y por
eso mismo quiere seguir, porque se piensa, en su propia sandez, indispensable.
Desde luego es un artista. Ni pensar en marcharse. Hay que ver cómo ha
solventado la crisis madrileña. Con mansedumbre franciscana y con un cinismo
que ni Calígula presentando a su caballo como el epígono más leal, el que mejor
comprendía su universal pensamiento. Ahora está por la labor del “aquí no ha
pasado nada”, “los socialistas no se pelean, hacen brillar la democracia
interna”. Fíjense lo que le soltó a Piqueras, eso sí, enmarcando sus cejas circunflejas en una actitud facial que cualquier
fisonomista calificaría por lo menos de falaz. Dijo el líder: “Entre compañeros
de partido las derrotas son otra cosa”. Naturalmente que lo son. Son puñaladas
en el quinto espacio intercostal por donde se mueve el corazón.
Él no
sabrá nada de Andreotti, el imicutible italiano, tan
pequeñito pero tan perverso, tampoco de Churchill, que abandonó el Partido
Laborista británico para unirse al Conservador al grito de: “¡No hay quien os
soporte, chicos!”. “Miro a mi bancada parlamentaria y no encuentro un solo
amigo”, decía el inglés, y: “Gobernar consiste en hacer callar a quien plantea
problemas”, afirmaba el entrañable y chepudo democristiano. El primero advertía
de la falsedad de los abrazos partidistas; el segundo podría ser para Zapatero
un asesor de cabecera. Nadie mejor que Zapatero para dar caña a todo el que se
le opone. Es un especialista sólo comparable a su amigo/enemigo del alma:
Alfredo Pérez Rubalcaba.
Ahora
está en ocultar las heridas, que taparlas es ya imposible. El periodista citado
líneas arriba me avisaba enfáticamente: “No le conoces; ¡se hará con Gómez!”. Y
la verdad es que hay que empezarlo a creer. Gómez es una réplica un poco menos
cursi, pero igual de presuntamente sublime, del propio Zapatero. Ha copiado sus
gestos, sus réplicas, sus muecas. Ya está en situación de considerarse un
líder, y de ahí a añadir al sustantivo el adjetivo carismático, queda apenas un
hilillo métrico. Gómez, como Zapatero, está virgen en derrotas y eso hace
crecer la autoestima, pero sería un estúpido (y Carmona me dice que no lo es)
si se confiara, si, como me confiesa el colega antedicho, no advirtiera que
pueden venir a por él.
Felipe
González, que no se queda quieto un minuto, ha hecho saber lo siguiente:
“Borrell también ganó las primarias y se pensó imbatible hasta que el aparato
le empezó a sacar mierda”. Olvida González que los miembros de su aparato,
ayudados eficazmente por Prisa cuando ésta era algo, eran todos hombres suyos,
hombres a los que había elegido probablemente para hacer este tipo de faenas.
Ahora Zapatero, y por algún tiempo todavía, domina el aparato actual, compuesto
por siervos de la gleba que entre todos suman neurona y media. Son más bien
cortitos de entendimiento pero feroces en la lucha, de forma que si Zapatero
toca el pito, y a Gómez seguro que se lo van a tocar, y ustedes perdonen por el
casticismo, destrozan a quien se les ponga por
delante.
Un
enjambre de intereses
Zapatero
está muerto, pero es un vivo. Ha tejido a su alrededor tal enjambre de
intereses que quienes se lo deben todo son capaces de utilizar las armas más
bochornosas para proseguir en el poder. La Justicia, la Administración, los
sindicatos, la Policía... todos en general, con las debidas y respetadas
excepciones, se han puesto a trabajar en el trance. Ahora el que se mueve no es
que no salga en la foto, es que le pegan con la máquina en el testuz. Cuando
notas el aliento pútrido de estos caracolillos furiosos, sientes que o te
defiendes o te machacan. Digo lo de siempre: si te pones de rodillas, el
puntapié, en vez de propinártelo en los huevos, te lo atizan en la barbilla. No
sé qué duele más. Zapatero está muerto, pero es un vivo. Ojo con sus coletazos,
que no perdonan ni a los suyos. Aquí, si no se va, que no se va, habrá para
todos. No sólo para nosotros, que, desde luego, recibimos estopa por orden suya
con rencor.