La radicalización del PSOE como trampa para Rajoy

 

 Artículo de Enrique de Diego y Xavier Horcajo en “Epoca” del 23-3-05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

El gabinete socialista viene desarrollando, para mantener la iniciativa política, una peligrosa estrategia de radicalización de la sociedad. Hasta el momento, Zapatero y su equipo han demostrado dominio de la propaganda y mediocridad en la gestión.

En este último punto, los socialistas gozan de la inercia y la capacidad de maniobra de la exitosa política económica del PP, pero sin resultados en la política de vivienda, sin ordenadores en los colegios -las dos promesas estrellas- y sin cumplir las expectativas del voto joven -aumento el paro juvenil y la precariedad-.

El gabinete viene desarrollando una política de gestos, que para unos pretende crear el caldo de cultivo suficiente para catalizar en el surgimiento de una extrema derecha (que compita electoralmente con el PP), y para otros simplemente trata de ocultar las contradicciones internas del partido socialista, que afectan al mismo modelo de Estado.

Esos gestos de radicalización se presentan como auténticas trampas hacia Mariano Rajoy, quien puede, sin embargo, encontrar en ellos un espacio abierto para retomar la iniciativa por superación, marcando no sólo sus propias convicciones, sino también redefiniendo nuevos objetivos en los frentes claves de política exterior, política social, modelo de Estado y economía.

El análisis del PP se aleja del que ha tomado carta de naturaleza en el mundo mediático. Para los populares, Zapatero va en serio, "se trata de un auténtico radical. Lo siente como tal. Lo que nos dicen en León es que desde joven ya era así. Todo eso de su abuelo el capitán Lozano le ha obsesionado con la Guerra Civil".

Fuentes de la dirección del PP constatan que "en los debates parlamentarios, y en diversos momentos políticos, Zapatero siempre ha terminado poniéndose al frente de la manifestación con los más radicales".

Desde luego, "el Gobierno quiere hacer guiños hacia sus coaligados: un partido independentista e Izquierda Unida". La coalición de gobierno no es de centro-izquierda, sino de extrema izquierda. El mantenimiento de cierta dosis de pragmatismo en el terreno económico se compaginaría con actitudes propias de cierta adolescencia gauchiste. Ningún presidente había adoptado actitudes que cuestionaran el consenso básico de la Transición.

"Es posible que Zapatero tenga un interés electoral por los votos radicales". Esta recuperación del guerracivilismo y la mentalidad de trinchera puede deberse, sin embargo, a la necesidad de trazar una línea para su propia parroquia, de forma que acepte pactos, en buena medida contra natura, con Esquerra Republicana, justificados bajo un aura antifranquista, situando al PP como el mal mayor.

Zapatero ha declarado que no habrá nunca más un acercamiento, como el que bajo el paraguas constitucionalista, se produjo hace cuatro años en las elecciones autonómicas vascas.

La tesis de que el PSOE quiere promover el surgimiento de un partido de ultraderecha es cuestionada o matizada dentro del PP. En Génova se tiene claro que "se viene buscando la división y la ruptura del PP. De ahí que sistemáticamente se señale a unos como más radicales.

Es una estrategia que pusieron en marcha tras las elecciones europeas, cuando se sorprendieron por la solidez del respaldo electoral".

Mariano Rajoy tiene, sin embargo, el reto de tomar la iniciativa. Ha adoptado una posición más firme y un estilo más directo, como cuando ha calificado de "orgía permanente" la política exterior o ha pedido a Zapatero que deje de decir "frases idiotas".

Además, ha comenzado a asumir compromisos como el de retomar el trasvase del Ebro cuando llegue al Gobierno. Uno de los activos del jefe de la oposición es capitalizar el recuerdo de la bonanza económica de los ochos años del PP y recuperar el discurso de la reducción de impuestos, reivindicación de las amplias clases medias.

El Pulso económico de Rajoy
Si el PP puede presumir de algo, es de haber dejado una estela en lo económico apreciada por la sociedad española. De hecho, la ortodoxia de Pedro Solbes como primer gestor de la economía española pretendía no variar en lo fundamental la buena salud económica, aunque lo ha conseguido a medias.

Afloran síntomas de ralentización y será en los próximos meses cuando los españoles girarán la cabeza para vez qué ideas tiene la oposición, sobre todo si la situación empeora como sería previsible si el barril de petróleo sigue subiendo.