NO SUBESTIMAR, MUCHO MENOS SOBREESTIMAR A ZP

 

 Artículo de Enrique de Diego  en “El Semanal Digital” del 22.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

22 de octubre de 2005.  No hay que subestimar a Zapatero. Es una frase recurrente que se suelta de continuo a la menor crítica al presidente por accidente o cuando uno muestra su perplejidad ante la vacuidad de sus frases grandilocuentes, que cada vez se hacen más numerosas y más retóricas y algunas no pasan del nivel del trabalenguas, sin llegar ni tan siquiera al del demagogo.

Hay muchos síntomas que indican que
Zapatero es una mezcla de comercial y de político profesional acostumbrado a la mera supervivencia. Es conocido que su formación básica se ha edificado en el bar del Congreso. No digo cómo llamábamos en mi pueblo a los que iban con la sonrisa puesta. Desde luego, Zapatero no tiene proyecto. Eso es una obviedad. Eso no quiere decir que otros no lo tengan y se lo hayan dado prestado, desde los nacionalistas, que han encontrado en él una auténtica bicoca, hasta notorios grupos de presión mediáticos –o sea, PRISA-.

Lo que no hay que hacer, en ningún caso, es sobreestimar al personaje. Llegó al poder por la mezcla de una masacre y de una manipulación abrumadora. Demostraron tanto él como sus colaboradores una absoluta carencia de escrúpulos morales. Hay muchas anécdotas que hablan de su vanidad y de su entendimiento de la política como cuestión de gestos y de fotos. Su tendencia a soslayar el fondo con carretadas de formas empalagosas.

En ninguno de los aspectos de la realidad está adoptando decisiones correctas. Desde luego, no en la economía, en donde empiezan a percibirse síntomas muy inquietantes. Es de ese tipo de personas destructivas que, al tiempo, se presentan con una ingenua irresponsabilidad.

A mí me parece el peor de los presidentes posibles, y aún de los imaginables. Y no es lo menos preocupante que hasta antes de ayer haya gozado de una notable popularidad y generado una tan importante como inmerecida confianza. Me atrevo a aventurar en su caso que más dura será la caída. La zapaterofobia avanza y llegará un momento en que el actual inquilino de Moncloa se hará insoportable, porque nuestra sociedad no está muerta ni envilecida, como muchos –empezando por él- se empeñan en creer.