POSTPROGRESISMO

 

 Artículo de Julián Delgado en “La Razón” del 08.03.06

 

  Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

Sabemos que este comienzo de siglo se caracteriza por la abundancia de excelencias técnicas y por el olvido de los valores

imperecederos y las ideas impulsoras del progreso de la sociedad.

El mundo de los valores se desintegra y deja de ser el punto central de referencia del sistema social en nuestro tiempo. De esta

manera se pierde la capacidad de futuro y todo se convierte en un presente cada vez más agobiante y estrecho, mientras ese futuro

lleno de incertidumbres invade el presente cada vez más neblinoso y agotado.

En este escenario de disfunción e inversión de valores, el sistema económico somete con sus imperativos la forma de vida

doméstica, mediatiza a toda la sociedad, convierte al ciudadano en un ser incrédulo y apático, creando un clima de desconfianza.

Se desplaza el interés de las mayorías al interés de grupúsculos políticos y fi nancieros; la sociedad libre y dinámica a una sociedad

en que los centros de poder son los que transmiten los principios y valores en función de los intereses de los poderosos, anulando

la crítica o desvalorizándola.

Los gobernantes que hoy padecemos son fi el refl ejo de este postmodernismo interpretado por el postprogresismo. J.J. Brunner

dice que ser postmodernista es «contribuir a desconstruir, deshacer todo lo que queda o resta del viejo mundo». Ni que hubiera

estado pensando en Zapatero, que, además, en su acción, no se limita a una remodelación a partir de lo anterior, sino a una inconsciencia

de las cosas, los hechos y las ideas. Si la modernidad era «la razón tras el progreso», el postprogresismo, para el presidente, es el «progreso sin la razón». Por eso, impulsado por la exigencia de rapidez sin escrúpulos, que parece presidir esta era a decir de David Riet, era de inconsecuencias,

no de reflexión, ha desencadenado el desmantelamiento de un viejo país lleno de historia, un proceso de segregación claudicacante al imperio de los fragmentos. Se ha entregado a los grupúsculos minoritarios, armados y desarmados, presionado por el presente, sin considerar el futuro

y con la mirada puesta en el pasado para desenterrar y utilizar los odios.