CITA A CIEGAS

 

 Artículo de Álvaro Delgado Gal en “ABC” del 19.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Afinales de la semana pasada, Zapatero afirmó que albergaba buenas razones para no desesperar de un inminente abandono de las armas por ETA -no empleó estrictamente esta locución, aunque sí otras más o menos equivalentes-. No mucho después, estalló una bomba. El jueves 16, «La Vanguardia» volvía a echar las campanas al vuelo. Estalló otra bomba. Las bombas envían un mensaje no menos contencioso o ambiguo que los clarinazos que cada poco nos anuncian la paz. Tal vez las bombas signifiquen que no hay nada de nada. O que todavía no ha llegado el momento de admitir públicamente que hay algo . O quizá la propia ETA esté dividida.

Sería asombroso que el presidente, que ha sacrificado cosas muy serias a la hipótesis de que ETA se encuentra a dos pasos de cortarse la coleta, experimentase la misma desorientación que usted, yo, o el experto ocasional que abre la boca y no da una. Propendemos a pensar, en consecuencia, que Zapatero mantiene con la banda canales de comunicación reservados y acaso directos. Si dentro de seis meses siguieran estallando bombas, habría que revisar, me temo, este supuesto, y concluir que el inquilino de la Moncloa ha obrado a impulsos de una intuición personal e intransferible. Dejemos a un lado, sin embargo, la cuestión de si Zapatero sabe lo que no sabemos si sabe, y vayamos a lo que es público y notorio.

En este instante, son tres los futuribles que se nos proponen sobre el País Vasco. Está, en primer lugar, la versión del Gobierno. Punto arriba, punto abajo, el Gobierno insiste en decirnos que no se ventilarán cuestiones políticas con los terroristas, de los que se espera la entrega de las armas sin condiciones. La segunda versión, es la del PSE. Según los socialistas vascos, se abrirán dos mesas de negociaciones. En una, los partidos vascos discutirán, a calzón quitado, sobre el futuro del País Vasco, mientras en una segunda mesa se tratan con ETA los términos de su desistimiento -ésta es la palabra escogida por el Gobierno. Palabra más cortés que «derrota», y manifiestamente más equívoca-. El PSE añade que se trataría de dos procesos rigurosamente independientes. O sea, que el uno no contaminaría al otro.

La propuesta adelantada por los portavoces de ETA habla de una salida negociada al conflicto, una salida que se sellaría con un referéndum de autodeterminación. ETA no ha dicho que se vaya a rendir, ni aun siquiera que vaya a desistir. Sobre el papel, suena más creíble la versión etarra que la de López y compañía. ¿Por qué? Porque es metafísicamente imposible que las dos mesas teorizadas por el PSE no entren en resonancia recíproca. Si las conversaciones sobre presos o el libramiento de alijos se verificaran con sigilo, y antes de que se diera el plácet a la mesa política, podría confiarse en la independencia de las negociaciones. Ahora bien, bastará que éstas sean paralelas, y revistan un carácter más o menos público, para que se conviertan, por la fuerza misma de las cosas, en expresiones de una negociación única. Sostener lo contrario son ganas de engañarse, cuando no de tomar el pelo al respetable.

Formulémonos, a continuación, una pregunta no exenta de valor heurístico: ¿qué haríamos, si fuésemos la ETA? Como no somos la ETA, no sabemos qué haríamos, de suyo va. Pero supongamos que además de etarras, somos agentes racionales. Lo que entonces haríamos, sería incoar, mediante una tregua indefinida, un movimiento al alza de las expectativas. Agitaríamos a nuestras terminales para exigir, desde la sociedad, la paz, sin reparar en el quítame allá esas pajas de tal o cual escrúpulo constitucional. En el juego entraría el clero vasco, y no inimaginablemente, algunos prelados más, del cuadrante catalán y no sólo catalán; entraría el PNV, por coherencia y porque no tiene ningunas ganas de ser cortocircuitado por el Gobierno; y metería un pie, si bien no el cuerpo entero, Zapatero. Las ganas que tiene Zapatero de hacer una hombrada en el País Vasco son indescriptibles, y se combinan con cálculos más o menos fantásticos en torno a la posibilidad de montar en la región una alianza con los abertzales que copie el experimento catalán. El experimento catalán, por cierto, ha sido un desastre, al punto de que el PSOE ha concluido por rehabilitar a CiU y enemistarse con ERC y el PSC. Pero Zapatero es inasequible al desaliento y quiere repetir la aventura, según consta de manera por completo fehaciente. Así que Zapatero metería, sí, un pie. ¿Cuál? Muchos observadores descuentan ya la legalización de HB. ETA recompensaría el gesto valiente de Zapatero escogiendo enunciaciones ambiguas, compatibles con la tesis de que se va a desarmar, y también con su contraria. ¿Y después?.

Después, Dios dirá. En el mejor de los casos para ETA, el Gobierno habría desencadenado una deriva que no estaría en situación de gestionar. Se podría estar asistiendo a la autodeterminación «de facto», con consecuencias que a ETA no le afligen en absoluto. En un escenario más probable, se frustraría el proceso de paz, pero HB habría vuelto al mapa. Comprendo a ETA. Menos, al Gobierno.