¿TRAMPAS EN EL SOLITARIO?
Artículo de Álvaro Delgado-Gal en “ABC” del 30.04.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
ETA acaba de dejarlo bien claro: o
le dan lo que quiere, o desentierra otra vez el hacha de guerra. Seamos
honrados, y también un poco valientes, y miremos las cosas tal cual son. Uno:
ETA quiere Navarra. Dos: ETA no ha renunciado a la autodeterminación del País
Vasco. Tres: ETA no abdicará formalmente de la violencia mientras el Gobierno no
se pliegue a estas dos exigencias. Ello recomienda una lectura sumamente
escéptica del alto el fuego del 22 de marzo. Las inflexiones estilísticamente
novedosas de la declaración de tregua -el calificativo «permanente», por
ejemplo- no constituirían anuncios o anticipaciones de la paz, sino meras
coartadas que la banda habría dado al Gobierno para calentar motores y preparar
la fase de las concesiones absolutas. Hablando en plata: ETA ha previsto que se
rinda el Gobierno, no rendirse ella.
Segundos más tarde de haber enunciado la teoría que arriba queda consignada, uno
sufre un ataque de asombro y piensa que hay algo que desafina. No, no es posible
que el Gobierno haya medido con tanta ligereza las intenciones de los
terroristas. Sin embargo, no disponemos de teorías alternativas que expliquen
mejor lo que está ocurriendo. Por increíble que parezca, la teoría pesimista es
la menos mala de todas. No hay más remedio que aceptarla como verosímil, y
ponerse a sacar conclusiones. Enfilemos la tarea penosa con un poco de
perspectiva.
Escandalosamente, el partido socialista abrió una línea de contactos secretos
con ETA no mucho después de haber instado un pacto cuyo propósito principal era
que ninguno de los dos partidos, ni el socialista ni el popular, desbordara al
otro por retaguardia y entrase en negociaciones políticas con los terroristas.
Es de suponer que la idea vino de Eguiguren, o alguna otra luminaria por el
estilo, y que la dirección socialista, o al menos Zapatero, decidieron adoptar
al comienzo una actitud experimental. En lugar de cortar la iniciativa, que es
lo que deberían haber hecho, apoyaron los brazos en el burladero y se
concedieron un tiempo para ver cómo se desenvolvía la faena. De modo progresivo,
y de forma acelerada tras la victoria en las generales del 2004, fue dibujándose
un concepto cada vez más definido de la estrategia que convenía adoptar en el
País Vasco. El núcleo de la posición socialista era éste: ETA se halla en las
últimas, y HB, harta de su papel históricamente subordinado, busca pretextos
para asumir el liderazgo e incorporarse a la política normal. Urge por tanto
agarrar la ocasión por el rabo, y fortalecer las propensiones pactistas de la
organización. ¿Cómo? Ofreciendo a los violentos el equivalente a un plan de
pensiones. O sea, una instalación confortable en la Euskadi pacificada del
futuro.
Se apeló al modelo catalán para aclarar ideas. Se identificó a HB con ERC, al
PNV con CiU, y se entendió que sería inteligentísimo hacer una pinza contra los
nacionalistas institucionales y reproducir las combinaciones del Tripartito. De
resultas del montaje fantástico, se ingresó, antes incluso de declarada la
tregua, en el terreno delicado de las complicidades, de la concurrencia de
intereses entre los etarras virtualmente reconvertidos, y los socialistas
virtualmente dueños de Ajuria Enea. ¿Hasta dónde se ha llegado en este escarceo
frenético?
No lo sabemos. Sencillamente, no lo sabemos. Pero sí parece seguro que se han
roto principios prudenciales básicos. Es evidente que se ha hablado de Navarra y
de la reforma del Estatuto de Guernica, una reforma que incluiría cláusulas
referidas al derecho de los vascos a redefinir su posición dentro de España. Y
es probable que se hayan cruzado fórmulas, o esbozos de fórmulas. Lo que
seguramente no se ha convenido con un mínimo de precisión, es la manera de
interpretar esas fórmulas, o si me permiten el retruécano, de interpretar las
interpretaciones. Las cuales resultarán ser distintas según quién las haga: si
los terroristas o el Gobierno, como también han sido distintas, en el caso
catalán, las lecturas del Estatuto ejecutadas por los socialistas, y las hechas
por los nacionalistas, o por no salir de casa, las que aplica el aparato de
Ferraz, y las que practica Maragall.
La consecuencia nefanda ha sido una confusión de todos los demonios. Empezamos a
no comprender, tan siquiera, lo que significan las cosas más sencillas. Bajo la
presión de la casuística, los mensajes se han hecho borrosos, equívocos,
infinitamente elásticos. Nos consta ya, por boca del portavoz del Gobierno y del
propio presidente, que no se pondrá el acento en la entrega de las armas. El
Gobierno se contentará con que ETA dé señales suficientes de desistimiento. Nos
consta, igualmente, que Otegi puede ejercer tranquilamente de representante de
un partido ilegal. Y nos consta que el futuro de Navarra está en el alero porque
si ETA se porta bien -¿cómo determinamos, por cierto, que se ha portado bien?-
«todo es posible», por acudir a la expresión usada por Zapatero.
¿Alguna buena noticia? Sí. ETA ha dicho «aquí estoy yo». Eso aclara bastante las
ideas. Es posible incluso que el Gobierno se dé por enterado.