DESPUÉS DE AGOSTO

 

 Artículo de Álvaro Delgado-Gal en “ABC” del 27.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

«Sic transit gloria mundi»: así pasa la gloria del mundo. A finales de junio, el tono vital del PSOE había alcanzado un punto máximo. Se había iniciado el llamado «proceso de paz» y cerrado el proceso catalán, y la derecha aparecía desconcertada e inquieta. En cuarteles próximos al PP cundió la sensación de que se había perdido la batalla. Evitaré explicarles por qué este pronóstico se basaba en un análisis poco meditado del frangente nacional. Pero las sensaciones, en política, pueden más que los hechos, y el caso es que a la derecha no le llegaba la camisa al cuerpo y que el Gobierno se las prometía felices. Tanto, que se hablaba ya de apuntillar al PP con un adelanto de la convocatoria a urnas.

Las alegrías socialistas y las concomitantes tristezas populares han quedado lejos después de dos meses aciagos para el equipo que ocupa el poder. Más importante aún que el fracaso gestor del Gobierno aquí o allá -El Prat, Galicia, la inmigración incontrolada, el País Vasco- ha sido la imagen integral de inconsistencia, de labilidad que el Ejecutivo ha proyectado. Centrémonos, por ejemplo, en el escándalo incesante de los cayucos. Produce desazón saber que los inmigrantes son evacuados a la península y desparramados por ella como niños expósitos. Y causa alarma, y cierto sentimiento de violencia, comprobar que las apelaciones urgentes a la cooperación internacional caen en terreno yermo, un terreno devastado por la inoperancia y errático comportamiento del Ejecutivo en todo lo que se refiere a los intereses españoles fuera de nuestras fronteras. Esto, sin embargo, no es lo peor. No existen remedios mágicos contra la presión migratoria, y quizá fuera aconsejable cargarse de comprensión y paciencia y esperar un rato antes de emitir un fallo condenatorio contra el Gobierno. Lo peor es que los responsables frente a la opinión no han realizado ningún gesto que permita suponer una toma de conciencia moralmente seria de la situación y de los errores que hayan podido cometerse en el pasado. Nos habría gustado oír alguna reflexión sobre las carencias del proceso regularizador que Caldera impulsó hace año y pico a contrapelo de voces expertas y de las recomendaciones de la UE. Habríamos interpretado esas reflexiones, no como una señal de debilidad, sino de inteligencia. En lugar de ello, nos llegan teorías sobre los méritos integradores del derecho al voto para el inmigrante. Puede que sea bueno que los inmigrantes voten en las municipales. No se trata, no obstante, de una cuestión urgente. Y sobre todo, se trata de una cuestión que no parece pertinente plantearse cuando está aún por resolver el problema previo de cómo evitar que España se convierta en el rebosadero de medio mundo. Le viene a uno a las mientes la observación famosa de T.S.Eliot: «La naturaleza humana no está diseñada para soportar dosis excesivas de realidad». En lo más espeso de la tormenta, se sacan a relucir ideas de salón y estupendas munificencias. Ha batido marcas, por cierto, nuestro representante en la benemérita Alianza de Civilizaciones. Máximo Cajal ha defendido que Irán tiene también derecho, pobrecita, a la bomba atómica y a medirse en igualdad de condiciones con Israel. Cajal ha exagerado la nota, pero no ha inventado la melodía.

Resumiendo: dentro de unas semanas, una vez que la gente se haya sacudido la arena de la playa, el Gobierno descubrirá que la oposición no está tan muerta como esperaba ni él tan vivo como creía. Es de prever que Zapatero, desaparecido durante un mes, intente recuperar la iniciativa. Ojalá haya suerte y saque al hombre de Estado que algunos aseguran que lleva dentro. Puestos -de modo puramente hipotético- a esperar lo peor, estimo que son dos los escenarios delicados:

1) Un invento extraordinario en el País Vasco, tanto más extraordinario cuanto que ETA no da muestras en absoluto de mansedumbre democrática. No me pregunten por los detalles de la pesadilla virtual. Sólo sé que no le falta audacia al presidente y que éste ha tendido a sacar los pies del tiesto y hacer una hombrada siempre que se le complicaban las cosas. Recuérdese no más su portentosa y reciente pirueta en el episodio catalán.

2) Una acentuación de la guerra santa contra el PP. Nos constaba que el Gobierno era capaz de llegar harto lejos en la satanización de la derecha. Pero la tragedia gallega ha introducido matices nuevos e ingratos. De forma a mi entender escandalosa, no sólo se ha eludido hacer frente a responsabilidades políticas elementales, sino que se ha querido sugerir que la derecha, de nuevo, era culpable. A las especulaciones en voz alta de Narbona y a las insinuaciones de Rubalcaba ha seguido la movilización de los chicos de «Nunca Máis». La conminación «nunca más», con el PP fuera de juego, ha tenido un efecto extraño. Ha sonado como un veto a los populares, estén en el poder o en la oposición. El que declina toda responsabilidad ha de averiguar alguien alternativo en quien colgarla, y el candidato obvio es la derecha. Podría volver a serlo si revienta el proceso vasco.

Pero no me tomen en serio. Esto no ha sido un análisis, sino un exorcismo.