¿SIN HORIZONTES?

 

Artículo de Alvaro Delgado-Gal en "ABC" del 25-11-07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Artur Mas ha dejado al PP colgado de la brocha. La estrategia de Génova pasaba por aventajar a Zapatero en marzo y alcanzar masa crítica en el Congreso con el apoyo de CiU. Nunca estuvo claro que el hombre que había jurado ante notario desamor eterno al partido de Rajoy, fuera a conformarse con el papel que los populares le habían asignado en su hoja de ruta. No obstante, persistía en circular entre los conservadores la tesis obstinada, y dado que se estaba hablando de un futuro aliado, también inquietante, de que el dirigente catalán es, por definición, indigno de crédito. El martes pasado, Mas despejó todo equívoco. Aunque eludió la palabra «autodeterminación», usó conceptos que apuntan a un horizonte claramente autodeterminista, cabría decir incluso que independentista. «La Vanguardia» compendió las transparentes ambigüedades de Mas en un ladillo orwelliano y delicioso: «La propuesta de Mas no es independentista pero ataca todas las dependencias». ¿Qué diferencia existe entre ser independiente y rehusar toda dependencia? Ninguna. Lo sabe Mas y lo sabe, presumo, el redactor de «La Vanguardia». Pero las cosas tremendas sólo se pueden decir haciendo malabarismos con la gramática.

Una nueva consulta

En segundo lugar, Mas esbozó cómo reaccionaría su partido ante una rebaja del Estatut por el Tribunal Constitucional. Se procedería a una nueva consulta con el pueblo catalán, y si ésta no fuera autorizada por Madrid, a una votación en el Parlament. A ello seguiría la formación de un gobierno de concentración catalanista, un gobierno que estaría abocado, cae de por sí, al choque violento con el partido nacional que ocupara en ese momento La Moncloa. Entre la idea de Artur Mas, y los planes insurreccionales de Ibarreche, existe, formalmente, un abismo. No es evidente, con todo, que los avatares de la práctica no terminaran por convertir el abismo en una rendija. El hombre radicalizado se retroalimenta, y al cabo pierde el control sobre sus propias acciones.

Sea como quiera, se acumulan los cláusulas que habrían de cumplirse para que los cálculos de los populares lleguen a buen fin. Hasta hace unos días, los de Mariano Rajoy reposaban sobre dos hipótesis: victoria en las legislativas, y una sentencia del Constitucional que desactivara en breve el recurso del PP contra el Estatut y permitiera a CiU sentarse a negociar sin perder la cara. Ahora, hay que añadir una tercera premisa: la de un derribo vertiginoso de Artur Mas dentro de su partido, o si esto no ocurre, la conversión súbita del líder convergente al pactismo. La probabilidad de que se produzcan tres acontecimientos independientes, es igual al producto de las probabilidades de cada uno por separado. Cuando ninguna de las probabilidades individuales es exageradamente alta, la probabilidad compuesta acostumbra a resultar bastante baja. ¿Conclusión? Es hora de que los populares se pongan a pensar, seriamente, en alternativas.

Reforma constitucional

La pregunta es: ¿cuáles? La gran coalición con los socialistas no está en la agenda de ninguno de los partidos. Los socialistas no la quieren, y los populares, por el instante, tampoco. A este obstáculo, acaso superable si es Zapatero el que sale trasquilado de la cita con las urnas dentro de tres meses, se añade un problema mayor. Las grandes coaliciones sólo se justifican al filo de empeños igualmente grandes. La apuesta, aquí, sería una reforma no cosmética de la Constitución, orientada a despotenciar a los nacionalismos periféricos y devolver al Estado los instrumentos de que precisa para que el país no se desparrame como un flan a medio cocer. Ello implica entablar en Cataluña y el País Vasco una lucha para la que no se está aún preparados, y además invertir, que no sólo frenar, la deriva estatutaria en el resto de los territorios. La tarea es tan ciclópea, y exige un cambio de esquemas y equilibrios de poder tan portentoso, que no es realista pensar que vayan a emprenderla las mismas fuerzas que, con grados diversos de responsabilidad, nos han traído hasta la situación en que ahora nos encontramos. El curso de los acontecimientos apunta a una suerte de colapso. Luego, Dios dirá.

Los ciudadanos, por cierto, no dan la sensación de haber advertido lo delicado de la situación. El paro, la vivienda y la inmigración ocupan los puestos de cabeza en su lista de preocupaciones, según el último informe del CIS. Los españoles, en una palabra, se han centrado en la intendencia, o sea, en lo que roza de manera inmediata sus vidas. Lo demás les suena abstracto, remoto. El susto va a ser mayúsculo.