LOS COMISARIOS

 

 

 Artículo de Raul del Pozo en “El Mundo” del 05.01.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

España ha llegado sin frenos a la puerta del G-8, como la octava potencia industrial. A los españoles no les madruga nadie en los mercados; los paletas, alondras y tarteras que volvieron del éxodo se hicieron empresarios de la construcción, los azulejeros llegan a China y Zara abre tiendas en Honolulu; pero el prestigio de nuestros políticos está al nivel del de los vendedores de coches y, algunos días, la democracia huele a cerrado con su corrupción coronada, su izquierda dirigida por millonarios, su derecha arcaica que no quiere dar las manos al indio.

Miren si no el caso de la OPA de Gas Natural. Una vez más se ha enredado el sistema de frenos y controles. El país prospera, avanza, pero ya nadie se acuerda de que en una democracia el Estado somos cada uno de nosotros y, como decían los griegos, la ley es la reina de todos, de los mortales y de los inmortales.En la Bolsa, en la Televisión, en la Judicatura, en la Policía, estamos vigilados no por profesionales independientes o patriotas constitucionales, sino por mecedarios de sede y chovinistas de partido. Les llamo eso por no llamarles sectarios a sueldo, trincantes de logotipo, nuevos comisarios.

Yo he conocido a un comisario de verdad, aquel Santiago Alvarez, que estuvo al frente de las Brigadas Internacionales y del V Regimiento. Al lado de los comisarios que me tocan todos los días en las tertulias de radio y televisión, recuerdo a Santiago Alvarez como a san Francisco de Asís, como un dulce fraile del cister, ilustrado y tolerante.

Los comisarios de ahora no son los del Doctor Zhivago ni los de Stalingrado; no luchan por la gran revolución de Octubre sino por mamar de los presupuestos lo que dura una legislatura, un turno, una mayoría. Son los nuevos tunos y sopistas a los que jamás se les cae de las manos la guitarra de la servidumbre.Esos estalinistas de tarjeta oro y coche oficial, teléfono sin manos, se han erigido en ayatolás de dos pensamientos débiles, el de la izquierda caviar y el de la derecha galápago y pureta, todo envilecido con el nacionalismo amontillado.

Son insoportables los familiares de brazo que aprenden el son de la obediencia en los mármoles y tapices de las legislaturas.¿Por qué se ha llegado al vasallaje voluntario?; porque algunos ropones, algunos catedráticos, algunos financieros, algunos periodistas, les deben a su partido la media sotana, la cátedra, el chiringo o el afore, el prestigio y los premios. Las instituciones que deberían de velar por la independencia de las instituciones están contaminadas por el submarinismo, el consignismo, la larga mano de los partidos.

Los inversores extranjeros, los banqueros, los accionistas verán a España como a la octava potencia, pero también observarán a nuestras instituciones financieras, a nuestros órganos de control, como a un mercado bananero donde se vota, se trama, se maquina, se complota, se enreda con el pentagrama de los partidos.