LA POLÍTICA DEL GESTO
Artículo de Amando de Miguel, sociólogo , en “La Razón” del 07/11/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Siempre ha sido propensa, la política española, a resaltar las posturas, los
gestos más o menos teatreros. Pero ahora hemos llegado en esto a la apoteosis de
la majeza. Los actores de la comedia dicen que cultivan el talante, que es algo
bastante cómico, aunque hay quien se lo toma en serio. Doble ocasión para la
risa.
Hay dos teorías sobre el étimo de talante. Para los inmortales de la Real
Academia procede de una palabra árabe que significa «gesto». Otros lingüistas
más literarios, como Barcia, sostienen que el talante no es más que una
corrupción del «talento», esto es, la dotación de inteligencia. Según esa
interpretación más fantasiosa el talante vendría a ser algo así como el «talento
de la voluntad».
Sea como fuere, el famoso talante quiere decir poco si no lo calificamos.
Simplificando mucho, se podría decir que hay un buen talante o un mal talante.
Mi experiencia me dice que el actual Gobierno de la nación se distingue por un
pésimo talante, aunque pueda venir envuelto en sonrisas. Lo demostraré en pocas
palabras.
El gesto más notorio de los actuales gobernantes es el de borrar todo lo que
pueda recordar al Partido Popular. Llegan hasta el extremo patológico de
pretender que ciertas decisiones, tomadas por el Gobierno anterior, simplemente
no existieron. Estamos ante un talante destructivo.
Se puede comprender que en algunos casos haya que destruir para levantar de
nuevo edificios más airosos. Pero la imagen arquitectónica vale poco. La
política sana consiste en avanzar un poco más sobre lo hecho por los anteriores
gobiernos. Pero el Gobierno que ahora nos representa a todos prefiere la tabla
rasa. Es más, en algunas cuestiones ideológicas o sentimentales muestra un
talante vengativo. Por ejemplo, es el caso de reescribir la guerra civil,
desenterrando fosas y abriendo legajos de malhadados procesos. Lo malo es que,
puestos a revisar juicios, habría que reabrir tanto el de Lluís Companys como el
de José Antonio Primo de Rivera. Las venganzas y represalias se multiplicarían
como setas y llegarían a ser una maldición como pueblo. Pero el talante de
nuestros gobernantes camina en esa macabra dirección.
Se comprende que la izquierda esté confusa respecto a las posibles reformas
positivas que hoy se deban emprender. Ya tenemos Estado de bienestar o como se
llame. Sólo cabe asegurar un punto más de igualdad. Pero el empeño resulta poco
emocionante. Así que hay que resaltar un poco más el carácter ideológico. En
cuyo caso sólo cabe una consideración negativa. Ya está. El talante del Gobierno
y de sus hoplitas es resueltamente antinorteamericano. Hemos dejado de ser
aliados de los Estados Unidos. Al final siempre nos quedará Cuba, Marruecos o
Mongolia, pongo por caso.
Puesto que hay una lucha sorda entre los islamistas y los Estados Unidos, la
consecuencia de lo anterior es propiciar todo lo que favorezca al «mundo árabe».
El razonamiento implícito es el de la persona que se siente amenazada por el
chantajista: «Si pago, dejará de amenazarme». Gran error. Todavía más grave es
creer que «si pago, contribuiré a la paz».
Lógicamente, si el Gobierno actúa como antinorteamericano y a favor de los
musulmanes, tendrá que hacerse antijudío. Qué poco va a durar un honrado judío y
socialista como Defensor del Pueblo, nombrado que fuera por el PP.
Lo más sorprendente -por lo gratuito- es que el Gobierno se oriente hacia una
política resueltamente anticatólica. Éste es un talante sectario que no tiene
mucha explicación, puesto que la única religión ampliamente representada en el
pueblo español es la católica. Pero casi ningún ministro es propiamente
católico. Se entenderá ahora la suma de decisiones políticas que atacan
directamente la moral católica. Repasemos: matrimonio de homosexuales, divorcio
como repudio, aborto sin limitaciones, eutanasia activa, Religión fuera del
horario escolar. Mi corresponsal Jesús Belda me sugiere el término
«nacional-laicismo». En efecto, es la implantación de los nacionalismos como una
especie de religión civil. Llegaremos ponto a la poligamia (incluso con niñas),
a la ablación del clítoris en la Seguridad Social. Si bien se mira, la mezcla de
actitudes negativas -antinorteamericana, antijudía, anticatólica- es la típica
de los totalitarismos.
Como se puede ver, el gesto, al calificarlo, resulta bastante torvo. La
sonrisa era la de la hiena. Aun así, maravilla que las reformas emprendidas
tengan tal carácter negativo de resentimiento. Son medidas que irritan a muchos
españoles y no satisfacen verdaderamente más que a unos pocos, los más
atravesados. Lo peor es que las reformas emprendidas, de tipo más bien
simbólico, desplazan el interés por auténticos cambios que ayudarían a la
igualdad. Por ese lado, la tradición verdaderamente socialista se ve sustituida
por un talante radical que resulta extravagante. El presidente de Castilla-La
Mancha ha dicho que hay que acabar con el trasvase del Tajo-Segura, por lo mismo
que se ha paralizado el del Ebro hasta Almería. La razón que da ese buen señor,
heredero de Ginés de Pasamonte, es que los trasvases son ideas del franquismo.
Pues no, señor. Los trasvases dichos fueron idea del socialista Lorenzo Pardo,
eminente ingeniero que trabajó a las órdenes de Indalecio Prieto. Era lógico. La
transformación verdadera de las condiciones de vida en pro de la igualdad
caracterizaba típicamente al socialismo. Era evidente el parentesco con el New
Deal de F. D. Roosevelt. Se podrá discutir esa concepción política, pero no se
debe despachar por ser franquista. En ese caso es evidente que el talante
sustituye al talento; el gesto, a la inteligencia; el capricho, a la voluntad.