LA IDOLATRÍA ZAPATERIL

Artículo de Juan Manuel de Prada en “ABC” del 20 de diciembre de 2008

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

SI mañana volviera Cristo prometiendo la sanación a los enfermos, la libertad a los cautivos y el alivio a los de quebrantado corazón, apenas nadie lo creería; en cambio, llega Zapatero anunciando que en la primavera va a «generar empleo en un volumen muy estimable» y hay muchos que lo creen a pies juntillas. Donde se prueba, una vez más, que la politiquería es una nueva forma de religión; o, dicho más propiamente, un sucedáneo demoníaco de la religión, una idolatría. Y, del mismo modo que la fe religiosa se expresa en algunos elegidos a través del don de la profecía, la fe idolátrica se expresa en algunos caraduras a través del pronóstico. Nuestro Sumo Pontífice Zapatero, que tiene la cara de feldespato, ha evacuado unos cuantos pronósticos durante los últimos meses: primero nos dijo que ésta iba a ser la legislatura del pleno empleo; después nos aseguró que la crisis financiera no afectaría a España; y también que nuestra economía no entraría en recesión. Si alguien se atreve a señalar la mendacidad de los pronósticos, enseguida los sacerdotes de la idolatría lo tachan de réprobo; bueno, en realidad lo tachan de «tonto de los cojones», que es la forma expeditiva que tiene la idolatría zapateril de motejar al descreído.

La religión promete a los justos el Paraíso en la otra vida; la idolatría zapateril promete a sus adeptos el paraíso en la tierra. ¿Y quiénes son los adeptos de la idolatría zapateril? Pues los hay de muy variado pelaje y condición: están, por ejemplo, los liberados sindicales, para quienes el paraíso en la tierra (remunerado a fin de mes) consiste en correr a gorrazos al consejero Güemes; están los banqueros y sus familiares, para quienes el paraíso en la tierra llega en forma de aguinaldo fiscal; están los universitarios, para quienes el paraíso en la tierra se realiza cada vez que abuchean a uno de esos «fascistas» incautos que osan pronunciar una conferencia en su feudo; y están los artistas del gotelé y el cordón sanitario, cuyo paraíso en la tierra consiste en arramblar el dinero de la cooperación al desarrollo. A los adeptos de la idolatría zapateril la crisis no les afecta; y su paraíso en la tierra lo sufragan los tontos de los cojones con los impuestos. El problema empieza cuando los tontos de los cojones se quedan sin empleo; y antes de que la idolatría empiece a resquebrajarse desde sus cimientos hay que arbitrar soluciones que mantengan en pie el embeleco.

Cuando las resquebrajaduras no saltaban a la vista, las soluciones arbitradas aún se podían permitir el lujo del escarnio: así, por ejemplo, nuestro Sumo Pontífice prometió -en abstracto- que recolocaría a los albañiles en paro, reciclándolos mediante arte de birlibirloque para el desempeño de otros oficios; y la sacerdotisa Maravillas Rojo, que en la jerarquía idolátrica ocupa el sarcástico puesto de Secretaria de Empleo, descendió a lo concreto, proponiendo que los cocineros se emplearan en comedores sociales y los aficionados al alpinismo se pusieran a pintar fachadas. Ahora que las resquebrajaduras ya amenazan con derribar la idolatría zapateril, las soluciones que se arbitran incorporan una apariencia de seriedad, para que el escarnio resulte menos aflictivo. Y así, la idolatría zapateril nos anuncia (las mayúsculas que no falten) un Plan de Financiación de Obras Públicas Municipales que no es sino una operación de propaganda, pues si las obras públicas que anuncian son necesarias, al Estado corresponde financiarlas «de oficio», sin tanto bombo; y si son superfluas, sólo contribuirán a esquilmar el erario público, que -como ya sabemos- se abastece con los impuestos que pagan los tontos de los cojones. No sabemos si las obras serán necesarias o superfluas; lo que sí sabemos es el procedimiento que las empresas adjudicatarias utilizarán para acogerse a las ventajas del planazo: primero despedirán a sus trabajadores en plantilla y luego los volverán a contratar. Y así se generará un «volumen de empleo muy estimable».

Esto en lo que se refiere al corto plazo. En lo que se refiere al largo plazo, la idolatría zapateril ha diseñado otro planazo -este sí, infalible- que consiste en reducir el paro entre las generaciones venideras poniendo a trabajar a destajo las trituradoras de los abortorios. El paraíso en la tierra está a la vuelta de la esquina.