BESTIALISMO

Cuando quienes carecen de virtud e inteligencia alcanzan el gobierno, la sociedad alcanza el grado máximo de corrupción

Artículo de Juan Manuel de Prada  en “ABC” del 02 de julio de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Para entender lo que ha sido el zapaterismo basta con leer aquellas afirmaciones abracadabrantes que Zapatero incluía en el frontispicio de un libro de Jordi Sevilla:

—En política no hay ideas lógicas, hay ideas sujetas a debate que se aceptan en un proceso deliberativo, pero nunca por la evidencia de una deducción lógica. Si en política no sirve la lógica, es decir, si en el dominio de la organización de la convivencia no resultan válidos ni el método inductivo ni el método deductivo, sino tan sólo la discusión sobre diferentes opciones sin hilo conductor alguno que oriente las premisas y los objetivos, entonces todo es posible y aceptable, dado que carecemos de principios, de valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas.

Tamaña sarta de gilipolleces no se le ocurriría ni al que asó la manteca; pero al hombre que las escribió no podrá culpársele, al menos, de haberlas echado a barato: durante ocho años han sido su programa de gobierno, seguido con lealtad indeclinable. Para escribirlas hace falta, desde luego, tener el cerebro hecho papilla; pero para ejecutarlas hace falta una voluntad férrea de irracionalidad, insensatez y amoralidad. Este bestialismo, incapaz de descubrir en el mundo un orden, o siquiera la posibilidad de un orden (a esto debe referirse Zapatero cuando dice que «en política no sirve la lógica»), y que, en lugar de retraerse, hace del desorden, del caos multiforme donde «todo es posible y aceptable» su «hábitat» privilegiado, es la refutación más salvaje y despepitada de la política y el buen gobierno, que según Aristóteles debía encomendarse a quienes descuellan en virtud e inteligencia: inteligencia para descubrir un orden en el mundo; virtud para conformar la consecución de ese orden al bien común.

Cuando quienes carecen de virtud e inteligencia alcanzan el gobierno, puede decirse que la sociedad ha alcanzado el grado máximo de corrupción, pues encumbrar lo que es de naturaleza inferior es siempre una monstruosidad; pero cuando ese gobierno se alcanza democráticamente, debemos entender que la monstruosidad —el bestialismo— se ha enquistado en la propia organización humana. Porque Zapatero no ha sido un meteorito que aterrizase inopinadamente en la política española; es la cristalización o destilado de la propia organización humana, que encumbró aquello que mejor encarnaba su ímpetu suicida de corrupción. Y mientras ese ímpetu no sea sanado con una “metanoia» o cambio de mente radical, mantendrá su vigencia aquel refrán: «Otro vendrá que a mí bueno me hará»; y todo ese empeño de algunos por adelantar las elecciones será como arar en el mar. Empeño que, por cierto, quizá obedezca a una «idea lógica», viendo el aire de derribo que se respira por doquier; pero cuando en política sólo resulta válida «la discusión sobre diferentes opciones sin hilo conductor alguno que oriente las premisas y los objetivos», cuando «carecemos de principios, de valores y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas», la decisión de adelantar las elecciones depende de un mero cálculo de intereses. De momento, Felipe González ha brindado una perla que el bestialismo no pasará por alto:

—A España le conviene agotar la legislatura; pero al PSOE no.

Al PSOE, en efecto, le conviene que se convoquen elecciones cuanto antes, para que sea la derecha la que afronte el caos reinante y la que se lleve las tortas de una sociedad incapaz de una «metanoia» verdadera.