Lo más sagrado
Artículo de rosa díez, diputada del psoe al parlamento europeo, en “ABC” del 18.11.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)
... Están dilapidando lo más sagrado. Pero aún nos queda la palabra, la palabra
en la plaza pública, que eso es la política. Quizá a través de la palabra
consigamos que despierten algunas conciencias. Las de aquellos que deben, y
pueden aún, frenar esta deriva...
HACE algunos años Mario Onaindía publicó un artículo que tituló provocativamente
«La Constitución es sagrada». Sostenía Mario que había que interpretar el
término sagrado en su sentido antiguo y laico, el mismo que aplicaba aquel
gobernante romano que defendía que las leyes reguladoras de lo fundamental para
la convivencia entre seres humanos debieran estar protegidas por una suerte de
pacto de inviolabilidad. Desde esa perspectiva hay pocos valores democráticos
que puedan considerarse sagrados. Pero alguno de ellos, como el derecho a la
vida, a la libertad, a la justicia, o el respeto a la memoria y a la dignidad de
los seres humanos, lo son.
Me duele escribir este artículo. Pero considero que las declaraciones realizadas
por Patxi López, secretario general de mi partido, al diario «Gara», no respetan
alguno de esos valores. Y me siento en la obligación de alzar mi voz contra lo
que considero una ofensa a la historia del socialismo vasco.
Proclama Patxi López en la mencionada entrevista que «si todos los vascos nos
ponemos de acuerdo, no habrá muros de contención insalvables». No sé si esta
declaración es consecuencia de una suerte de analfabetismo funcional o expresa
la voluntad del líder del PSE de asumir los postulados ideológicos del
nacionalismo. Lo primero sería grave; lo segundo, penoso. En el primer caso,
porque desconocer que la democracia está estructurada en base a los muros
-leyes-, que se adoptan para poner coto a las reivindicaciones ilegítimas de
individuos o colectivos, sería una demostración de ignorancia imperdonable en un
dirigente político. Si, por contra, «sólo» fuera entreguismo al nacionalismo,
resultaría, como dije, lamentable. «¡Tanto trabajo para esto!». Resulta
aleccionador que López ni siquiera se tome la molestia de utilizar términos que
no sean los ya acuñados por el propietario ideológico e intelectual del medio
para el que habla. O por Ibarretxe. Levanto la voz porque a mí no se me olvida
que «la voluntad de los vascos» ha sido el grito de guerra utilizado por ETA
para asesinar a cientos de ciudadanos inocentes. No se me olvida que en nombre
de «la voluntad de los vascos» quiere Ibarretxe excluirnos a quienes no somos
nacionalistas. No se me olvida que los asesinos y sus cómplices han sostenido
(en solitario hasta hoy) que el terrorismo es producto de un conflicto político
que nace precisamente porque no se respeta «la voluntad de los vascos». La
verdad y las leyes debieran ser sagradas.
En otro momento de la entrevista Patxi López se pronuncia en estos términos
sobre el Foro de Ermua: «No sabía que el Foro de Ermua había nacido para
reclamar la unidad de España con la derecha más reaccionaria». Otra vez Patxi
López hace suyos el lenguaje y la filosofía de quien le entrevista. Los verdugos
han acuñado hace tiempo ese concepto, hasta el extremo de justificar en base a
él algunos atentados perpetrados contra los que consideran «opresores
españoles». Olvida López que sólo desde una España constitucional unida se puede
garantizar la igualdad. Olvida López que la igualdad es una conquista de la
civilización y la reivindicación más querida de la izquierda. Olvida López que
durante la causa contra los asesinos de Fernando Buesa se probó que hubo un
pormenorizado seguimiento de sus movimientos, condición imprescindible para
preparar el atentado. Olvida López que se probó que fue fotografiado incluso
dentro del Parlamento vasco. Sólo alguien acreditado para trabajar
profesionalmente dentro de la Cámara vasca pudo hacer esas fotos. Yo no puedo
disociar ese recuerdo del hecho de que López haga esas declaraciones en el
«Gara». Yo no me olvido de que el actual presidente del Foro de Ermua se llama
Mikel Buesa. Para mí el derecho a la vida es sagrado.
Por último, Patxi López es interpelado sobre futuros acuerdos de gobierno,
incluso con Batasuna: «Democracia es, entre otras cosas, libertad de pactos. Que
cada cual lo interprete como quiera...». Otra vez la duda: ¿ignorancia?,
¿complacencia? Es verdad que la democracia es pacto; pero es pacto entre
partidos democráticos. Y Batasuna no lo es. En sentencia firme del Supremo del
año 2003 se estableció que Batasuna, Euskal Herritarrok y Sozialista Abertzaleak
formaban parte del entramado de ETA. Y se ordenó, entre otras cosas: su
disolución, que fueran borrados del Registro de Partidos Políticos, que se
liquidaran sus cuentas y que se incautaran sus bienes. La gravedad de las
pruebas fue tan considerable que al Supremo sólo le faltó ordenar, a modo de los
gobernantes de la antigüedad, «quemar su hacienda y echar sal sobre ella para
que no volviera a florecer la hierba». Pues con éstos es con los que no excluye
Patxi López hacer un pacto de gobierno. Yo no me olvido de esa sentencia. No me
olvido de las palabras de los dirigentes de Batasuna tras los crímenes de ETA.
No me olvido de quién acosa a nuestros concejales. No me olvido de quiénes
brindan ante nuestros muertos. No me olvido de que Batasuna es ETA. Por eso me
produce un inmenso dolor que en nombre de los socialistas vascos se especule
siquiera sobre la posibilidad de estrechar esas manos ensangrentadas. La
memoria, la justicia y la dignidad son sagradas.
Soy una militante de base y un cargo público del PSOE. En nombre de mi partido y
desde sus listas he pedido el voto a los ciudadanos. En nombre de mi partido y
también en el mío propio me he comprometido a defender la libertad, a
desenmascarar a los cómplices de los terroristas, a derrotar a los verdugos. No
he pedido el voto para justificar pacto alguno con ellos. Por eso me siento,
desde el más profundo desasosiego, obligada a levantar mi voz. Rechazo los
planteamientos del secretario general de mi partido en Euskadi expresados en la
mencionada entrevista. Rechazo la idea misma de que no exista tutela democrática
alguna sobre la decisión de los vascos. Rechazo que se utilice «Gara» para
señalar de forma tendenciosa al Foro de Ermua. Llamarle cómplice de «la derecha
más reaccionaria» es una injusticia y una irresponsabilidad no exenta de riesgos
para los así calificados. Rechazo radicalmente que se contemple como una opción
viable un acuerdo de gobierno entre el Partido Socialista y Batasuna-ETA. «Que
cada cual lo interprete como quiera...», reitera López ante la insistencia del
periodista. ¿Cómo es posible que a López, que habla en nombre de un partido
adalid en la defensa de las libertades, no le repugne el planteamiento mismo?
¿Cómo es posible que no lo rechace de forma tajante? Porque no es sólo que esté
demostrado el fracaso político de una alianza de gobierno entre socialistas e
independentistas practicantes. Es que debiera resultarle moralmente inaceptable
consentir que se especule sobre un pacto de gobierno con los que tienen las
manos manchadas de sangre. Esto sí que es violar lo más sagrado.
Ignoro si quienes desde la dirección del PSOE no han encontrado en las palabras
de Patxi López ningún elemento reprobable considerarán necesario desautorizar
las mías. Pero asumo ese riesgo porque callarme ante hechos que considero graves
me parecería impropio de una socialista que aprendió de su padre -y de muchos
dirigentes y compañeros del PSOE- que la libertad es sagrada. La de expresión,
también. Quiero seguir teniendo mi conciencia en paz. Quiero poder mirar a los
ojos a las personas a las que respeto, a las que de verdad saben lo que es
sufrir. A las que han demostrado siempre tener más dignidad que miedo. Quiero
mirar, por ejemplo, a Pilar Ruiz. Y no sentirme aludida por sus palabras de
denuncia. Como aquellas que le dirigió a Patxi López recordando a su hijo
muerto, Joseba Pagazaurtundúa, y apelando a las promesas incumplidas: «Harás y
dirás más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres
que no son...». Palabras proféticas, Pilar. Están dilapidando lo más sagrado.
Pero aún nos queda la palabra, la palabra en la plaza pública, que eso es la
política. Quizá a través de la palabra consigamos que despierten algunas
conciencias. Las de aquellos que deben, y pueden aún, frenar esta deriva. De no
ser así, sólo nos quedará el dolor. Y un sentimiento de profunda desolación e
infinita vergüenza.