ENTRE EL PESIMISMO Y LA INDOLENCIA.
Artículo de Rosa Díez en su blog de “¡Basta
Ya!” del 02 de junio de 2008
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
El Presidente del Gobierno ha tenido el fin de semana
cargado de discursos económicos. Quizá fuera ese el motivo por el que no
pudo acompañar a sus Majestades los Reyes de España al Desfile de las Fuerzas
Armadas en Zaragoza. Se entiende que entre ir al desfile o "desfilar"
por "esta su casa" (como le dijeron al entrar en la SER), el
Presidente haya optado por lo segundo. Máxime cuando tenía que ir a explicar a
todos los ciudadanos que no llegan a fin de mes, --a los pescadores que se
manifestaron ante el Ministerio el pasado viernes, a los que no pueden seguir
pagando la hipoteca, a los que han dejado de pagar los plazos del piso que
habían apalabrado por no poder hacerse cargo... etc.--, que no estamos en
crisis económica sino en una desaceleración que ni siquiera es demasiado
acelerada, que diría la portavoz económica de la Comisión Ejecutiva del PSOE.
El Presidente del Gobierno de España fue a los
micrófonos de la SER a explicar que España está preparada para afrontar esta
situación de "desaceleración económica" en las mejores
condiciones; que Solbes se equivoca (si lo sabrá Él, tras las clases de Jordi
Sevilla) y que tendremos superávit en 2008; que lo que quiso decir cuando
a micrófono abierto (creyendo que estaba cerrado) confesó a Lara en el
Cincuentenario del Circulo Empresarial de Barcelona: "Si infundes mucho
pesimismo, si no dices nada positivo, es peor", lo que quería explicar es
:"El pesimismo no crea un puesto de trabajo". Y así, con esa frase
del día preparada por uno de los "migueles", se marchó tan
contento.
Lo de este hombre parece no tener arreglo. Aunque
quizá lo que no tiene arreglo es lo de los españoles: siempre preferimos a un
dirigente que nos de buenas noticias --aunque sean falsas y lo
sepamos-- a otro que nos diga que hay que prepararse para enfrentarse a las
dificultades. Como a Zapatero le ha ido bien con esa perversión del lenguaje,
pues sigue con su estrategia. Como se suele decir: nadie cambia de estrategia
porque la suya le vaya mal a otro. El problema es que la crisis no es algo que
afecte directamente sólo a una parte de la sociedad, como podía ser el
mal llamado "proceso de paz". La "engañifa" del proceso la
veíamos quienes la sufríamos directamente; quienes teníamos conocimiento del enorme
error político, del grave retroceso democrático que suponía la
interlocución política entre el Gobierno y la banda; las consecuencias nos
dolían a quienes nunca renunciaremos a la derrota de ETA, no sólo por razones
morales: también porque queremos que esa batalla no la tengan que librar
nuestros hijos. Mucha gente prefería creerse que todo iba a salir bien;
preferían que les dejasen en paz. Menos mal que la gente salió a la calle;
menos mal que las asociaciones de víctimas fueron nuestra conciencia. De no ser
así, no sé que hubiera pasado ante una ciudadanía tan
dada a la indolencia.
Pero si malo es que la ciudadanía tenga una permanente
tentación de acomodamiento, resulta peligroso que el Gobierno, que es el único
que puede implementar determinadas medidas, decida no dar malas noticias
--o sea, no dar las noticias verdaderas-- y "sentase a la bartola".
Eso es lo que hace el Gobierno Zapatero con la situación económica: negarse a
rectificar su discurso pre y post electoral y, por tanto, gobernar contra
la realidad. Es evidente que el Presidente ha elegido el discurso de
Miguel Sebastián frente al de Pedro Solbes. Su amigo Sebastián es, como él
mismo, un hombre convencido de su "baraka".
Cree que no hay más que esperar el tiempo suficiente para que la suerte termine
pasando por delante de la puerta. Por eso en materia económica, más allá
de lo que le digan todos los indicadores nacionales e internacionales, siguen
empeñados en afirmar que esto es cuestión de unos meses. Y que lo que
peor les puede pasar --a ellos, desde la perspectiva partidaria-- es tener que
reconocer en público lo que hablan en privado. Porque ninguno de
ellos --ni siquiera Zapatero-- es ajeno a lo que está ocurriendo: se dispara el
paro, crece nuestra inflación y nuestro diferencial respecto a los países de la
Unión; crece nuestro déficit exterior; aumentan las empresas en suspensión de
pagos; bajan las ventas de viviendas nuevas y de segunda mano; quiebran
centenares de empresas relacionadas directa o indirectamente con el sector
constructor o inmobiliario; bajan nuestras expectativas de crecimiento
situándonos por debajo de las previsiones menos optimistas; absorbemos en sólo
unos meses el superávit presupuestario acumulado en años...etc.
No hay ni un solo dato positivo en nuestra economía.
Sólo el optimismo del Presidente aguanta estoicamente; lo que por cierto es uno
de los peores datos. Porque si bien es cierto que el pesimismo no lleva a
ninguna parte --no crea un puesto de trabajo, en frase "migueliana"-- la indolencia asegura su destrucción. No
enfrentarse a las dificultades, retrasar las medidas necesarias, tomar medidas
tímidamente para que nadie perciba la gravedad de la situación, es una
verdadera irresponsabilidad. Es seguir gobernando contra la realidad. Y esto sí
que no nos lo merecemos; ni siquiera los más indolentes de los ciudadanos.
También a ellos les llegará --si no les ha llegado-- la hora de la
verdad.