LARGO ZAPATERO 

 

 Artículo de Sergi Doria en “ABC” del 01.08.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

El cóctel de verano de la izquierda republicana se llama Largo Zapatero, en honor de aquel Largo Caballero que apodaron el «Lenin español». Sometidos a la Memoria Histórica -más bien Histérica-, apuntamos alguna similitud entre Francisco Largo Caballero (1869-1946) y José Luis Rodríguez Zapatero. De cuna humilde, el primero trabajó de niño para ayudar a su familia y fue, entre otros oficios, encuadernador, cordelero y estuquista, hasta ser elegido concejal por Madrid en 1903. Era una caja de sorpresas, Largo Caballero: durante la Dictadura colaboró en el Consejo de Estado primorriverista y representó a la UGT en comités paritarios de cuño mussoliniano, mientras la CNT era perseguida con saña por el Directorio Militar. Bueno... dirá el lector. ¿Y qué tiene que ver todo esto con Zapatero, abogado y anodino diputado del que nadie oyó hablar hasta el Congreso que le aupó a la secretaria general socialista? En los años republicanos, Largo Caballero radicalizó al PSOE y lo distanció de las clases medias. Cabeza visible del ala izquierdista del partido, se enfrenta a Indalecio Prieto y Julián Besteiro. En el aciago octubre del 34, sus seguidores le jalean: «¡Atención al disco rojo!» y en la campaña del Frente Popular anuncia que una vez establecida la República, toca traer el Socialismo, más bien dicho, el Socialismo marxista, o mejor aún, el Socialismo revolucionario y si no es así se irá a la guerra civil.

El cóctel Largo Zapatero se prepara a partir del izquierdismo infantil de aquel mediocre «Lenin español». Añadan generosas raciones de tercermundismo universitario años sesenta y entenderán las simpatías de nuestro ZP hacia Castro, Morales o Chávez. Remóntese a la guerra de los Seis Días del 67 y póngale angostura de mayo del 68: sobrevendrá la beatificación de Yaser Arafat, con Moratinos al frente, rubricada con el pañuelito palestino. No se olviden de «los tradicionales lazos de amistad» con los países árabes -inolvidable latiguillo franquista- y entenderán la simpatía por Irán y Siria. Remuévanlo antes de usar contra una oposición que cae y recae en las trampas populistas de Largo Zapatero. Pongan anticlericalismo, agítenlo un poco más y la coctelera destilará «Educación para la Ciudadanía», esa mixtura entre el peor Rousseau, la palabrería «naif» del buenismo y el dogmático Robespierre con un toque de reeducación vietnamita. Tras engullir el bebedizo sonrían a jornada completa.

Largo Caballero tenía ojos azules, una ignorancia atrevida y cara de buena persona como Zapatero, lo que daba el pego para las fotos y los votos. Largo Caballero fue apeado del gobierno por los comunistas que él amamantó y devorado por los odios que su verborrea pseudorevolucionaria enconó.

Sería bueno que durante sus días de lujosa vacación en «La Mareta» canaria, a costa del Patrimonio del Estado, Rodríguez Zapatero se pregunte de qué sirve esa Memoria Histórica que tanto regocija a un Carrillo en plena regresión guerracivilista; que en lugar de seguir abonando la obsesión antiamericana que tan bien describió Revel reflexionara sobre la perversa resaca que el cóctel Largo Zapatero puede dejar en una sociedad, la española, que en el 76 no quiso embriagarse con la demagogia del 36. Y luego, que se prepare para recibir a sus acreedores, como el habanero Llamazares, que ya le acusan de descafeinar su ley y ralentizar la travesía del rencor...

Entre tanto, los ciudadanos que no tienen a su disposición un avión para ir adónde les plazca, se han pasado el fin de semana hacinados en el aeropuerto de El Prat, víctimas de una huelga salvaje. Mientras, sus gobiernos -central y autonómico- seguían «haciendo memoria»: arrancando chapas con yugos y flechas de los antiguos pisos de renta limitada.