MIEDO AL PODER

 

 Artículo de EDURNE URIARTE  en “ABC” del 04.10.05

 

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 La actitud de las elites fue esencial en el éxito de la Transición. Pero en su intento de desmantelamiento, más vale que miremos la reacción de los ciudadanos. Porque no habrá liderazgo en las elites. Y me refiero a las elites que tienen las llaves de la respuesta en los próximos meses, los socialistas y los líderes de opinión. La mayoría de los segundos tan sólo reaccionará si ve signos claros de crisis de confianza de los ciudadanos, y los primeros, nunca antes de un vuelco electoral. No se entienden esas fantasías sobre el grupo rebelde que supuestamente plantaría cara al Estatuto, y al presidente. Ganas de especulación o confusión de deseos con la realidad. Pero si el líder de la unidad de España, José Bono, prefiere la tranquilidad del sillón de ministro o su estrategia a muy largo plazo al más mínimo movimiento de fondo contra el desvarío catalán. Y ni siquiera otro líder que tendría bastante menos que perder, Alfonso Guerra, va a mover un solo dedo. Porque en público no va más allá de lo que declaró la semana pasada: que no hay que preocuparse, que todo estará dentro de la Constitución y que esto no es lo que parece.

Si Guerra maquilla de esta forma la realidad, sobran todas las divagaciones sobre la movilización socialista. No habrá ninguna. Esos rebeldes tan silenciosos y anónimos seguirán con la farsa hasta el final. Y van a firmar y reafirmar todas las ficciones del líder, que esto no es lo mismo que el Plan Ibarretxe, que no es el estatuto de un nuevo estado aunque falte la palabra estado, que no hay un vuelco radical del sistema consensuado en la Constitución, que es posible hacerlo constitucional con unos pequeños retoques milagrosos, y que, una vez neutralizado el vaciamiento del estado, los nacionalistas y Maragall estarán encantados y el problema nacionalista acabará para siempre.

La causa del silencio es algo muy sencillo llamado miedo al poder pero cuyos efectos siempre confundimos. Tenemos la manía de creer que empiezan en el más débil, en el ciudadano más desposeído de recursos de respuesta y el más alejado de los centros de decisión. Pero resulta que la escala del miedo se construye justamente al revés. Empieza en los más cercanos a la cúpula y se expande hacia todos los escalones más expuestos a la irritación de la cúpula. Luego se le llama disciplina de partido, moderación, prudencia y cosas así. Y, entre los líderes de opinión, objetividad y análisis racional. Pero todos ellos saben, sabemos, cuál es el ambiente en el que se ha construido este disparate anticonstitucional que es el Estatuto catalán, el de las indicaciones, directas e indirectas de los costes que tiene el «extremismo constitucionalista», aquello de los principios de lo que tanto hablábamos cuando estaba Aznar y que ahora está tan mal visto. Hace tiempo que las elites intelectuales pretenden salvar a los ciudadanos de los comportamientos de masas. Se les olvidó mirar a su alrededor, y con todo lo que hay que salvar por allí..