EL TERCER PARTIDO
Artículo de Antonio Elorza en “El País” del 04 de octubre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Semejante ceremonia de la confusión, reconstruida con retazos procedentes de las dos orillas del paisaje político, tanto en la política estricta como en la cultura y en la valoración del pasado, sugiere ya la pertinencia de buscar una salida al enfrentamiento político ZP-PP, causante de un empobrecimiento dramático en nuestra vida democrática. Había que escapar a la tenaza y buscar la vía media de la razón. Tal fue el propósito de Unión Progreso y Democracia al nacer hace un año, encontrando una demanda más social que política cuyo efecto fue la obtención del escaño en principio imposible de Rosa Díez. Ahora afronta las europeas con un universitario muy valioso como cabeza de lista, Francisco Sosa Wagner, y tal vez a partir de ahí pueda iniciar su despegue.
UPyD tropieza con dos tipos de obstáculos, unos en la esfera de los medios, otros derivados de la relación conflictiva con Zapatero y el PSOE, dispuestos a todo para descalificar a Rosa Díez.
El problema de fondo reside en que si bien es posible describir con acentos muy críticos la política del Gobierno de Zapatero, y de modo especial en la relación con los nacionalismos (negociación con ETA en primer plano) o con el prolongado engaño sobre la crisis, declarada inexistente para ganar las elecciones, no por eso ha de olvidarse que el PP tampoco aportó soluciones ni explicaciones, y probó y prueba -enseñanza de la ciudadanía, memoria histórica- que responde a una visión de la política española plagada de arcaísmos. Si aceptamos el componente "progreso" del título, UPyD debería tener en cuenta tal relación asimétrica. La apariencia invita a pensar lo contrario, ya que en la oposición permanente al Gobierno, prevalecen las coincidencias lógicas con el PP, algunos de cuyos medios se muestran sospechosamente afectuosos con UPyD. A pesar de todos los desastres que pudiera cometer en gobierno, progreso y socialismo son conceptos muy próximos, y nada une hoy por hoy progreso y PP. Conviene, pues, deshacer equívocos y despegar, por ejemplo en temas como la memoria histórica.
Otro punto caliente es la oposición a los nacionalismos, justa casi siempre en sus contenidos, tales como la defensa de la lengua común, pero que no debiera llevar a la propuesta de suprimir el término "nacionalidades" en la Constitución. La dimensión positiva, de la propuesta de una España federal, ya implícita en la razonable propuesta de territorialización del Senado, serviría asimismo para esa acción de cortar amarras respecto de los defensores de un españolismo tradicional. El progresismo crítico tiene sentido aquí y ahora, no un nuevo partido de centro-derecha.