ZAPATERO YA NO CONTROLA NI SU SUCESIÓN

Artículo de Juan Carlos Escudier  en “El Confidencial” del 19 de diciembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Empezaba el año con pronunciamientos inequívocos en el PSOE acerca de la continuidad de Zapatero y se termina con la certeza de muchos de sus dirigentes de que el postzapaterismo ya ha comenzado y de lo que se trata ahora es conocer cuándo se declarará formalmente inaugurado el pantano de la sucesión, momento que, según se presume, tendrá lugar después de las municipales y autonómicas de mayo, unas elecciones que huelen a tragedia y de las griegas para los socialistas.

La intención de Zapatero de emular a Aznar y limitar a un máximo de ocho años su permanencia en la Moncloa estaba ya clara en diciembre de 2007, cuando Bono, en la presentación del libro Zapatero el Rojo, de la periodista Esther Jaén y de quien suscribe estas líneas, presentó como una impresión personal lo que, en realidad, era una indiscreción: la revelación del interesado de que no optaría a un tercer mandato. La idea fue afianzándose con el paso del tiempo debido al mutismo que Zapatero ha mantenido sobre su futuro, incluso en los momentos en los que su figura no representaba, como ahora, un lastre para las expectativas electorales del PSOE.

Si lo que entonces contaban sus allegados era cierto, su plan pasaba por entregar el testigo a un dirigente más joven que él, por eso de no contribuir al tapón generacional que tanto le ha obsesionado, que además sería mujer y catalana, para completar una transición revolucionaria. La elegida era Carme Chacón, cuya trayectoria política viene a ser un master diseñado personalmente por Zapatero: portavoz electoral del partido primero, vicepresidenta del Congreso después y ministra de Vivienda y de Defensa, ya en su etapa en el Ejecutivo. Un resumen de anuncio: joven, mujer y sobradamente preparada.

El plan de Zapatero se ha ido diluyendo en estos dos últimos años, período en el que ha habido tiempo incluso para que la presión de la dirigencia socialista y algunas de esas encuestas que idolatra llegaran a convencerle de que su continuidad era vital para evitar una hecatombe

Si la crisis no hubiera complicado la situación política hasta límites inimaginables o si la imagen de Zapatero no luciera un deterioro irrecuperable hasta para los propios socialistas, como se manifestó en las primarias de Madrid donde el secretario general fue incapaz de imponer a su candidata, la opción Chacón habría prosperado sin mayores dificultades. Estatutariamente, no habría habido problemas. El candidato a la presidencia del Gobierno es designado por el Comité Federal a propuesta de la Ejecutiva, órganos ambos que, presumiblemente, habrían complacido el deseo del secretario general. Es cierto que alguien podría haber pedido la celebración de primarias, pero esa iniciativa requiere del respaldo de una mayoría de miembros del Comité Federal, que previsiblemente la habría rechazado. Y si por si todo esto fallaba siempre se hubiera podido recurrir a la disposición estatutaria que permite al Comité Federal de Listas suspender las primarias “cuando las circunstancias políticas lo aconsejen o el interés general del partido lo exija”.

Evitar la hecatombe

Obviamente, no es lo mismo marcar el rumbo con el viento a favor que hacerlo en medio de una tempestad en la que la marinería duda de las facultades del capitán para evitar el naufragio. Así que el plan de Zapatero se ha ido diluyendo en estos dos últimos años, período en el que ha habido tiempo incluso para que la presión de la dirigencia socialista y algunas de esas encuestas que idolatra llegaran a convencerle de que su continuidad era vital para evitar una hecatombe.

Esto, claro, fue antes de que esas mismas encuestas certificaran que lo de Zapatero no tenía remedio en lo que a aceptación popular se refiere y de que el presidente decidiera inmolarse en el altar de los mercados al grito ya célebre de “me cueste lo que me cueste”. La última remodelación del Gobierno, con el ascenso a la vicepresidencia de Rubalcaba, permitió comprobar cómo no hacía falta mucho para que el PSOE recortara visiblemente la diferencia que le separa del PP. En cambio, con la valoración de Zapatero ocurría todo lo contrario: permanecía anclada en el suspenso y sin visos de remontar.

El panorama actual parece haber despejado definitivamente la incógnita: Zapatero no será el candidato del PSOE en 2012 y sólo espera el momento propicio para anunciarlo y asumir ya de paso la responsabilidad de la previsible derrota electoral de mayo, en la que su partido podría perder todas las capitales de provincia que ahora gobierna, incluida Barcelona. A esa conclusión han llegado barones como el castellano-manchego José María Barreda, que ya no pide a Zapatero que haga pública su candidatura en 2012 sino que se abstenga de aplicar el dedazo para designar a su sucesor y facilite unas primarias.

En estas nuevas circunstancias, se hace difícil pensar que Zapatero pueda controlar su propio relevo, lo que reduciría las posibilidades de su protegida Chacón, a quien se la tienta desde Cataluña para que acuda la rescate del PSC. El mejor colocado parece ser el vicepresidente Alfredo Pérez Rubalcaba, al que cuesta trabajo imaginar liderando el partido pero que podría ser el recurso de urgencia para evitar una debacle en las generales de 2012 que se presiente como inevitable.

En cualquier caso, y siempre que las urnas no depararan el milagro de una victoria, la nueva dirección del PSOE debería salir de un Congreso, a celebrar con posterioridad a los comicios, en el que nadie estaría descartado, empezando por el incombustible Bono, al que el traje de salvador le queda mejor que a Camps los pantalones con ceñidor trasero, o el propio lehendakari Patxi López, cada vez con más adeptos en las filas socialistas. Con todo dispuesto para que el Gobierno amplíe hasta los 67 años la edad de jubilación, Zapatero podría anticipar la suya a los 52, ocupando esa plaza que él mismo reservó a los ex presidentes en el Consejo de Estado, al lado de su inseparable Fernández de la Vega. Es un suponer.