SIN

 

 Artículo de Arcadi Espada en “El Mundo” del 10.10.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Bermejo, con su acostumbrada prosa de taberna, le dice a un tal Barrena que acabará mal. Hace pocas horas que el juez ha metido en la cárcel a parte de la cúpula de Batasuna y falta poco, minutos, para que estalle una bomba debajo del coche de un escolta, en Bilbao. Otegi ya ha acabado mal: lleva meses en la cárcel, silenciado incluso por lo suyos. Estamos en octubre, si no me he perdido. En febrero, el presidente alababa al líder de Batasuna y declaraba que estaba haciendo un discurso por la paz. Es probable que todo vaya muy rápido en nuestro mundo; pero nunca como antes quedó memoria de los pasos que dan los hombres. Esta memoria, aplicada al proceso de negociación, es especialmente desmoralizadora. Los ciudadanos podían dudar de que hace meses la Justicia hubiese perdido la objetividad. Pero un problema más grave es que lo piensen ahora. ¿Qué argumento hay para desmentir a los que acusan al Gobierno, y a la Justicia, de venganza?

El problema profundo de la negociación con ETA se va desvelando a medida que se constata el fracaso y se acerca, algo tenebroso, el final de la legislatura. No consiste solamente en que el presidente avanzó sin conocer el terreno que pisaba, publicitó sin humildad sus movimientos y transfirió a la sociedad una esperanza pueril. La cuestión añadida es que ha sido gran parte de su política la que ha perdido, como la Justicia, la aspiración a la objetividad. Uno de sus principales aliados en las reformas estatutarias, Maragall, dice ahora que fue una iniciativa errónea e inútil. En modo alguno lo diría de seguir en activo el proceso. Las reformas de los estatutos fueron, paradójicamente, fruto y preparación de las negociaciones. Menos obvio es que el discurso gubernamental de impugnación relativa de la transición estuviera alentado por el mismo asunto. O la Ley de la Memoria Histórica, que el presidente ha acabado por sacar adelante, aun a costa de despojarla de cualquier utilidad práctica o simbólica. ¡Una ley para declarar ilegítimo al franquismo! Pero tanto la impugnación de la transición como la política de fos@s han estado vinculados con el proceso. El presidente, que siempre ha tenido una gran confianza en sí mismo, quiso cerrar y ganar la guerra civil española. Y en su peculiar imaginario el terrorismo etarra era la última batalla, y el feroz abrazo que faltaba. Toda la política presidencial (la pura política, que nada tiene que ver con la gestión económica) tiene hoy la naturaleza de los sueños, tan parecida a la naturaleza informática. En los sueños, los restos del día se presentan troceados, desordenados y, desvinculados de la matriz que les dio sentido, incomprensibles.

Bad clusters. Uvas podridas.

(Coda: «¿Cómo interactuaremos con archivos informáticos que no están ordenados siguiendo patrones cognitivos fijos y reconocibles, sino que aparecen a nuestro paso proyectando una idea de mutabilidad, provisionalidad, casualidad mágica en vez de causalidad científica? J. Carlos Fernández Serrato, F@ro, nº 2.)