LA TERCERA IZQUIERDA Y LA TENTACIÓN NIHILISTA
Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 21/01/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
21 de enero.
Empieza a
extenderse en España la sensación de que todo socialismo pasado fue mejor. Eso
responde a un estado de hecho. El socialismo de Felipe González trastornó muchas
cosas y afectó a los valores de los españoles, pero nadie sintió (al menos,
después de 1984) el temor de que fuera preciso salir a la puerta, hacha en mano,
para defender lo más sagrado. Por el contrario, el socialismo de Zapatero, aun
pusilánime en tantos conceptos, está demostrando una agresividad extraordinaria
en las cosas más importantes de la vida: la familia, el orden social, la
religión, el derecho a la propia vida… Agresividad más llamativa por asentarse
sobre una mayoría exigua. El socialismo de Felipe era socialista; el de Zapatero
es simplemente nihilista. Esto es aterrador. Pero todo lo que es aterrador es
interesante. Y el interés del nihilismo zapateril reside en que muestra la
verdadera faz de lo que podríamos llamar "la tercera izquierda".
La primera izquierda fue revolucionaria y roja: Rusia en 1917, Alemania en 1919,
España en 1934 y 1936… Su paraíso era la Rusia soviética. Esa izquierda acabó
ahogada en el baño de sangre del Gulag y la Cheka. Hoy sólo sobrevive Castro,
fósil que no obstante inspira algunas simpatías –nada extraño en estos tiempos
de fascinación por los dinosaurios.
La segunda izquierda fue reformista y blanca: el laborismo británico, las
socialdemocracias alemana y sueca, también los socialismos francés (Miterrand) y
español (González)… Su paraíso era Suecia. Pero la segunda izquierda acabó
colapsada, doctrinalmente hablando, por algo tan prosaico como la incapacidad
para mantener el gasto público del Estado-Providencia. Hoy sólo sobrevive
Schröder.
La tercera izquierda era una incógnita. Nieta de revoluciones desacreditadas por
sanguinarias e hija de experimentos inviables por insolventes, su gran reto era
construir un nuevo paradigma teórico. Aún no ha habido tal. Pero en los márgenes
de la izquierda empezaban a asomar la cabeza corrientes nihilistas bajo las
banderas turbulentas de la anti-globalización. Y en las capillas de la nostalgia
se iba construyendo un santoral nuevo que ya no bebía en los viejos paraísos
soviético o sueco, sino en las revelaciones de cartón-piedra de Mayo del 68, de
la "revolución sexual", de la "insurgencia latinoamericana", de los eternos
derrotados rojos, de las ensoñaciones libertarias, del tercermundismo militante…
Con esos materiales se ha cuajado una doctrina que está más cerca del nihilismo
que del socialismo. Doctrina caótica, sí, pero eficaz, porque sigue prometiendo
la felicidad en la Tierra. Tras beber la poción mágica del resentimiento y
fumarse el porro de la utopía, la alucinación teórica de la tercera izquierda se
concreta en las consignas de los nuevos demagogos: abolir la familia, casar a
los homosexuales, legalizar a todos los inmigrantes, expropiar las catedrales,
romper con los Estados Unidos…
Esta tercera izquierda, nihilista y morada, carecía hasta la fecha de
visibilidad institucional. La acaba de cobrar en la España de Zapatero.