CON CONVERGENCIA ES PEOR QUE CON CAROD

 

 Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 01.02.06

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. 

 

1 de febrero de 2006.  Es sorprendente esta especie de alivio que parece haberse apoderado de buena parte de la opinión pública (o, al menos, de la opinión publicada) tras el nocturno y alevoso cambio de alianzas estatutarias de ZP. Se diría que, reemplazado el radical Carod por el moderado Mas, se acabó el problema. Pero, veamos: ¿qué sabemos sobre este nuevo pacto? Nada concreto. Salvo que ZP y Mas han sellado, secretamente, unos acuerdos "globales" cuyo contenido no se ha hecho público y que, sin embargo, nos afectan a todos. Eso ya sería suficiente para salir a la calle con las cacerolas. Pero en España, como bien sabían los del 11-M, la gente quiere ante todo tranquilidad. Y muchos ciudadanos parecen dispuestos a creer lo que se les diga con tal de poder desconectar la alarma. Eso es lo que está ocurriendo con el "pacto de medianoche", que ha logrado acunar a buena parte de los españoles con la nana rutinaria de la actualidad. Pero la actualidad es mala para la inteligencia: altera la correcta percepción de las cosas y difumina sus perfiles, como esas instantáneas fotográficas que distorsionan la perspectiva. La verdad es esta: pactar el Estatut con Convergencia no es mejor para España que pactarlo con Carod.

Quien ha vulnerado todos los días, durante años, el espíritu de la Constitución –por ejemplo, persiguiendo el bilingüismo o suprimiendo símbolos españoles- no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Quien ha creado una situación de monopolio ideológico nacionalista en los medios de comunicación catalanes no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Quien ha aplicado una política sistemática de arrinconamiento del castellano en la escuela no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Quien ha alimentado en la opinión catalana un sentimiento generalizado de victimismo no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Quien ha cultivado año tras año el espejismo de la soberanía no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Quien ha ejecutado en Cataluña el programa nacionalista como una tendencia sostenida hacia la separación no ha sido Carod; ha sido Convergencia. Y por cierto: quien ha estimulado el crecimiento de manifestaciones separatistas radicales, como Esquerra, no ha sido Carod; ha sido Convergencia.

Convergencia, en efecto, es peor que Carod. Y ZP es peor que Convergencia. Porque Convergencia nunca ha ocultado que es un partido nacionalista cuya máxima ambición es algo parecido a la independencia de Cataluña. Pero del PSOE esperábamos otra cosa.

(Cerrad los ojos, si queréis, pero las cosas pintan turbias. Si el Estatut que finalmente se apruebe en las Cortes sigue planteando reivindicaciones máximas de autogobierno, la unidad efectiva de España quedará tocada de muerte. Pero si el Estatut queda muy recortado en sus aspiraciones, el proceso que ha abierto ZP supondrá veinticinco años más de perpetua reclamación nacionalista, pues ellos legítimamente exigirán lo que un presidente de España les prometió. Mas ya ha empezado a hacerlo; como Carod).