LA IZQUIERDA ESPAÑOLA TIENE QUE DESPERTARSE DE LA PESADILLA ZAPATERO
Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 05.01.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Impresionante: mientras aparecen bombas hasta en los roscones de Reyes, todavía hay terminales de la izquierda que insisten en el "proceso de paz". Esto ya no es política; es psiquiatría.
5 de enero de 2007. Es asombroso: les han puesto (o, más bien, nos han puesto)
una bomba que ha causado dos muertos y terribles destrozos (materiales y
morales), y aún los hay que insisten en "el proceso de paz". Pero, hombre, ¿la
paz de quién? Circulaba estos días un SMS (Servicio de Mensajería Socialista)
que llamaba al ciudadano a no perder la fe en "Zapatero y en el proceso". No sé
quién lo habrá mandado, pero es la consigna del momento: "No perdamos la fe". O
sea, un fundamentalismo (laico, por supuesto) de la Palabra del Líder. Al final,
los materialistas siempre son los más supersticiosos. Esto huele a covachuela de
Ferraz, en cuyos sótanos debe de haber un hierofante que a la luz de las velas
–rojas- impetra letanías para que no se esfume el espíritu de la pacificación y
el buen rollito. Mientras tanto, la policía vasca localizaba ayer otra bomba de
100 kilos dispuesta para ser empleada. ¿Cree usted que la progresía alucinada se
caerá del caballo paulino? Lo dudo.
Estamos ante un fenómeno que ya no es político, sino psicológico. Algo
profundamente extraño le pasa a la izquierda española cuando una banda
terrorista roba trescientas pistolas y el jefe político de la pasma dice que ETA
no se está rearmando; cuando los chicos de la gasolina separatista queman calles
en el País Vasco, y Polanco, en represalia, la toma con un poliomielítico del
PP; cuando ETA vuelve a matar y los amigos del Gobierno, comunistas y
separatistas, insinúan que es que no se ha cedido bastante; cuando las víctimas
del terrorismo protestan por el atentado de la T-4 y un Simancas responde
llamándoles fascistas, o un Avuí reacciona retratando a las víctimas –las
viudas, los mutilados, todo eso- brindando por el crimen. Aquí alguien ha
perdido el juicio. Y no es ETA.
Tenemos dicho que la izquierda española vive bajo una alucinación colectiva
(véase El bienio necio, ed. Áltera). Esa alucinación le hace ver el mundo con
los colores puestos del revés. Ojo, que la derecha también tuvo sus
alucinaciones: ¿no llegó a pensar que bastaba con hacer correr el dinero para
mantener la sociedad en orden? Pero en lo que estamos ahora ya no es en eso,
sino en este otro espejismo turbio de la cancelación, del cierre de la historia
nacional, del final de todo conflicto, también de toda identidad y, por
supuesto, de toda coacción tradicional, que desaparecerían mediante un simple
acto de voluntad. Y si la realidad se resiste, como decía el otro, tanto peor
para la realidad.
Hemos hablado mucho de resistencia en las últimas semanas. Pues bien: la
izquierda también tiene que resistir. Tiene que resistir, ante todo, a su
permanente tendencia a creer en una realidad imaginaria, es decir, en una
no-realidad; un mundo mágico donde las cosas nunca son lo que son, sino lo que
uno quiere que sean. Tiene que resistirse a esa alucinación colectiva que la
barahúnda mediática viene prodigando desde bastante antes de 2004, vendiendo
progreso mientras los jefes de la tribu se forran con la televisión. Despertad,
compañeros: ni los diez millones de españoles que votaron a la derecha son los
enemigos del género humano, ni los amables portavoces de Batasuna son hombres de
paz, ni las víctimas del terrorismo son escuadras fascistas infectadas por el
rencor, ni el Prestige lo hundieron los curas, ni Aznar se comía a los niños
crudos en la mesa de Bush. Hay un país que se llama España. Hay un enemigo que
mata y se llama ETA. Eso es todo. Será feo. Incluso puede que sea hasta
reaccionario. Pero ésa es la realidad.
Cuando diga tres, despertaréis, abriréis los ojos y no recordaréis nada. A ver:
uno, dos…