ESTE HOMBRE NO PUEDE SALIR DE ROSITAS

 

 Artículo de José Javier Esparza en “El Manifiesto” del 06.06.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

O sea que ETA ha sido muy mala, pero yo sigo siendo muy bueno, así que ahora hay que ponerse todos muy juntos, por supuesto detrás de mí, para declarar la guerra a ETA. Y ya. Esta autoexculpación adolescente ha sido la sustancia de la comparecencia de Zapatero: constatación perifrástica de que ha fracasado, atribución de la culpa –como de costumbre- al prójimo. ¿Y ya? No: ya no. No es suficiente. Para llevar adelante un proyecto descabellado, Zapatero ha sometido a una extrema violencia moral a todo el país durante tres años. Ese proyecto ha fracasado, como era previsible. Ahora Zapatero se tiene que marchar.

Atribulado e impuntual, Zapatero comparece para explicarnos lo que ya sabíamos al menos desde el pasado 30 de diciembre, cuando la bomba de Barajas: que ETA no va a renunciar a la violencia. La reacción del presidente ha sido insólita: volver al discurso de Estado del año 2002, cuando todos (algunos, es verdad, con lengua de serpiente) hacían piña para derrotar al terrorismo. ETA ha sido mala –ha venido a decirnos ZP-, pero España resistirá con las armas de la democracia y del Estado de derecho. Es decir que aquí no ha pasado nada. Pero qué jeta, presidente. 

¿Crónica de un final anunciado? Bueno, sí, ahora todo el mundo se apunta al tópico de Gabo, pero el hecho es que el sobresalto ha sido unánime. Digámoslo así: cada vez más gente pensaba que esto pasaría, pero no por ello la noticia deja de impresionar. El viaje de Sarkozy había despertado algunas antenas; las casualidades, en política, siempre tienen un alcance limitado. Sobre todo cuando, como en este caso, la cooperación judicial y policial con Francia atraviesa por un momento poco brillante. Hace muchos días que las comandancias de la guardia civil en el País Vasco reciben denuncias de seguimientos, de coches con matrículas falsas, de presencias amenazantes. Desde hace semanas sabíamos que los contactos del Gobierno con ETA habían llegado a un punto muerto. Desde hace meses teníamos todos la certidumbre de que las cesiones del Gobierno tras el atentado de Barajas no iban a aplacar a ETA sino, al revés, a envalentonarla. Zapatero estaba caminando a toda velocidad contra un muro. Ya se ha estrellado. Fin de trayecto. Pero ahora la pregunta es otra. Ahora hay que preguntar por las responsabilidades políticas.

Conviene recapitular. Zapatero decidió cambiar la política antiterrorista del Estado para emprender un “proceso de paz” cuya resolución siempre fue dudosa, pero que a él iba a reportarle un beneficio político evidente. Con ese horizonte, Zapatero se puso a negociar con ETA sin exigirle que entregara antes las armas, rompió el pacto antiterrorista, hizo añicos el consenso institucional, criminalizó a las víctimas del terrorismo, forzó al Parlamento a entregarle un cheque en blanco para negociar con la banda, mostró a la oposición democrática como “enemigo de la paz”, desmanteló la proa de la lucha antiterrorista en la Audiencia Nacional, definió los asesinatos como “trágicos accidentes mortales”, hizo la vista gorda con la extorsión financiera y con el terrorismo callejero, negó la evidencia de que ETA se rearmaba, se tragó los dos asesinatos de Barajas, exoneró a notables dirigentes batasunos de pasar ante la Justicia, frustró acciones policiales contra el aparato de chantaje económico de ETA, cedió en casos tan escandalosos como el del etarra De Juana, concedió a Batasuna-ETA rango de interlocutor político, permitió que el mundo de ETA volviera a las instituciones de la mano de ANV y dejó crecer la ambigüedad sobre el futuro de Navarra. Todo eso y algunas cosas más ha sido el “proceso de paz”. 

¿Balance?

El gran consenso nacional contra el terrorismo, que había sido materializado en ley, se ha roto. ¿Por qué? Porque para Zapatero era más importante “el proceso”. Y de eso la culpa la tiene Zapatero. 

ETA, que estaba asfixiada, ahora está rearmada. ¿Por qué? Porque nadie le exigió que abandonara las armas para empezar a negociar. Y de eso la culpa la tiene Zapatero.

Todo el aparato de financiación del terrorismo, que estaba acogotado, ahora está reconstruido. ¿Por qué? Porque se le ha dejado hacerlo. Y de eso la culpa la tiene Zapatero. 

La persecución judicial y policial contra ETA, que estaba siendo implacable, se encuentra ahora extremadamente debilitada. ¿Por qué? Por decisiones políticas muy concretas en el ámbito judicial, policial y penitenciario. Y de eso la culpa la tiene Zapatero.

La presencia institucional y política del mundo etarra, que había sido desmantelada, ya está de nuevo en pie. ¿Por qué? Porque el Fiscal General del Estado se lo ha permitido. Y de eso la culpa la tiene Zapatero. 

La imagen exterior del terrorismo de ETA, que al fin había sido reducida a su verdadera dimensión, vuelve a ser la de unos admirables “rebeldes vascos”. ¿Por qué? Porque el proceso de paz ha otorgado a ETA una legitimidad política que no tenía. Y de eso la culpa la tiene Zapatero.

Las víctimas del terrorismo, que al fin habían sido reconocidas como referente moral y cívico, han sido desacreditadas y humilladas hasta extremos vergonzosos. ¿Por qué? Porque convenía al “proceso”. Y de eso la culpa la tiene Zapatero. 

La imagen del Estado, de España, que era la de un país capaz de arrinconar y vencer a su peor enemigo, es ahora la de un mercachifle indigno dispuesto a vender a su madre. ¿Por qué? Por la política de cesiones ante ETA. Y de eso la culpa la tiene Zapatero.

Resumen: el peor enemigo de España ha sido fortalecido desde el Estado. Y de eso la culpa la tiene Zapatero. 

Ahora Zapatero pide que le respaldemos. ¿Para hacer qué? No nos lo ha dicho. Pero incluso en el caso de que sus propuestas fueran enteramente razonables, no habría ni un solo motivo para otorgar la confianza ciudadana a alguien que en este lance no se ha limitado a comprometer su crédito personal y político (ese que ahora intenta salvar), sino que para sacar adelante su ambición ha dado armas al enemigo, ha debilitado a la Justicia, ha puesto en entredicho a las instituciones y ha dividido a la sociedad.

Zapatero no es un político que se ha equivocado. Es un jefe de Gobierno que ha demostrado una irresponsabilidad de magnitudes monstruosas. Por higiene nacional, Zapatero tiene que dimitir. Y como él no lo hará motu proprio, la oposición debe reclamárselo y –aún más importante- sus correligionarios deben exigírselo. Cada minuto que ese hombre siga en La Moncloa será un riesgo añadido para la seguridad nacional.