INTERVENCIÓN ÍNTEGRA DEL PRESIDENTE DEL PP, MARIANO RAJOY, EN EL ACTO HOMENAJE A LA CONSTITUCIÓN
Publicada en “La Estrella Digital” del 3-12-05
Estamos aquí para renovar nuestro
compromiso con la Constitución, con la democracia y con el régimen de libertades
que establecimos en 1978.
Nadie nos regaló nada. Ni lo heredamos ni nos lo impusieron. Nuestra
Constitución está escrita desde la libertad.
Nació porque así lo quiso la voluntad de los españoles. Se sostiene porque esa
es la voluntad de los españoles. Sobrevivirá mientras lo determine la voluntad
de los españoles. No tiene más dueño que el pueblo español, ni otro autor que el
pueblo español, ni otro destinatario que el pueblo español.
Con palabras de Lincoln podemos decir que la nuestra es una Constitución del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Disponer de una Constitución significa, en primer lugar, que habitamos una
democracia; que somos ciudadanos libres; que los españoles no aceptamos más
yugos ni más dominios que la ley que nosotros redactemos.
En eso consiste el Estado de Derecho. Hemos abolido el abuso, la arbitrariedad y
el privilegio de la fuerza. En su lugar se alzan unas reglas de convivencia
—basadas en la razón, en la justicia y en el consenso— que nos obligan a todos
sin excepción. Llamamos buen ciudadano a quien respeta esas normas que nosotros
mismos establecimos. Este es el primer fruto de nuestra Constitución.
El segundo fruto, es la declaración de derechos que acaban de leernos. Derechos
de las personas, derechos de todos los españoles y de cada uno de nosotros en
particular. Derechos individuales. Una declaración que proclama a grandes voces
la alta idea que tenemos en España del ciudadano, nuestro profundo respeto por
su vida, nuestro decidido amparo a su libertad, nuestra inequívoca defensa de la
dignidad de todos los seres humanos. Esto es lo que sustenta y da sentido a
nuestra solidaridad.
Queridos amigos:
Fruto importantísimo de nuestra Constitución fue la monarquía española
restaurada en la figura de Juan Carlos I. Una monarquía que ha sabido ganarse el
cariño y el reconocimiento de la gente; que dirigió la Transición de la
Dictadura a la Democracia; que ha servido a los españoles con lealtad a la
Constitución; que es un símbolo de nuestra Nación; y que mantiene la Jefatura
del Estado por encima de las diferencias políticas y de las peleas partidistas.
Una monarquía que data de muchos años atrás y que todavía tiene muchos servicios
que prestar a los españoles.
Queridos amigos:
Fruto de la Constitución es también el modelo de Estado que distribuyó el poder
por todas las regiones y permitió que se constituyeran comunidades autónomas.
El Estado de las Autonomías ha servido para articular la nación y para que la
gente se ocupe mejor de sus problemas. Esto es más justo, es más eficaz, permite
un mayor control y un mejor servicio al interés general.
Pero no significa que por estar censados en una comunidad autónoma, dejemos de
ser todos ciudadanos, todos españoles y todos iguales ante la Constitución.
Seguimos siendo españoles e iguales en Galicia, en Cataluña, en las Islas
Canarias y en todas las Comunidades Autónomas. Todos españoles y todos, hombres
y mujeres, iguales en derechos.
El estado autonómico no significa que nuestra Nación se fragmente en parcelas.
No hay más que una nación: la española, la que formamos todos los españoles. Y
no reconocemos más que un único poder soberano cuyo propietario es el pueblo
español entero. Así lo quiere la ciudadanía y así figura en la Constitución.
Queridos amigos:
La España que nació en 1978 conforma una sociedad moderna, y eso significa que
ha desterrado conceptos y expresiones anteriores a la democracia. Nosotros no
vivimos mirando hacia atrás. No escarbamos en el pasado ni para dividir a los
españoles ni para desenterrar ejecutorias de privilegios.
No hablamos el lenguaje antiguo de los derechos históricos, las soberanías
medievales o los pueblos irredentos.
Nosotros defendemos los derechos individuales. Porque los integrantes de nuestra
nación no son las tierras ni la historia: son las personas. Nos importan las
tierras y la historia porque forman el marco de la vida de las personas, pero el
depositario de los derechos es siempre el individuo. No formamos una nación de
naciones, sino una nación de personas, de ciudadanos libres e iguales, y de
individuos libres e iguales. Eso es lo que somos. Esto lo afirma la Constitución
sin rigidez y sin dogmatismo, porque la nuestra es una sociedad abierta, que no
se anquilosa, que acepta cambios y reformas; una sociedad en la que los
ciudadanos pueden opinar y su opinión cuenta porque nuestro futuro no está
escrito ni predeterminado.
No somos una sociedad cerrada en la que no hay nada que decir porque ya está
todo dicho y sólo cabe obedecer a un destino que han determinado otros. Nosotros
escribimos nuestro propio futuro. No estamos sometidos al dictado de un tirano,
de un partido totalitario o de un credo nacionalista obligatorio, no lo estamos.
Nuestra sociedad es abierta, precisamente, porque la conforman individuos. No lo
sería si la conformaran clases sociales en lucha, o naciones presuntas que
impongan servidumbres a las personas. No existe nada en España, ni en Europa,
que pueda invocar derechos por encima de los ciudadanos o contra los ciudadanos;
no existe.
El último fruto que voy a mencionar porque no quiero alargarme, el último fruto
que nos ha regalado nuestra Constitución, es el de haber alumbrado el periodo
más largo y más brillante de convivencia, de paz, de progreso y de bienestar. En
estos 27 años, España se ha encontrado consigo misma. Ha recuperado su puesto en
Europa y en Iberoamérica. Ha cosechado respeto, confianza, incluso cariño, en
todo el mundo. Esto no es fruto exclusivo de la Constitución, pero no hubiera
sido posible sin ella.
Queridos amigos:
Se alzan hoy voces diversas que reclaman una reforma de la Constitución. ¿Hay
que reformarla? Si es necesario, sí; si no lo es, no.
Nada es inmodificable. Pero quiero decir que así, como somos partidarios de una
norma que hay que hacer en su momento con consenso, cuando sea oportuno, cuando
se den las condiciones para ello, que iguale los derechos a la sucesión en la
Corona.
De la misma manera que digo eso, también quiero decir que hay voces que reclaman
una reforma, porque piensan que hoy pueden imponer lo que no lograron en 1978. Y
lo que reclaman es la negación del consenso constitucional y que la Constitución
deje de ser la casa de todos los españoles.
Eso no lo podemos aceptar. Esas voces no las escucharemos y tampoco escucharemos
las voces de quienes pretenden que España se convierta en algo distinto de lo
que quieren la inmensa mayoría de los españoles. Eso no lo podemos aceptar.
España puede tener otro presidente porque la Constitución española lo permite.
Claro que sí, porque le da la voz al conjunto del pueblo español.
Queridos amigos:
Es la primera vez que en España hemos hecho una Constitución entre todos. Una
Constitución que no pertenece a nadie, que no sirve a ningún partido, que no la
dicta ningún interés particular. Nació por consenso. Nació gracias a la generosa
renuncia de todos. La renuncia a imponer cada uno sus criterios particulares a
los demás. Esto parece sencillo y natural, pero es la primera vez que ocurre en
España. Aquello en lo que fuimos capaces de ponernos de acuerdo, a ese terreno
común, a esa casa de todos, a ese símbolo del consenso nacional, es a lo que
llamamos Constitución.
Y hoy, que rendimos homenaje a la Constitución del 78, debemos reivindicar aquel
espíritu que la vio nacer, aquella voluntad de entendimiento, aquel propósito de
reconciliación, aquel afán de convivencia y de paz. Porque en 1978 los españoles
expresamos la firme determinación de clausurar casi dos siglos de constituciones
partidistas, de persecución del adversario y de guerras civiles.
Yo reivindico aquel espíritu, porque hoy, cuando vemos que por primera vez desde
1978 se rompen todos los consensos –incluidos los de la lucha contra el
terrorismo o el modelo de Estado- cuando se pacta la exclusión de media España y
se pretende construir el futuro sin ella, cuando se perciben voces que nos
trasladan a un pasado que nos divide y cuando florecen los nostálgicos de la
confrontación y del todo o nada, sobran motivos para temer que puedan caer por
tierra los mejores logros de nuestro patrimonio constitucional.
Hay que proclamar a viva voz –y yo lo hago- que eso no es lo que acordamos en
1978, que eso no es lo que quieren los españoles, que el futuro común no se
construye con radicalismo, intolerancia y mal talante. Y que España siente
añoranza por aquel espíritu de concordia, de sensatez y de respeto que abrió el
camino a la Constitución del 78.
Y no me olvido de una realidad que nos duele. Se están violando los derechos de
muchos españoles, sin que nadie haga nada por impedirlo. Hay españoles a los que
se quiere condenar al silencio, por razón de su lengua o por expresar sus ideas,
y que han perdido la tutela del Gobierno.
Queridos amigos:
No insistiré más, porque no quiero que la fiesta de la Constitución sea una
jornada de críticas. Pero sí afirmo que nosotros no aceptamos estas cosas y que
las combatiremos ahora y siempre con toda la fuerza que los españoles quieran
confiarnos. No defendemos la Constitución con la boca pequeña. La defendemos
para que se aplique. Ni aceptamos ni aceptaremos que la Constitución se
convierta en una apariencia, en una ficción o en un fantasma de la libertad.
Queremos una Constitución real. Queremos que la influencia impregne todas las
instituciones españolas y queremos que su amparo se extienda sin excepciones a
cada uno de los españoles y a todos los rincones de España.
Queridos amigos:
Estamos aquí para celebrar 27 años de vida constitucional, de libertad y de
progreso.
Estamos aquí para apoyar a la Constitución más longeva de nuestra historia, la
que nos ha ofrecido el periodo más fecundo, más pacífico y más habitable de
todos los tiempos.
Estamos aquí porque nuestra voluntad es hacerla durar, mantener en pie ese
acogedor recinto en el que todos los españoles que lo deseen encuentran
alojamiento y protección.
Porque la Constitución no excluye a nadie, salvo a quienes, desde que nació, se
han ensañado contra la democracia, contra la libertad y contra la vida.
Hoy, como siempre, está con nosotros el recuerdo de los que ya no pueden
acompañarnos. De todos los cientos, cientos y cientos de españoles a los que les
han arrancado la vida, porque creyeron en la Constitución, porque defendieron la
libertad, porque escogieron la orilla de la ciudadanía frente al gregarismo
fundamentalista, por eso los asesinaron.
Queridos amigos:
Se lo digo a quien lo tiene que oír. Una vez más afirmamos que su muerte no ha
sido en vano, que no lo será nunca, que su recuerdo permanecerá con nosotros
siempre, y que permanecerá mientras estemos vivos, mientras podamos alzar la voz
y mientras tengamos fuerza para proclamarlo.
Amigos, gritad conmigo y que se os oiga en toda España, desde Finisterre hasta
el Cabo de Gata y desde el Pirineo hasta Lanzarote:
¡Viva la Constitución! ¡Viva la libertad! ¡Viva la nación española!
Muchas gracias