MUY FELICES, SÍ

 

Estamos encantados, sí, de ver más que nunca crecidos a los nacionalistas por la calles vascas, sonrientes de nuestra situación

 

 Artículo de Iñaki Ezkerra en “La Razón” del 06.01.07

 

 Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Una de las consecuencias duras, descarnadas, hirientes que ha tenido esta inolvidable semana en la que se ha podido «verificar empíricamente » el final de la «tregua-trampa» de ETA ha sido el mal estilo, el feo talante, el modo levantisco, escasamente pacífi co, con el que han reaccionado quienes se inventaron el «proceso de paz» o quienes decían creer en él y lo avalaron. En vez de reconocer su «error» –suponiendo que en ciertos casos haya sido un «error» en efecto y no una estrategia  premeditadamente errónea, desviada, perversa…– no han perdido una ocasión para «denunciar » que «algunos se sienten felices con la ruptura del alto el fuego y el regreso de ETA a la actividad terrorista ». No reacciona de esa forma tan rastrera y estúpida, tan malintencionada y babosa, ni el ingenuo que llegó a creer de veras en la buena voluntad de ETA ni el templado que tiene una cintura política tan ancha que le lleva a dialogar pacientemente con los asesinos por lo que considera «el bien de la comunidad». No hay ingenuidad en creer en las buenas intenciones de ETA y a la vez en los peores sentimientos de sus víctimas. No hay temple en saber aguantar los disparates morales a los criminales y en perder la paciencia ante la confirmación de que eran fundamentadas las advertencias sensatas de los perseguidos por el  terrorismo y el nacionalismo totalitario.

Lo que hay en esa reacción es, sin embargo, rencor y soberbia, abyección, majadería y vesania. Muy felices, sí, estamos muy felices. Los que vivimos en el País Vasco permanentemente escoltados hasta para ir a mear en los lavabos de las cafeterías y no hemos dejado de decir lo que había que decir durante todos estos meses de la infamia, los que no hemos recibido del «Gara» el mismo tipo de piropos que Patxi López, los estigmatizados triplemente, en fin, tanto por ETA, como por el nacionalismo de Ibarretxe y el Gobierno de Zapatero nos hallamos realmente encantados de que por fin se hayan corroborado nuestros malos presagios. Encantados de tener que volver a extremar todas las medidas de protección, de volver a mirar a cualquiera que se acerca por la calle o que hace determinado movimiento imprevisto con alarma, de volver a desconfi ar de todo, de volver a mirar con lupa o de entregar al escáner los paquetes que recibimos por correo, de pensar que nos pueden asesinar de manera inmediata. Estamos encantados, sí, de ver más que nunca crecidos a los nacionalistas por la calles vascas, sonrientes de nuestra situación aunque luego escondan esa sonrisa ante las cámaras y pongan carita de mártires, de que ellos son los que más sufren porque se hallan en medio del confl icto, porque no están ni con los terroristas ni con los inmovilistas.

Estamos dando saltos de alegría al ver de nuevo a nuestras familias preocupadas por la virulencia con la que puede volver el terror de una ETA rearmada, felices de volver a detectar el miedo y la prevención y el odio en los ojos de nuestros vecinos o conocidos.

Estamos muy pero que muy felices de que una vez más nos echen la culpa de lo que ha pasado y que era lo que nosotros tratábamos de evitar.

Felices de que nuestro sacrificio no haya servido para nada.