«EU CHÁMOME SALLY»
Artículo de Iñaki Ezkerra en “La Razón” del 09 de octubre de 2008
Por su interés y
relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
La madre se percató de
algo inquietante: su hija no ha estado aprendiendo español sino una lengua que
a ella le parece «extrañísima»
La historia es real y yo pude conocer a la víctima. Una familia de Atlanta
envía a su hija Sally, de doce años, a España a través de una organización
internacional que fomenta el intercambio cultural entre países. El objetivo de
esos padres norteamericanos al enviar a su niña a una familia española es que
estudie un curso entero en nuestro idioma. La organización manda a la chica a
un pueblo de Lugo. Al acabar el segundo trimestre la madre se percata de algo
inquietante: su hija no ha estado aprendiendo español sino una lengua que a
ella le parece «extrañísima».
A la madre nadie le había dicho que, al enviar a Galicia a su hija, ésta no iba
a aprender castellano, y protesta. La agencia le contesta entonces que en los
folletos de información ya le prevenían de que la sociedad española es
plurilingüística y multicultural. Lo que la buena señora no imaginaba es que
detrás de esas dos palabras mágicas había unas lenguas que no eran la de
Cervantes. No se imaginaba que a la chavala le iban incluso a prohibir que
hablara castellano ni que el español se prohibía en España con fines
pedagógicos y patrióticos. Como la madre se había saltado las normas para venir
a nuestro país a protestar, cosa que no estaba permitida por la organización,
ésta elabora un informe en el que alude a Sally como a una «niña problemática»
y en virtud de esa catalogación («evidente», ya que hasta su propia madre se ha
tenido que saltar las reglas para socorrerla) decide que la van a mandar de
vuelta a los Estados Unidos. Mientras la niña espera ser repatriada, y para
completar el cuadro kafkiano, participa en una visita a Barcelona organizada por
la misma asociación. La montan con otros niños en un autocar ante un tipo que
les enseña la Sagrada Familia y el Tibidabo dirigiéndose a ellos en catalán.
Cuando Sally, la problemática, se atreve a romper el silencio miedoso de sus
compañeros y le dice al guía que no le entiende, éste le da una respuesta
aprendida: «Apren a parlar català». Resultado: la niña acaba el viaje sabiendo
decir «identitat», «finançament» y «visca el Barça».
Es a la vuelta de ese viaje y mientras la agencia le tramita un billete para
América cuando a la criatura se le busca alojamiento en casa de unos amigos
míos ante los que ella se presenta con una frase en galego que les hace
entender la situación: «Eu chámome Sally». Es entonces cuando le preguntan por
su familia y responde: «Eu moro con minha nai que ficou nos Estados Unidos con
minho irmán». A mis amigos les dio pena la extraordinaria odisea de Sally, la
problemática cría norteamericana que había venido a aprender español y se
volvía hablando la lengua de Rosalía así como chapurreando algunos bellos
vocablos en la de Mossèn Verdaguer. Y así mi historia posee un final feliz.
Esos amigos, que tienen hijas de su edad, la invitaron a quedarse en Madrid
durante unos meses y le buscaron colegio. De este modo, la heroína Sally consiguió
volverse a los Estados Unidos habiendo pasado un apacible tercer trimestre
escolar y castellanoparlante en un lugar donde podía hablar en lo que quisiera
sin que nadie se lo prohibiese. Gracias a mis amigos. Gracias no al
multiculturalismo y al plurilinguismo sino a una verdadera virtud española -la
generosidad- que aún queda entre nuestras buenas gentes aunque ciertos
políticos se hayan propuesto volvernos a todos malos y estúpidos.