TRES ALTERNATIVAS PARA UN GOBIERNO

 

Artículo de Fernando Fernández en “ABC” del 28 de mayo de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

EL Gobierno está muerto. No ha conseguido ni un solo voto para su plan de ajuste y los que lo han hecho posible con su abstención se han sentido obligados a aclarar que no le apoyarán en los presupuestos. La situación económica está podrida y aumentan las dudas sobre la capacidad para encontrar financiación en los mercados internacionales. Se necesita con urgencia un programa económico creíble, ambicioso y duro. Y nadie cree, ni en España ni fuera, ni en el propio PSOE, por mucho que lo quieran disimular con gestos infantiles, que el presidente Zapatero pueda liderar la situación. La misma persona que ha sido capaz de negar la crisis, de ocultar el ajuste a sus propios alcaldes y de sostener luego el ridículo de la corrección de erratas para tapar su debilidad e improvisación, de saltarse el Pacto de Toledo con premeditación y alevosía -el único consenso que permanecía de la Transición- no puede inspirar confianza a nadie. Si Zapatero es el problema no puede ser parte de la solución. Hay, pues, que buscar urgentemente alternativas y existen al menos tres.

La primera, la que sería normal en un país democrático en el que los partidos no fueran simples maquinarias electorales al servicio de su presidente, sería que los diputados socialistas que encarnan la soberanía popular, aunque no se lo crean, eligieran a su sustituto. Esta persona tendría luego que pedir la confianza de la Cámara, lo que le obligaría a negociar un programa de gobierno que en lo económico habría de buscar un acuerdo amplio. Tan amplio, en mi opinión, que debería llevar a una gran coalición a la alemana. Un gobierno de crisis para la situación económica más crítica que ha vivido la democracia española, porque, no nos engañemos, lo que está en juego es la pertenencia de España al euro y, con ella, la prosperidad de los españoles durante muchos años. Un gobierno de gran coalición con dos únicos puntos en el programa. El primero, realizar los profundos ajustes estructurales en el sistema fiscal, financiero, laboral y de distribución del poder territorial que están pendientes y que impiden el crecimiento en un área monetaria común. El segundo, convocar elecciones generales una vez terminada la fase de excepcionalidad. Sería lo más aconsejable, pero sólo depende de Zapatero, desgraciadamente en eso ha quedado la democracia presidencialista española.

La segunda alternativa es que Mariano Rajoy presentara una moción de censura con ese mismo objetivo. Le daría la oportunidad de ofrecer ese mismo gobierno de coalición con un mapa de ruta público y negociado con nacionalistas vascos y catalanes. Es muy probable que no prosperara, porque los nacionalistas tendrían que elegir entre su sentido de Estado y sus reclamaciones estatutarias, otro favor que le debemos a Zapatero con su suicida estrategia en Cataluña y su empecinamiento torticero en cambiar la Constitución por la puerta trasera. Pero tendría al menos la ventaja de que obligaría a los nacionalistas a desnudarse y sabríamos por experiencia si existe uno de los mimbres necesarios para un Estado federal, la lealtad constitucional imprescindible en momentos críticos.

Sólo nos quedan, pues, las elecciones anticipadas. Es un argumento mentiroso que serían una irresponsabilidad. Lo acabamos de ver en el Reino Unido, donde en plena crisis de la libra y colapso de la city ha habido elecciones, las urnas han arrojado un resultado sorprendente y los políticos han sabido estar a la altura con un gobierno fuerte. Aparte de lo cínico que resulta ver a quienes acusan a los especuladores de cebarse con España, acudir luego presurosos a estos mismos especuladores para evitar tener que concurrir ante el electorado, e impedir el ejercicio de la política con mayúsculas a los defensores de la política frente al mercado, una de las frases más estúpidas y queridas del presidente Zapatero.