LA LECCIÓN GRIEGA
Artículo de Fernando Fernández en “ABC”
del 18 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
No me llamen
antipatriota, pero estamos cometiendo el mismo error que Grecia, aunque esta
vez con menos justificación
EL
Gobierno ha aprobado la esperada reforma laboral y no ha cambiado gran cosa. No
ha variado la opinión de sindicatos y patronal, ni el voto de los partidos
políticos. Tampoco el criterio de los analistas que, aunque subrayan que se ha
perdido una gran oportunidad para modificar el marco de relaciones laborales,
se han dividido entre los que ven motivo de alegría en que el decreto
posibilita el descuelgue de los convenios colectivos y los que subrayan el
mantenimiento de la tutela judicial efectiva; para entendernos, la presunción
de culpabilidad del empresario y la consiguiente limitación a la flexibilidad
interna y externa de las empresas.
Lo que
no ha cambiado en absoluto es la imagen de la economía española, como demuestra
que el diferencial de la deuda, ese árbitro implacable, siga por encima de 220
puntos básicos. Cierto que ayer el Tesoro pudo colocar la deuda, pero el precio
pagado fue altísimo. Tan alto que ya son legión los que lo consideran
insostenible. Era ingenuo pensar que un hecho concreto podría hacer volver la
confianza a los inversores que han tachado la casilla España. Pero eso no
disminuye la magnitud del problema. Si todas las reformas ya han sido
anunciadas tenemos un problema. Porque una de dos, o no hemos sabido venderlas,
que es la tesis oficial, o algo nuevo habrá que inventar. Como la primera
opción es pueril, literalmente de niño enrabietado, tendremos que ser más
creativos, en economía y en política.
En
economía no nos queda más que pedir ayuda internacional. No me llamen
antipatriota, por favor, pero estamos cometiendo el mismo error que Grecia,
aunque esta vez con menos justificación. Si los mercados están histéricos y han
perdido el norte, si están castigando injustamente a España como dicen, si en
definitiva estamos asistiendo a un contagio inmerecido, ¿por qué no acudir a
los mecanismos especialmente dispuestos para este tipo de situaciones
excepcionales?: el Mecanismo Europeo de Estabilización y la facilidad de
crédito flexible del FMI. No hacerlo por orgullo o por evitarse el coste
político no es, desde luego, en mi libro de estilo sinónimo de patriotismo
precisamente. Confiar en que la gente de fuera va a entrar en razón es
simplemente un suicidio a plazo, como el de Grecia. La historia de episodios internacionales
similares es concluyente. Ningún país al que los inversores habían colocado en
suspensión de pagos, ha recuperado nunca el crédito sin un shock externo. Salvo
Brasil tras la crisis argentina, pero allí hubo unas elecciones, un cambio de
gobierno y una auténtica revolución en lo económico.
Lo que
me lleva para terminar a la política. Sin novedades profundas no habrá
recuperación. Lo sabe el propio presidente que coquetea con un cambio de
gobierno que incorpore criterio y respetabilidad a un ejecutivo errante, por
mudable y equivocado. Puede funcionar, pero lo dudo sin que signifique también
una mayoría parlamentaria estable. Un gobierno de coalición o unas elecciones
anticipadas son las únicas alternativas razonables. Cuanto antes se decida el presiente
mejor, porque los inversores no van cambiar de opinión por mucho que salgan
bonitas palabras de Madrid y Bruselas.