CLIMA IRRESPIRABLE

Sin banquillo y a punto de bajar a Segunda, del PSOE solo se puede esperar que se olvide de la pelota y castigue la espinilla

Artículo de Fernando Fernández  en “ABC” del 17 de febrero de 2011

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

EL anticiclón de la semana pasada nos trajo contaminación. Afortunadamente la borrasca actual ha limpiado el aire. No ha pasado ni pasará lo mismo con el clima político. La proximidad de las elecciones, los resultados de las encuestas y algunos episodios judiciales (Gürtel, Faisán, Mercasevilla) han vuelto a tensar insoportablemente el debate político. Las comparecencias parlamentarias, las ruedas de prensa y los mítines de precampaña se han convertido en un ejercicio de hooliganismomonocorde: «Tú más». Mientras los aparatos de los partidos tiran de hemerotecas para ensuciar al contrario, la mayoría de analistas se rasgan farisaicamente las vestiduras y los ciudadanos nos vemos invadidos por una sensación de hastío. Vuelve el dóberman y la estrategia de la tensión, públicamente reconocida por Zapatero como conveniente a sus intereses. No debería el Partido Popular hacerle el juego.

Las elecciones —como los partidos de fútbol; aprendamos algo del viejo Raúl, que el martes en Valencia nos volvió a dar una lección— se ganan por desgaste del contrario, cierto, pero también y sobre todo por ilusión. Ilusión es lo que trajo Aznar a un centro derecha desolado por la larga agonía del felipismo; ilusión, reconozcámoslo, es lo que aportó el primer Zapatero a un centro izquierda harto de la prepotencia popular; ilusión es lo que tiene que aportar el candidato Rajoy a unos ciudadanos conscientes de que el país se halla en la peor crisis política, económica e institucional de la historia de la democracia. Para ganar puede bastar con que un PSOE perseguido por sus mentiras, errores y contradicciones indigne a sus rivales, aburra a los indecisos y expulse a su electorado. Nadie espera nada ya de Zapatero, ni siquiera los nacionalistas, que han apurado el jamón hasta hacerse daño con el hueso, ¿qué otra cosa es el déficit de Cataluña? Rubalcaba, su presunto sustituto, es mercancía gastada, adecuada quizá para las rebajas, pero no para liderar la nueva campaña de primavera. Sin banquillo y a punto de bajar a Segunda, del PSOE solo se puede esperar que se olvide de la pelota, entre al hombre y castigue la espinilla. Cuando Blanco considera a la derecha incompatible con la democracia no es un lapsus, es pura estrategia. Cuando en el arca propia no hay paño que vender, se hace publicidad negativa. Este Gobierno ha sido maestro en ello, pero tiene un problema con su historial de ocho años. Y con el programa oculto que el protectorado europeo le está obligando a aplicar.

La debilidad económica e internacional de España no va a cambiar con el triunfo de Rajoy, no nos hagamos falsas ilusiones. Pero puede cambiar la determinación y la autoridad moral para llevar adelante un programa que devuelva a este país el sentido común y la racionalidad económica. Se puede dejar de hacer estupideces, como multar a un empresario por usar el masculino como plural genérico o por rotular en la lengua oficial del país, pero al día siguiente los bancos no van a empezar a dar crédito, ni achicarse las colas en el INEM. Para esto hace falta devolver la ilusión y el crédito a la sociedad española. No conozco otra forma que la transparencia. Los ciudadanos no son muy diferentes de los mercados: entienden las cosas cuando se las cuentan y cuando las políticas aplicadas son coherentes y rigurosas. Saben que vienen tiempos duros y quieren hechos, compromiso. Si seguimos a gritos podemos acabar como Italia, donde el fenómeno Berlusconi representa el derrumbe institucional de los ochenta. Si todos los políticos son iguales, me quedo con el patrone. Los caciques siempre tuvieron buena acogida en sociedades desestructuradas.