HA NACIDO UN DURO

 

 Artículo de  FERNANDO FERNÁNDEZ  en  “ABC” del 12/05/05

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

El debate sobre el Estado de la Nación mostró a un Rajoy serenamente indignado e incisivo, con «punch». En un tono menos socarrón de lo habitual, y quizás presionado por las especulaciones sobre su propia continuidad, el presidente del Partido Popular se mostró ayer contundente, apabullante que diría Rubalcaba. La tensión se mascaba en el Congreso, se cruzaban acusaciones de insidias e hipocresía. En ese lance Rajoy no se amilanó, estuvo firme y consistente, y mostró su hartazgo porque el presidente del Gobierno quiera apropiarse del discurso de valores y de ética. Porque es ahí donde quiso centrar el debate, en la credibilidad personal del presidente.

Consciente de que el Gobierno se sostiene por la buena imagen de Zapatero, al que le funciona la sonrisa, el talante y su discurso posmoderno, Rajoy se lanzó desde el principio a la yugular. Acusó al Ejecutivo de sectario, radical, taimado, mediocre, incompetente. Fue subiendo de tono hasta preguntar si el presidente había acordado con Ibarreche y Otegui engañar a los españoles. Y culminó con la acusación de traición a los muertos por permitir que ETA haya vuelto al Parlamento Vasco. Una frase muy dura que hizo efecto. Zapatero subió a la tribuna exigiendo su retirada. Fue el punto álgido de una tarde que languideció después en las larguísimas intervenciones del presidente. Así todos pudimos observar que Rajoy tenía razón, que el presidente habla sin parar, habla por hablar, vive instalado en las grandes declaraciones de principios, melifluas y vacuas. Pero no concreta una propuesta. La mejor demostración es que Rajoy acertó al describirle como un rehén de sus socios parlamentarios que, no se olvide, hablaban después.

Rajoy cosechó ayer varios éxitos y se metió en problemas. El primer éxito, cuando el presidente del Ejecutivo le trató como un serio rival, tanto que tenía preparadas réplicas con sus declaraciones de hace varios años. El segundo cuando situó el debate político en la ruptura del consenso de la Transición y en los riesgos de unas reformas constitucionales y estatutarias sin dirección ni criterios conocidos. El tercero cuando insistió sin éxito en obtener respuestas a preguntas concretas y animó al presidente del Gobierno a ejercer sus responsabilidades y dejar de hacer crítica de la oposición. Pero también asumió riesgos. Que el presidente Zapatero tenga suerte y le salgan bien todos los frentes que voluntaria e innecesariamente ha abierto, lo que sería muy bueno para los españoles pero definitivo para el futuro político de Rajoy, aunque bien es cierto que poco probable. Y que, pasado el debate, business as usual, los dos están condenados a negociar. Y a juzgar por las palabras finales de Zapatero, ayer pudo haberse roto la confianza mínima necesaria para que dos personas se escuchen. El presidente insistió en ese mal endémico de la izquierda española de arrogarse superioridad moral. Rajoy le cortó de raíz y le llamó irresponsable. Espero que la autoproclamada generosidad del presidente le pueda perdonar tanta desfachatez. Y que las profecías de Rajoy no se cumplan. Como espero que se cambie pronto el procedimiento para estos debates, porque no puede ser que el presidente gane cuatro a uno, aunque sólo sea en tiempo de intervención.