NO ES PAÍS PARA PUSILÁNIMES
Artículo de Fernando Fernández en “ABC”
del 26 de marzo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Lo dice
hasta Felipe González: hemos pasado a ser el enfermo de Europa. Otros muchos
españoles piensan que hemos vuelto donde estábamos en 1996 y que de nuevo un
Gobierno socialista demuestra su incapacidad para afrontar los problemas de
fondo porque, habiendo perdido el sentido de Estado, sólo prospera en la
componenda clientelar, el chapoteo de intereses, el trato corto y ventajista,
el tactismo político, los acuerdos coyunturales. Hay algo de injusticia en esta
comparación porque los gobiernos González fueron, sin duda, modernizadores,
europeístas y, en un noble sentido, progresistas, aunque acabaran enfangados
hasta la cachas en las cañerías del sistema, mientras que los gobiernos
Zapateros han sido vacuos, inmateriales y sectarios. Pero lo cierto es que, una
vez más, España es un problema; un problema que los anglosajones enmarcan en el
llamado cinturón del olivo, elegante eufemismo que ha sustituido en la prensa
salmón a la bellota y la plaga milenaria.
Un
problema para el que se han acabado las excusas. La gran coincidencia
planetaria no ha producido el crecimiento sideral necesario para sacarnos del
pozo. El malvado especulador ha sido identificado y ha resultado ser no la
antipatriota oposición, sino un banco griego que estaba comprando un seguro de
impago. La patada hacia delante de endosarle el problema a la Unión Europea nos
ha salido rana y se ha tornado en un inevitable endurecimiento de las
condiciones de permanencia en el euro. Y la pueril confianza en que el rescate
de Grecia termine con nuestro problema sólo puede precipitarnos a la debacle.
La presión va a continuar sencillamente porque España tiene un problema de
endeudamiento externo nacional, público y privado, bancario, corporativo y
doméstico. Debemos mucho dinero y ya no existe la voluntad de seguir
financiándonos. Y no va a volver por muchas operaciones de imagen, muchos road shows de éxito y muchos mundiales de fútbol que
ganemos. Es el mismo fenómeno que han experimentado en su carne las
inmobiliarias españolas, que pasaron de ser las favoritas en todos los
guateques a auténticas apestadas. Así son las finanzas, antes y después del
adanismo de nuestro presidente.
Ante
esta tozuda realidad caben dos actitudes, y de la que adopte este Gobierno
dependerá por muchos años la suerte de España y su inclusión en el grupo de los
elegidos o de los enfermos crónicos. Podemos hacer como Irlanda y reducir
drástica, creíble y rápidamente el déficit público, disminuyendo el tamaño del
sector público en la economía, congelando sueldos y plantillas de funcionarios,
despidiendo temporales y asesores eventuales, recortando seguro de desempleo,
prestaciones sociales, educativas y sanitarias. Un proceso doloroso, pero que
implica madurez social para reconocer errores y excesos. Y que tiene la virtud
de despejar toda incógnita y poner al país a crecer nuevamente sin más miedo
que a su propio destino. O podemos seguir jugando a la ambigüedad, el
victimismo, la indefinición y el desmentido permanente; pretender que los
inversores internacionales no leen prensa nacional y continuar con las groseras
descalificaciones ideológicas -despido libre, conquistas sociales
irrenunciables, lógica ultraliberal- hasta quedarse
sin nadie a quien condenar a la hoguera de la herejía en la que ya han perecido
el gobernador del Banco de España, los comisarios socialdemócratas españoles en
la Unión, los economistas agrupados en Fedea y hasta
los editorialistas de economía de El País.
El
cinturón del olivo existe y seguirá existiendo en la percepción de los agentes
económicos y de los mercados financieros. Como existe la leyenda negra. Pero no
pudieron evitar que España sorprendiera a Europa como alumna aventajada en la
Unión al aplicarse con hambre de gol a la convergencia europea. Éste no es país
para pusilánimes, y menos sentados en el Gobierno. La pelea por seguir en el
euro no ha hecho más que empezar. Dejen sitio si no saben cómo ganarla.