Entre González y Pujol

 

 Artículo de Pilar FERRER en  “La Razón” del 20/03/2005

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 En medio de una semana salpicada por ingentes panicadas, entre estatuas, reliquias

y sulfuro sobre las heridas de la historia, reconforta ver como dos líderes de antaño, Felipe González y Jordi Pujol, han demostrado su altura política. La entrega del Premio a la Concordia, que anualmente establece la Fundación que lleva el nombre de aquel hombre clave en la transición, Fernando Abril Martorell, se transformó en un acto de gran calado.

En sus palabras de presentación al galardonado el ex Presidente del Gobierno esquivó los protocolos formalistas, reivindicó con fuerza la figura de Pujol, lanzó una durísima diatriba a Pascual Maragall, su compañero de militancia socialista, y alzó la voz con rotundidad: «Cataluña ya está inventada y nada sólido puede construirse sin respetar los cimientos».

Las palabras de Felipe delataron un profundo malestar por la situación política  reada en las últimas semanas, criticada también en privado por algunos Ministros del  Gobierno y dirigentes del PSOE. «Cuando no se tienen ideas, se cometen errores

bizantinos», me decía un político de la «vieja guardia», de esos que acompañaron a González en sus primeros años de Gobierno.

Atinada reflexión, coincidente con la advertencia mordaz que hizo el ex Presidente al referirse a Pujol y expresar su «añoranza ante la confusión reinante ». Añoranza,  desde luego, de tiempos en los que se enterró el cainismo, las campañas de linchamiento contra personas, instituciones y reapertura de escocidas heridas, ya enterradas, sepultadas por un pacto, precisamente, de concordia.

Tiempos, en efecto, en que existía una sintonía responsable de Estado, aún a veces dentro de la discrepancia, entre La Moncloa y La Generalitat. La soberbia hiriente, las decisiones incontroladas, el ánimo destructivo del pasado, fueron superados por Felipe González y Jordi Pujol en sus años de poder.

Actitudes estas que presiden ahora las relaciones políticas entre una clase dirigente mediocre, una oposición aislada, un panorama mediático amordazado y una sociedad civil perpleja. Razón tiene Felipe cuando expresa su «añoranza»y conmina a  Maragall.

Ajustado estuvo Pujol al denunciar «los cainismos, la gente que a veces enloquece». Porque entre Felipe y Pujol hubo siempre algo que ahora escasea : Inteligencia política. Ni más, ni menos.