DESCONCIERTO EN LA IZQUIERDA EUROPEA
Artículo de Lluís Foix en “La Vanguardia” del 2-12-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Estos días estamos haciendo
un debate sobre este tema en Plaza Moyúa que lleva
por título Globalización y crisis (I y II)
Los
socialistas catalanes están digiriendo la magnitud de la derrota electoral del
domingo aflorando las sensibilidades y las diferencias que no se exhibían
cuando gobernaban. José Montilla ha asumido la responsabilidad del desastre electoral,
abandona su acta de diputado y no será candidato a secretario general cuando se
celebre el próximo congreso. Su actitud después de la derrota me parece consecuente.
Es lo que han hecho todos los socialdemócratas europeos cuando han recibido un
revés en las urnas. El caso de Gordon Brown es el más reciente.
También
es normal que empiece la lucha por el liderazgo y que aparezcan todas las
candidaturas posibles. Volviendo al todavía fresco caso de Gran Bretaña, fueron
los hermanos Milliband los que se disputaron la dirección del laborismo
británico. No me sorprenden las pugnas que surgen cuando el castigo en las
urnas es todavía caliente. Normal. El problema para los socialdemócratas
catalanes no es espiritual cuando se invocan las dos almas, la catalanista y la
más proclive al socialismo hispano. Pienso que es más bien una falta de
discurso, de cansancio tras gobernar tantos años en tantos sitios de Catalunya,
de una resistencia a renovar las elites de los aparatos del partido que han
gobernado con mano de hierro.
El
problema no es del PSC o del PSOE. El problema es de la socialdemocracia
europea que ha perdido el discurso, no ha renovado las ideas y
, por lo tanto, va perdiendo el poder en prácticamente todos los países
europeos. El libro de Antoni Cruanyes, De Tony Blair a
Zapatero, una autòpsia de l’esquerra
europea, es un lúcido
análisis histórico político de lo que le ha ocurrido a la izquierda europea en
lo que va de siglo.
El
discurso de Zapatero llamó la atención de la socialdemocracia europea en 2004 cuando empezaba
su caída libre que se certificó en mayo de este año con la victoria
conservadora en Gran Bretaña. Era la penúltima prueba de la pérdida del poder
socialista que a finales de siglo pasado habían detentado Lionel Jospin,
Romano Prodi, Gerhard Schröder, Tony Blair y Gordon
Brown. Zapatero es el
último baluarte de cierto peso del poder socialista en Europa.
Cruanyes cita en el libro al padre de la tercera vía del laborismo
británico, Anthony Giddens, que ha escrito que era
necesario que los socialistas se aproximaran al mundo empresarial. Pero esos
gobiernos debieron de dejar más claro y con más fuerza que si bien reconocían
las virtudes de los mercados no hacía falta arrodillarse poniéndose a su
disposición. El fundamentalismo del mercado, dice Giddens,
tenía que haberse denunciado de forma explícita. El resultado es que finalmente
han sido los mercados los que han dictado las propuestas para salir de la
crisis que, en buena parte, ellos mismos provocaron.
Los
socialistas europeos van perdiendo el poder y también la capacidad de ilusionar
a los electores que confiaban en ellos hace poco más de diez años. Para volver
a ser un contrapeso y una alternancia a los gobiernos conservadores, la
izquierda tiene que construir un discurso nuevo teniendo en cuenta la
transformación en las economías post industriales. Los obreros son ahora
trabajadores autónomos y de profesionales liberales o bien están en el paro. Ya
no responden a los intereses comunes de clase.
Tampoco
los sindicatos parecen haberse enterado de los cambios profundos que se han
producido y miden su fuerza en las calles cuando muchos de sus afiliados están
pegados a los ordenadores personales. Los partidos socialistas que van entrando
gradualmente en las filas de la oposición no recuperarán el poder sino
construyen un nuevo discurso que responda a las necesidades de la sociedad en
la que viven teniendo en cuenta que la globalización ha comportado un cambio en
la perspectiva que los individuos tienen de la cosa pública. Las medidas
triviales y frívolas para hacer cambiar la mentalidad de las gentes ya no
cuelan.
Si no
minimizan las disputas internas que afloran siempre después de un descalabro
electoral, la posibilidad de que vuelvan a merecer la confianza mayoritaria de
los electores puede retrasarse más de lo que ellos piensan. Decía hace unos
días Paul Krugmann que todas las medidas que van perpetrándose para
combatir la crisis afectan sin excepción a los más frágiles y desfavorecidos.
Para
aumentar impuestos y reducir el gasto público ya están las recetas del mercado
que no sabemos a qué puerto nos conducen. Los gobiernos de izquierda han
asumido la misma lógica del mercado y sólo se han atrevido a salpicar su
discurso con medidas sociales que, paradójicamente, el mismo mercado les ha
obligado a que las fueran quitando o abandonando. El caso de Zapatero es
paradigmático.
Será
interesante qué corriente se impone en la renovación de los socialistas catalanes.
Pero el problema no es de personas, de almas o de socialistas auténticos y
menos auténticos. El problema es de ideas y de discurso para servir a una
sociedad en la que las distancias entre los ingresos y rentas de unos coinciden
con el empobrecimiento de la mayoría.